Puede decirse que todos los problemas que afligen al mundo se deben al hecho de que no se enfrenta el magnetismo animal. Dado que es necesario que los cristianos emulen el ejemplo de Cristo Jesús, es lógico asumir que tienen el deber ineludible de probar la irrealidad de los designios del diablo. También cabe decir que las obras del diablo, o mal, pueden resumirse de un modo general en las supuestas actividades de la mente mortal. Sólo cuando la llamada mente humana cede a la sabiduría divina —al gobierno de la Mente única, Dios— despierta del sueño mesmérico de las acciones y pensamientos malévolos. Los Científicos Cristianos, que en cierta medida han despertado de esta hipnosis, son capaces, en esa misma proporción, de vencer el mal en sí mismos y en los demás.
Magnetismo animal es uno de los nombres que se da al mal que falsamente pretende ser y hacer algo; es la creencia del mal en acción. Siempre que una pretensión falsa se afana por imponerse, pretendiendo ser o hacer algo, está actuando el magnetismo animal. En el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, Mary Baker Eddy define la palabra “serpiente” como “magnetismo animal” (pág. 594).
La palabra “serpiente” aparece al comienzo de las Escrituras y, tanto en la Biblia como en Ciencia y Salud, se emplea como la especie adecuada para describir el mal. Empezando con la declaración que al respecto aparece en el libro del Génesis, vemos que representa lo que Pablo define como el “engaño de iniquidad” (2º Tesalonicenses 2:10). En Génesis 3:1 dice: “Pero la serpiente era astuta, más que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho”, y la narración bíblica presenta las cualidades de la serpiente como astucia, duplicidad, malignidad, destreza, sagacidad, encanto, temor, odio, cólera —todo lo contrario de la sabiduría.
La serpiente es representada como aquello que engendra temor. Pretende aterrorizar, hipnotizar y matar. Se supone que produce y transmite veneno. Toda su actividad pretende ser destructiva, y esta característica la devuelve al reino de lo irreal, a la esfera de lo que no existe, pues aquello que es destructivo o puede ser destruido no puede realmente ni siquiera continuar su aparente existencia, pues encierra en sí mismo el elemento del olvido.
La única cualidad que se asigna a la serpiente y que parecería tener realidad, es la sabiduría. Por cierto que la destreza y el encanto son cualidades que también pueden tener un mejor significado, en cuyo caso, cuando, junto con la sabiduría, se las considera espiritualmente, son cualidades acertadamente atribuidas a la serpiente que Dios creó. La Sra. Eddy escribe lo siguiente acerca de ella en Ciencia y Salud: “La serpiente creada por Dios no es ni astuta ni venenosa, sino una idea sabia, encantadora en su destreza, pues las ideas del Amor están sujetas a la Mente que las forma —al poder que cambia a la serpiente en vara” (pág. 515).
El uso de la palabra “sabiduría” como se aplica al sentido que la mente mortal tiene respecto a la serpiente, es similar a la referencia que hace Jesús en cuanto a la sabiduría de este mundo. Él dijo: “Los hijos de este siglo, en lo relativo a su propia generación, son más sagaces que los hijos de luz” (Lucas 16:8, según la versión King James). Aquí la sabiduría sugiere más bien las cualidades de la prudencia y la discreción. Jesús alabó estas cualidades y dijo a sus discípulos: “He aquí, yo os envío como a ovejas en medio de lobos; sed, pues, sabios como serpientes, y sencillos como palomas” (Mateo 10:16, según la versión King James).
En su obra Escritos Misceláneos, la Sra. Eddy amplía lo que el Maestro dijo en esa época y declara que “la [sabiduría] de la serpiente consiste en ocultarse” (pág. 210). Debemos entonces obedecer el mandato del Maestro escondiéndonos de la inspección y acción del error que siempre intenta dañar y destruir. La Sra. Eddy también declara en su Mensaje a La Iglesia Madre para el año 1902: “Es sabio estar dispuestos a [servir a Dios] y ser más [sabios] que serpientes” (pág. 17). Dado que la serpiente en este caso es un sinónimo de todo mal activo, o magnetismo animal, es menester que seamos más sabios que el magnetismo animal.
En la alegoría del Jardín del Edén, la serpiente le habla a Eva. La Sra. Eddy nos recuerda que en realidad no existe en el reino animal una serpiente que hable (Véase Ciencia y Salud, pág. 529). La serpiente parlante se valió de la lengua de Eva ya que no poseía de sí misma la habilidad para hablar. El mal puede incluso, fraudulentamente, ataviarse con vestiduras celestiales. La serpiente le habló a Eva en términos de su propia manera de pensar y hablar. En efecto, cualquier creencia errónea se presenta bajo la máscara de nuestro propio pensamiento. No puede presentarse de ningún otro modo, puesto que vemos, olemos, oímos, tocamos y gustamos sólo aquello en lo que creemos. Por lo tanto, la aparente realidad de estos males depende de nuestra aceptación de ellos según son inducidos por la mente mortal.
