Solo tenía que llegar a él, pero parecía imposible. Toda la ciudad debe haberse apiñado alrededor del muelle, con la esperanza de verlo cuando saliera de la barca. Ni siquiera se suponía que ella debía estar allí, pero tenía que llegar a él, incluso si eso significaba empujar a decenas de personas. ¡Entonces finalmente sería libre!
Ese es el trasfondo de una historia reportada en el Evangelio según Lucas (véase 8:40, 43-48). La mujer había estado sangrando durante 12 años, y utilizado todos sus recursos en busca de curación, pero nada había funcionado. Ahora recurrió a Cristo Jesús, confiando en que este inspirado predicador, que ya había sanado a tantos, también la ayudaría.
Pero él estaba rodeado de gente, todos apiñados y empujándose unos a otros, y la dolencia de ella significaba que a cualquiera que tocara sería considerado impuro, y la acusarían a ella.