La persistencia, o el poder de “seguir adelante”, es algo bueno. Pero cuando solo la fuerza de voluntad impulsa nuestros esfuerzos, fácilmente puede quedarse corta. Un artículo que leí en línea hablaba sobre la fuerza de voluntad en relación con una batería, llamándola “un recurso finito; uno que solo se podía gastar hasta cierto punto antes de tener que recargarse” (“You can crash”, medium.com, September 9, 2023). Ese es un pensamiento desalentador. Implica que incluso si nos sentimos completamente cargados al comienzo de un proyecto, podemos esperar sentirnos cansados y agotados en algún momento.
Sin embargo, al estudiar la Ciencia Cristiana he aprendido que no somos una especie de batería humana que puede funcionar solo por un período finito de tiempo. Dios es la fuente —y nosotros somos la expresión sin esfuerzo— de la energía, la fuerza y la resistencia. Es similar a la diferencia entre recurrir a las reservas de una batería y ser alimentado por el sol. Este último es ilimitado, continuo y autosuficiente, mientras que el primero no lo es.
Reconozco que todavía estoy trabajando para demostrar esta distinción. No obstante, recientemente, he estado orando para comprender mejor y poner en práctica lo que el apóstol Pablo llama “perseverancia en hacer el bien” (Romanos 2:7, LBLA). Si bien la resistencia forzada y la tolerancia al estrés no son suficientes, la “perseverancia” es la base del verdadero éxito, incluso frente a grandes obstáculos.
Por ejemplo, durante la construcción de la Extensión de La Iglesia Madre en Boston a principios del siglo XX, los trabajadores enfrentaron numerosos desafíos de construcción, incluida la amenaza de plazos incumplidos y fondos inadecuados. Sin embargo, al final, debido a su paciente perseverancia, el edificio fue terminado a tiempo. (Para ver un ejemplo de cómo el volverse a Dios trajo libertad e impulso a la obra de construcción, véase La Primera Iglesia de Cristo Científico, y Miscelánea por Mary Baker Eddy, págs. 60-62.)
La Sra. Eddy, Fundadora de La Iglesia de Cristo, Científico, brindó consejo espiritual y aliento en apoyo de los esfuerzos de los funcionarios de la Iglesia para llevar a cabo el proyecto, y leer sobre su ejemplo de perseverancia espiritual me ha ayudado a comprender que la persistencia que no se agota se basa en una combinación de atributos espirituales. Estos incluyen la humildad para escuchar la guía de Dios, expectativa de bien y la intuición espiritual para ver más allá del temor y las limitaciones hacia la realidad de la sabiduría, el apoyo y el cuidado sustentadores de Dios.
Para la mayoría de nosotros, los proyectos son a una escala más pequeña, pero obtener una comprensión más precisa, más espiritual, de nuestra fuente divina sigue siendo esencial. En mi propia vida, me he basado en la idea de la “perseverancia en hacer el bien” como miembro de un programa de educación STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) dirigido por estudiantes en mi comunidad. Como parte de mi posición de liderazgo en el programa, no solo diseño e imparto talleres, clases y campamentos de STEM para jóvenes locales, sino que también formo parte de una comisión directiva, asesoro a miembros jóvenes y voluntarios, y modelo enfoques educativos para colegas.
El otoño pasado, en el pico de mi actividad, sentí como si estuviera pasando todo el tiempo que no estaba en la escuela, el atletismo o la iglesia en el laboratorio STEM. Era una época muy ocupada y me sentía como una batería agotada. Si bien disfrutaba el trabajo y la función de liderazgo, me parecía insostenible y como una carga. Fue entonces cuando me di cuenta de que necesitaba una visión más espiritual. No quería renunciar a esta actividad, pero sí quería encontrar paz.
Un domingo por la mañana, mientras oraba en este sentido, comenzamos la Escuela Dominical cantando el Himno 320 del Himnario de la Ciencia Cristiana. La tercera estrofa del himno me llamó la atención de inmediato:
La fuerza humana flaqueará
y cesará el vigor;
mas los que sirven al Señor
en fuerza crecerán.
(Isaac Watts; arr. William Cameron, adapt.)
Se me ocurrió que mi función era simplemente “esperar en el Señor”. Esto implicaba escuchar y seguir la guía de Dios. Esto sonaba mucho más fácil y sin esfuerzo que tratar de soportar el falso peso de la responsabilidad personal y luego tratar de acumular o encontrar la energía para respaldarla. Además, al esperar en Dios, no solo tendría la fuerza suficiente para llevar a cabo todas las tareas que tenía por delante, sino también la promesa de que mi fuerza aumentaría continuamente. Esto fue una bienvenida revocación de la creencia de que mi fuerza y energía inevitablemente se agotarían.
También descubrí esta vislumbre espiritual del libro de la Sra. Eddy Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras: “Sintamos la energía divina del Espíritu, que nos lleva a renovación de vida y no reconoce ningún poder mortal ni material capaz de destruir cosa alguna. Regocijémonos de que estamos sometidos a las divinas ‘autoridades... que hay’” (pág. 249).
Una cosa que noté en el artículo que había leído en línea fue que este concepto de batería estaba rotulado como “Teoría del agotamiento del ego”. Eso me ayudó a ver su falsedad, porque mi estudio de la Ciencia Cristiana me ha demostrado que, como hijos de Dios, todos reflejamos a Dios, que es la única Mente o Ego. Así que el ego humano ni siquiera existe como para agotarse. Nuestra verdadera fuente es Dios, que es infinito.
Al orar con estas ideas, comprendí que no necesitaba una provisión interminable de fuerza de voluntad para realizar mis actividades. En cambio, simplemente podía reconocer que reflejo a Dios. Esto fue natural y sin esfuerzo. Poco después, la sensación de carga desapareció y pude establecer un ritmo razonable para mi actividad y encontrar renovada energía. Ha sido muy liberador darme cuenta de que la actividad que implica esperar en Dios se nutre de la única fuente perfecta, que jamás se agota y nos sostiene a todos.