Ahora surge esta pregunta: ¿Cómo puede esconderse una serpiente parlante? ¿No la traicionará, inevitablemente, su discurso, aun cuando se esconda detrás de un camuflaje de palabras? De acuerdo con Pablo “el dios de este siglo” (2° Corintios 4:4), el diablo, el mal, el magnetismo animal, la serpiente parlante original, es “falta de honradez… astucia… adulterando la palabra de Dios” (2° Corintios 4:2, según la versión King James). Estemos alerta ante aquel que habla con lisonja, del que se esconde detrás de las palabras de verdad, del mentiroso que produce el veneno de la malicia y de la intriga. No hay mucha diferencia entre el que produce el veneno y aquel que lo vende, llevando y esparciendo el veneno del chisme, los rumores del escándalo, la conversación vana y la crítica maliciosa.
“La sabiduría de la serpiente consiste en ocultarse”, y debido a que las serpientes del error se nos presentan bajo el disfraz del pensamiento, y no pueden presentarse de ningún otro modo, la serpiente se oculta en nuestra propia manera de pensar. Allí es donde debemos buscarla. El magnetismo animal fuera de nuestra propia consciencia jamás puede dañarnos. “La sabiduría de la serpiente consiste en ocultarse” disfrazándose como si fuera el bien, como si fuera una realidad creada. Por esta razón, la serpiente es un tipo de hipocresía que encierra todo el “engaño de iniquidad”.
Este elemento animal que afirma ser inherente a los mortales, los impulsa a cometer toda clase de males en nombre del bien. Las sutilezas animales son engañosas, pero sólo pueden engañarse a sí mismas. Pablo escribió a los Corintios lo siguiente: “Temo que como la serpiente con su astucia engañó a Eva, vuestros sentidos sean de alguna manera extraviados de la simplicidad que hay en Cristo” (2° Corintios 11:3, según la versión King James). Esta simplicidad del Cristo, la Verdad, nos capacita para vencer el encantamiento mesmérico de los aspectos aparentemente placenteros de la materia, y sirve como antídoto para contrarrestar el virus hipnótico de las repugnantes fases de la materia.
Al desplegar su tal llamada sabiduría, la serpiente se esconde en el lugar más eficaz, vale decir, en una cueva. El estudiante superficial titubea o se detiene ante el escondrijo de la serpiente. Le encanta pensar que Dios es Amor, pero no le gusta perturbar un nido de serpientes. Se niega a enfrentar al magnetismo animal. No percibe el error, y si lo ve, no quiere negarlo o no lo negará, ni lo invertirá, ni lo refutará.
El verdadero Científico Cristiano con valentía expulsa a la serpiente de su madriguera. Lo hace, no obstante, con la sabiduría de Dios, no apoyándose en su propia mentalidad humana. De este modo emula el consejo y el ejemplo de nuestra Guía de “ser más sabios que serpientes”. “Ser más sabios que serpientes” significa hacer uso de la sabiduría de Dios, la Mente divina única, para expulsar a la serpiente de su escondrijo o guarida, hacerle frente y quitarle su veneno. Al enfrentarla de este modo, es decir, declarando la Verdad que la contradice, la mentira o serpiente se convierte en un báculo en el que apoyarse (véase Ciencia y Salud, pág. 321). Nótese que ser más sabio que una serpiente significa emplear la sabiduría de Dios, no la propia. Nadie puede poner al descubierto el error basándose en su propia creencia en la mente mortal o en la voluntad humana. El Científico Cristiano verdadero permite que la Verdad revele el error.
Cuando la mentira ha sido descubierta, el estudiante debiera destruirla, mas sólo reemplazándola con la verdad. Toda forma de magnetismo animal es un supuesto contrario de la actividad divina del Cristo, o la Verdad. Como se ha dicho anteriormente, cuando la serpiente es invertida mediante la Ciencia, se convierte en un báculo en el que apoyarse. Si permitimos que la Verdad ponga al descubierto el error, hallaremos que la serpiente ha sido reemplazada por una vara. Debemos mantenernos activos y dejar que la Verdad revele la mentira; debemos insistir y ser persistentes. Dios debe hacer esto, pero nosotros debemos asegurarnos de ser testigos de la actividad de la Verdad.
Jesús dijo: “No he venido para abrogar, sino para cumplir” (Mateo 5:17). ¿No podría esto quizás significar: Yo no he venido a destruir la realidad, sino a restaurarla en la consciencia? Si hacemos frente a la serpiente del materialismo con la sabiduría que proviene de Dios, percibiremos la totalidad del Espíritu y de las cosas espirituales en la proporción en que nuestras actividades sean correctas. La Ciencia Cristiana no es destructiva, sino restauradora. Ni siquiera la serpiente misma se pierde al ser invertida, sino que se convierte en una especie de verdadera sabiduría.
