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Protegida durante el embarazo y el parto

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 15 de septiembre de 2025


Al final de mi adolescencia, mientras luchaba contra un trastorno alimentario, mi ciclo menstrual se detuvo repentinamente. El trastorno alimentario desapareció mientras estudiaba profundamente la Ciencia Cristiana, pero mi ciclo no se reanudó. 

Posteriormente, después de dos años de matrimonio, comencé a pensar que nunca podría tener hijos. El tratamiento a través de la oración de diferentes practicistas de la Ciencia Cristiana, en distintos momentos, me ayudó a desarrollar un concepto más amplio y espiritual de la familia. 

El anhelo de alcanzar un sentido más profundo de plenitud me llevó a tomar la instrucción de clase de la Ciencia Cristiana, un curso de dos semanas sobre la curación como la hacía Jesús, mediante la oración. Una tarde, mientras realizaba mi tarea de clase, me encontré con esta declaración en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, de Mary Baker Eddy: “Insiste mentalmente en que la armonía es la realidad, y que la enfer­medad es un sueño temporal. Percibe la presencia de la salud y la realidad del ser armonioso, hasta que el cuerpo corres­ponda con las condiciones normales de salud y armonía” (pág. 412). 

Me quedé con esa última frase, explorando cada palabra para obtener una comprensión más profunda de lo que significa estar plenamente consciente de la salud y armonía que Dios nos ha otorgado, las que se expresan eternamente en el hombre. No recuerdo cuánto tiempo estuve sentada deleitándome con esta idea, pero después sentí que algo había cambiado. Más tarde ese año, descubrí para mi alegría que estaba embarazada. Y después del nacimiento armonioso de nuestro primer hijo, mi ciclo menstrual regresó.

Cuatro años después, cuando esperábamos a nuestro tercer hijo, me dijeron que el bebé estaba en una posición extendida de nalgas y que el hospital quería que el bebé naciera mediante una cesárea. Mi esposo estaba en despliegue con la Marina Real, y yo me sentía un poco abrumada por tener que cuidar a dos niños pequeños, hospedar a visitantes del extranjero y enseñar música desde casa. ¡Esta noticia fue como la última gota que colmó el vaso!

No obstante, por teléfono, mi esposo compartió conmigo algunos pensamientos reconfortantes, incluido el hecho de que no hay separación de Dios, del bien, o de Su reino, que es donde realmente viven todos Sus hijos. Trabajé con un practicista para comprender que el desarrollo natural de la creación de Dios no podía ser obstruido. 

También comencé a leer el último capítulo de Ciencia y Salud, titulado “Los frutos”, compuesto de cartas a la autora de personas que habían sido sanadas de todo tipo de problemas y condiciones simplemente mediante la lectura del libro. Esto me llevó a leer todo el libro yo misma, y me llenó de la convicción de que Dios es Todo, por lo que no hay otra causa o creador. 

Eddy afirma: “La Ciencia no considera que el hombre sea un creador, y revela las armonías eternas del único origen viviente y verdadero, Dios” (Escritos Misceláneos 1883-1896, pág. 72). Esto me aseguró que todo el universo consiste en Dios, la Mente, y Su expresión infinita en un orden perfecto y hermoso, bajo la ley universal del Principio divino. Por lo tanto, todas las ideas de la Mente están correctamente posicionadas y responden con naturalidad a la ley de la armonía infinita de Dios.

Cuando comenzó el trabajo de parto, mi esposo estaba en casa. Fuimos al hospital y le explicamos al médico a cargo de nuestro caso que era nuestro deseo tener al bebé de forma natural, pero que no queríamos causarles ninguna preocupación o inquietud. El médico estaba muy feliz de dejar que las cosas progresaran de forma natural, pero dijo que nos monitorearía al bebé y a mí continuamente. (Otros médicos con los que había hablado durante el embarazo insistieron en que sería necesaria una cesárea.) 

Mi esposo y yo compartimos con alegría la inspiración espiritual entre nosotros mientras continuaba el trabajo de parto. Cuando el bebé comenzó a emerger, me quedé con la última línea del Padre Nuestro: “Tuyo es el reino [el Todo], y el poder [el único poder y fuerza en operación], y la gloria [la hermosura, el gozo, la majestad y la victoria] por todos los siglos” (Mateo 6:13).

La partera que me atendió me ofreció algunos analgésicos, pero antes de que pudiera negarme y agradecerle, el médico a cargo dijo que claramente no era necesario, ya que el bebé estaba naciendo de una manera maravillosamente relajada y natural, incluso en posición de nalgas. Todos nos regocijamos juntos por el nacimiento de nuestra encantadora hija. 

Al contrario de lo que a menudo se predice, no sentí fatiga después del parto. Regresé a casa más tarde ese día, y continuamos apreciando estas líneas del Himno 144 del Himnario de la Ciencia Cristiana: 

Ambiente de divino Amor
respira nuestro ser, …
mantiene nuestra perfección
a imagen del Amor.

(H., adapt., © CSBD) 

Al pensar en la experiencia, inicialmente me decepcionó que el bebé no se hubiera dado vuelta antes del nacimiento. Pero reconocí que se había aprendido una importante lección: que cualesquiera sean las circunstancias o cuán grave el pronóstico, la ley de armonía de Dios está siempre en operación; la situación física no necesita cambiar para ayudar a que esta ley funcione. Como cantamos en el Himno 216: 

¡Aquel que solo en Dios confía
y encuentra en Él su protección,
amparo halla en Su ternura,
seguridad en Su amor.

(Georg Neumark, Himnario de la Ciencia Cristiana, © CSBD) 

Tricia Rickard
Londres, Inglaterra

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