Al abrirse la puerta, se oyó el roce del metal contra el metal; sin embargo, el prisionero permaneció inmóvil, sin comprender la libertad que tenía delante. No fue sino hasta que quitaron la cerradura de la celda de al lado y su hermana salió corriendo sin mirar atrás, que decidió hacer lo mismo. Poco después, se abrió la jaula de su hermano y el trío, recién liberado, desapareció entre la maleza.
Los tres hermanos coyotes habían recibido una nueva oportunidad de vida cuando un ranchero accedió a permitir que una organización de rescate de animales liberara a los adolescentes huérfanos en su propiedad. En esta vasta extensión de tierra sin desarrollar, los jóvenes estarían libres de ser lo que estaban destinados a ser, vagando sin confines entre los cactus y árboles mezquites.
La libertad de ser lo que estamos destinados a ser, ¿no es eso lo que todos queremos? Esa sensación de no tener restricciones, ni cadenas, ni ataduras a cualquier cosa que nos impida tener una vida armoniosa, saludable y feliz. No obstante, es posible que muchos de nosotros nos sintamos enjaulados por el miedo o las circunstancias, tales como la mala salud o las relaciones difíciles. ¿Cómo quitamos los “candados” para poder experimentar una mayor sensación de libertad en nuestras vidas?