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Sanado paso a paso

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 22 de septiembre de 2025


En 2020, comencé a tener un dolor punzante en la pierna. Era un ávido mochilero, así que esto fue deprimente para mí. El dolor no me permitía moverme con facilidad y pareció coincidir con los efectos paralizantes que el cierre por Covid tenía en el mundo. Una practicista de la Ciencia Cristiana había estado orando conmigo, pero la situación no había cambiado significativamente. Al sentarme más y caminar menos, evitaba el dolor, pero no superaba la condición subyacente. El alivio temporal es útil, pero no es sanador. Aun así, no me desanimé. 

Como esto coincidió con los cierres por Covid, se me ocurrió realizar cada semana eventos de viajes virtuales con amigos excursionistas. Esto pareció como una idea divinamente inspirada, y todos fuimos bendecidos por la camaradería. También salimos de nuestras zonas de confort dando presentaciones. E hicimos planes para el futuro cuando las cosas se abrieran y fuera más fácil viajar. Espiritualmente hablando, al cuidarnos unos a otros y vencer el miedo a hablar en público, no perdimos nada.

En 2022, durante un tiempo de estudio espiritual y oración, me sentí divinamente guiado a mantener mi mente abierta sobre mi próxima aventura de senderismo. Esto requirió un gran salto de fe en Dios, ya que todavía no podía caminar con comodidad. Media hora después, llegó un correo electrónico de un amigo invitándome a unirme a un grupo de Científicos Cristianos para un viaje de alpinismo de una semana que comenzaría tres meses después. El objetivo era ir de mochilero a un campamento base y luego escalar una montaña de más de cuatro mil seiscientos metros. 

Me inscribí, pero a medida que se acercaba el viaje, todavía no podía caminar normalmente. Una conversación con la practicista me ayudó a ver lo que parecía estar impidiendo que me sanara: Primero, temor al dolor y, segundo, temor a estropear el viaje para los otros excursionistas. “¿Cuáles son las dos cosas que Dios no hizo?”, me pregunté. “Dolor y miedo”, fue la respuesta. Como escribe Mary Baker Eddy en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, “Dios es Mente: todo lo que la Mente, Dios, es, o ha hecho, es bueno, y Él hizo todo” (pág. 311). Esta clara declaración de hechos espirituales refuta la noción de dolor, porque si todo lo que realmente podemos experimentar es Dios, el bien, y Sus pensamientos, entonces lo opuesto, el mal —incluido el dolor— no puede ser real.

A medida que se acercaba la fecha de inicio de la caminata, preparé mi equipo y comencé el viaje de 17 horas en coche hasta el punto donde se reuniría el grupo. Todavía tenía dudas sobre si era prudente hacer este viaje. Pero luego recordé la inspiración respecto a estar abierto a mi próxima aventura de senderismo. También oré con uno de mis pasajes bíblicos favoritos: “Confía en el Señor con todo tu corazón, y no te apoyes en tu propio entendimiento. Reconócele en todos tus caminos, y Él enderezará tus sendas” (Proverbios 3:5, 6, LBLA). Bueno, ¡caminaríamos por muchas sendas!

Una vez en las montañas, llamé a la practicista desde el último lugar donde podía obtener una señal de teléfono celular confiable. Ella me aconsejó que orara a cada paso del camino. También me pidió que memorizara esta certeza de Ciencia y Salud (haciendo referencia a una promesa bíblica de los Salmos): “Paso a paso, aquellos que en Él confían hallarán que ‘Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones’” (pág. 444).

Cuando comencé la caminata, oré a cada paso, sabiendo que, si Dios no causaba dolor, entonces no podía manifestarse en mi experiencia. Di el primer paso y luego el siguiente sin dolor. La caminata del primer día fue corta, y mientras caminaba y oraba, logré quedarme con el grupo. El camino del segundo día fue más largo y empinado, pero seguí orando mientras caminaba y no sentí ningún dolor. En cuanto al temor, los otros excursionistas fueron tan amables y atentos que me di cuenta de que no podía hacer nada para estropear su experiencia. Tuvimos una semana maravillosa afuera en la naturaleza: Cada vista era como un recorrido por la galería de arte de Dios: llena de belleza, alegría y grandeza. Llegar a la cima de la montaña fue realmente edificante. 

Después de regresar al campamento base, nos sentamos alrededor de la fogata y compartimos la gratitud y los aspectos más destacados de la caminata. Hasta ese momento no les había contado a los demás sobre el desafío por el que había estado orando. Uno comentó: “Amigo, lo lograste”, y otro señaló que ¡yo había llegado a la cima de la montaña antes que él! La curación fue tan completa que un mes después regresé a las montañas y ¡escalé otros cuatro mil! Me mantengo completamente ágil y sin dolor, y sigo orando a cada paso del camino.

Jack Kavanagh
Carrollton, Texas, EE. UU.

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