A menudo la guarida de una víbora se halla en nuestro propio corazón. Este escondrijo parecería ser el más inmune al ataque. La gente por lo general se siente más dispuesta a invadir la madriguera del error en el pensamiento y corazón ajenos, y a veces sin la sabiduría de Dios, en vez de destruir los nidos del mal en su propia manera de pensar —proceso que requiere de gran valor.
Para un Científico Cristiano es natural enfrentarse con las serpientes. Jesús dijo que sus discípulos lo harían sin recibir daño alguno. Un Científico Cristiano que no hace frente al magnetismo animal y que no lo vence mediante la omnipotencia divina, no es un discípulo genuino de Cristo o un digno seguidor de su Guía. Es contranatural que un Científico Cristiano ignore las serpientes o el lugar donde se ocultan. Uno debiera usar discreción y estar seguro de su propia habilidad para cumplir lo que desearía hacer por Cristo.
¿Cómo podemos estar seguros de nuestra habilidad, capacidad y competencia? Mediante la preparación. Si el estudiante hace su trabajo diario de oración contra el magnetismo animal con eficacia, hallará que el trabajo que deba hacer en cualquier caso específico, se tornará cada vez más natural y eficiente. Siempre debe recordarse que, si bien la serpiente de cascabel anuncia su ataque, la mayoría de las serpientes son silenciosas y atacan sin previo aviso; de ahí que sea necesario mantenerse imperturbable e inmune a su veneno. El antídoto para toda mordedura de serpiente es pensar y vivir espiritualmente, pues sólo el sentido espiritual puede inmunizarnos contra el mesmerismo y las creencias de la materia.
“Ser más sabios que serpientes” significa también no ser engañados por el pecado oculto. Del mismo modo debiéramos ser “sabios como serpientes” y esconder de la mente mortal nuestros planes y aspiraciones. La serpiente es lo suficientemente astuta como para intentar esconder su veneno, presencia y propósito. Debiéramos mantenernos alerta para detectar, atacar y destruir a la serpiente y su supuesto virus. Debiéramos cultivar la percepción, la iniciativa y la espontaneidad para hacerle frente al mal. Nuestra Guía nos dice que la ilusión que sufrió Moisés respecto a la serpiente perdió el poder de alarmarlo cuando él extendió su brazo y venció el temor (Véase Ciencia y Salud, pág. 321).
En una de las ilustraciones que aparece en la obra Christ and Christmas (Cristo y la Navidad), la Sra. Eddy coloca a la serpiente detrás de la mujer. Jesús dijo: “¡Ponte detrás de mí, Satanás!” (Lucas 4:8, según la versión King James ). El rey Ezequías cantó así: “Echaste tras tus espaldas todos mis pecados” (Isaías 38:17). Pablo declaró que estaba resuelto a proseguir, “olvidando ciertamente lo que queda atrás” (Filipenses 3:13). Una mentira jamás es verdadera; lo irreal no existe. Jesús sabía esto de modo que no temía al magnetismo animal, de lo contrario no habría podido poner a la serpiente detrás. Pero tenga usted en cuenta que Jesús ordenó a Satanás —la mentira— que se pusiera detrás de él. Enfrentó con el poder de la Verdad a la serpiente del magnetismo animal sabiendo que era nada.
No hay nada que pueda reemplazar al Cristo y a la consciencia espiritual. Es necesario mantenerse alerta contra la serpiente del materialismo que esconde su propósito de destruir, tanto la vida y utilidad individual, como la existencia y utilidad del movimiento de la Ciencia Cristiana, acrecentando el supuesto concepto material en lugar de lo espiritual o bajo el disfraz de lo espiritual. Entre lo material y lo espiritual no existe afinidad alguna. Si protegemos las creencias erróneas por medio de nuestra aprobación e indulgencia, ya sea tácita o abiertamente, la consecuente multiplicación de la progenie de la serpiente aumentará nuestros dolores y pesares. Si damos cabida a una forma de mal, o diablo, quizás hallemos que otros siete males más se presentarán para alojarse en nuestra consciencia.
Estas serpientes, o magnetismo animal, no son personas o cosas, aun cuando la mente mortal pretende operar como hombres mortales y cosas. Estas serpientes son, cada una y todas ellas, tan solo conceptos falsos, creencias materiales. Cuando enfrentamos a la serpiente en bien de nosotros mismos, también lo hacemos, de manera impersonal, en bien de los demás —en efecto, para toda la humanidad— por cuanto el Cristo, la Verdad, que sana y salva a una persona, verdaderamente, sana y salva a todos.
¿No podemos acaso imaginar ese día dichoso en que “tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño”? (Marcos 16:18). ¿Y por qué podemos imaginarlo? Porque ellos serán “sabios como serpientes”; sí, ellos serán “más sabios que serpientes”. Entonces “no harán mal ni dañarán en todo mi santo monte; porque la tierra será llena del conocimiento de Jehová, como las aguas cubren el mar” (Isaías 11:9).