Un popular libro para niños de Janell Cannon, Stellaluna, cuenta la historia de una cría de murciélago de la fruta a la que separan de su madre y es criada inicialmente por pájaros. A Stellaluna le resulta difícil vivir como un pájaro: comer insectos en lugar de frutas, dormir en un nido en lugar de colgarse boca abajo de la rama de un árbol y volar durante el día en lugar de por la noche. Pero un día, Stellaluna se encuentra con otro murciélago, quien amablemente le señala que Stellaluna no es, de hecho, un pájaro, sino un murciélago. A Stellaluna se le muestra cómo vivir como un murciélago, y todo cambia. Stellaluna renuncia a tratar de realizar el trabajo del día siendo algo que no es. Vuelve la alegría. La vida tiene sentido.
Cuando se trata de nuestro propio trabajo de curación y nuestro enfoque sobre la iglesia en la Ciencia Cristiana, ¿sabemos quiénes somos? ¿O a veces lo abordamos como un murciélago que se esfuerza mucho por ser un pájaro? En otras palabras, ¿hemos aceptado la suposición de que somos mortales con problemas que vivimos en situaciones difíciles, con medios insuficientes para mejorar las cosas? Si es así, entonces el trabajo metafísico parecerá duro y desalentador, por no decir agotador.
Tratar de hacer trabajo espiritual partiendo de la creencia de que la vida y la inteligencia están en la materia es como tratar de comer un plato de sopa con un tenedor. Es posible que obtengas lo suficiente como para probar el gusto del caldo, pero la perspectiva de nutrirse con la sopa, y mucho menos de llegar al fondo del tazón, se vuelve más desalentadora que algo para saborear.