Por un momento, el mundo parece detenerse;
y un resplandor sereno y apacible
acaricia el ambiente.
Es como si la paz, tan anhelada,
se volviera tangible.
Por un momento, el mundo
se detiene realmente.
Todo porque una vez,
dos mil años ya hace,
en la forma de un niño
llegó a la tierra el divino mensaje:
“Gloria a Dios en los cielos,
y haya en la tierra paz,
y buena voluntad entre los hombres”. Lucas 2:14.
Y aunque la humanidad sigue en la búsqueda
de algo que ya posee,
el Cristo, el mensaje de paz que Dios enviara,
está siempre presente.
Atravesando el peso de los siglos,
continúa diciendo
de una manera tierna y compasiva
que en todos los idiomas se comprende,
que despeja las nubes de tristeza,
de enfermedad, de indefensión, de miedo:
“Yo estoy contigo siempre,
hasta el fin de los tiempos”.* Mateo 28:20 (Según Nueva Traducción Viviente).
Mari G. de Milone
