Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer
Original Web

¿Te sientes atrapado? ¡Abre las puertas de la libertad!

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 21 de julio de 2025


Al abrirse la puerta, se oyó el roce del metal contra el metal; sin embargo, el prisionero permaneció inmóvil, sin comprender la libertad que tenía delante. No fue sino hasta que quitaron la cerradura de la celda de al lado y su hermana salió corriendo sin mirar atrás, que decidió hacer lo mismo. Poco después, se abrió la jaula de su hermano y el trío, recién liberado, desapareció entre la maleza. 

Los tres hermanos coyotes habían recibido una nueva oportunidad de vida cuando un ranchero accedió a permitir que una organización de rescate de animales liberara a los adolescentes huérfanos en su propiedad. En esta vasta extensión de tierra sin desarrollar, los jóvenes estarían libres de ser lo que estaban destinados a ser, vagando sin confines entre los cactus y árboles mezquites. 

La libertad de ser lo que estamos destinados a ser, ¿no es eso lo que todos queremos? Esa sensación de no tener restricciones, ni cadenas, ni ataduras a cualquier cosa que nos impida tener una vida armoniosa, saludable y feliz. No obstante, es posible que muchos de nosotros nos sintamos enjaulados por el miedo o las circunstancias, tales como la mala salud o las relaciones difíciles. ¿Cómo quitamos los “candados” para poder experimentar una mayor sensación de libertad en nuestras vidas?

En una ocasión, Jesús dijo a sus seguidores: “Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:31, 32). Las enseñanzas de la Ciencia Cristiana muestran que la raíz de la esclavitud de la que el Cristo, la Verdad, nos libera es una visión material de Dios y de nosotros mismos.

Jesús anuló este punto de vista material al revelar la verdad de que Dios, el Espíritu, que es infinitamente bueno, jamás crea ni permite ningún tipo de mal. Él demostró esto a través de la curación, al mostrarnos que el universo espiritual de Dios, el reino de los cielos, está al alcance de la mano.

Al saber que vivimos en este reino de Dios —que no es una localidad física, sino completamente espiritual— podemos ser liberados de la esclavitud de la discordancia. Y por ser hijos de Dios, también completamente espirituales, todos tenemos una consciencia innata de la presencia eterna de Dios: de la cercanía y la amabilidad del Amor divino.

La Descubridora de la Ciencia Cristiana, Mary Baker Eddy, escribió: “El hombre es tributario de Dios, el Espíritu, y de nada más. El ser de Dios es infinitud, libertad, armonía y felicidad sin límites” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 481). Somos creados libres de las limitantes visiones de que la existencia es material, porque Dios, por ser el Espíritu divino, no puede crear ni conocer la materia.

Comprender esto eleva nuestro pensamiento y trae curación y libertad. 

Un verano, cuando llegó el 4 de julio (Día de la Independencia en mi país), me sentí muy aprisionada por una enfermedad que me hacía sentir incómoda conmigo misma. . A lo largo de los años, había tenido muchas curaciones mediante la oración en la Ciencia Cristiana. Pero esta vez me sentí tan arrinconada por la enfermedad que me parecía estar alejada de la ayuda de Dios.

Sabía que Dios, el bien, no causaba ni creaba el dolor que sentía, y entendí que, desde Su perspectiva, nunca podría estar expuesta a un problema. Así que me pregunté cómo podría ayudarme Dios.

Fue entonces cuando aprendí una gran lección. La oración me ayudó a ver que Dios no necesitaba conocer el dolor que yo tenía para sanarme. Dios nos conoce como realmente somos —espirituales, armoniosos, completos— y esa es la visión que sana. En vez de que Dios necesitara conocer mi angustia, yo necesitaba ceder a lo que Dios sabía de mí.

Me di cuenta de que estar atrapada en el dolor y fuera del poder y la presencia de Dios no era mi verdadero estado del ser. Dios, el Amor divino, no es una presencia externa. En todo momento nosotros, como hijos de Dios, estamos en medio de la presencia del Amor. Como dice la Biblia: “En él vivimos, y nos movemos, y somos” (Hechos 17:28). 

En la totalidad y omnipresencia del Amor divino, no hay lugar para el dolor o la enfermedad. A medida que sentía la verdad del amor de Dios que todo lo incluye, el dolor y la enfermedad fueron disminuyendo hasta que finalmente desaparecieron. ¡Estaba libre!

Cada uno de nosotros tiene el derecho a la libertad que Dios nos ha dado. Ciencia y Salud alienta al decir: “Ciudadanos del mundo, ¡acepten ‘la libertad gloriosa de los hijos de Dios’ y sean libres! Este es su derecho divino” (pág. 227). Si nos sentimos atrapados por una perspectiva de la vida como material y turbulenta, podemos recurrir al Amor divino y obtener una visión más amplia y espiritual de nosotros mismos y de los demás. Incluso una vislumbre es suficiente para abrir de par en par las puertas que nos ponen en el camino hacia la libertad.

Publicado originalmente en la columna Christian Science Perspective de The Christian Science Monitor, del 4 de julio de 2024.

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más artículos en la web

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.