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¡Elévate en… reflexión!

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 14 de octubre de 2024


Hoy en día, parece que en todo el mundo el pensamiento humano está en constante revuelo y sublevación; una rebelión, por así decirlo. A lo largo de los siglos, ha habido personas que han luchado valiente y desinteresadamente contra alguna injusticia, inspiradas por un profundo amor por la humanidad y por lo que es justo. 

Por encima de todas ellas, está Cristo Jesús, quien revolucionó el mundo mediante sus enseñanzas y curaciones. Ciertamente se levantó contra todo lo que limitara y aprisionara el pensamiento humano, incluyendo la hipocresía y la opresión. Mary Baker Eddy, la Descubridora de la Ciencia Cristiana y seguidora de las enseñanzas de Jesús, escribió en su libro principal, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras: “Jesús obró osadamente, en contra de la evidencia acreditada de los sentidos, en contra de los credos y las prácticas farisaicos, y refutó a todos los oponentes con su poder sanador” (pág. 18). 

Aquí está claro que la “rebelión” de Jesús no fue personal ni impulsada por la ira. No estaba librando una guerra contra otros ni en peligro de perder su estabilidad y paz, aunque “obró osadamente”. Él estaba trayendo el poder sanador de Dios, el bien, para contrarrestar “la evidencia acreditada de los sentidos”. 

Una forma en la que Jesús caracterizó y resumió sus acciones fue, como lo presenta la traducción de God’s Word: “Puedo garantizar esta verdad: El Hijo no puede hacer nada por sí mismo. Solo puede hacer lo que ve hacer al Padre. En verdad, el Hijo hace exactamente lo que hace el Padre” (Juan 5:19). 

Jesús no dudó en hablar —o probar— la verdad sobre su unidad con Dios, el único creador verdadero, el Padre de todos nosotros. Fue este Padre celestial, el Amor y el Espíritu divinos, el que guio y gobernó cada palabra y acción de Jesús. Esto le permitió  tomar una posición espiritual contra todos los conceptos falsos sobre Dios y el hombre; es decir, las percepciones que se basan en los sentidos materiales y que negarían la autoridad de Dios. 

Esto incluiría la noción de que somos mortales vulnerables a los problemas. Las curaciones de Jesús mostraron que el Espíritu divino, Dios, es supremo y nos creó a cada uno de nosotros a Su imagen y semejanza, espirituales e impecables. Su comprensión de la realidad espiritual destruyó la pretensión de poder, presencia y realidad de estos conceptos falsos, y el resultado fue la curación. 

Las enseñanzas de la Ciencia Cristiana ponen de manifiesto con resplandeciente luz que fue el Cristo —la “naturaleza divina [de Jesús], la santidad que lo animaba”  (Ciencia y Salud, pág. 26)— lo que impulsó todo lo que hizo el Maestro. El Cristo revela que la verdadera naturaleza de cada uno es el reflejo de Dios, en perfecta calidad y expresión espirituales. La esencia del reflejo significa obediencia absoluta a Dios, o reflejar Su naturaleza con completa consistencia. Por medio de la oración en la Ciencia Cristiana, podemos comprender que la ley espiritual nos mantiene en perfecta obediencia a la bondad de Dios, y testifica cada vez más sobre esta verdad inquebrantable mediante la curación y las vidas transformadas. 

Hay un capítulo titulado “Los frutos”, al final de Ciencia y Salud, que está lleno de testimonios de personas que fueron sanadas de todo tipo de enfermedades y otros males simplemente como resultado de la lectura del libro. Una persona compartió cómo sanó de fiebre amarilla, mala visión y fuertes dolores de cabeza, entre otros problemas físicos. Ella escribió: “La Sra. Eddy ha hecho que la lectura de las Escrituras sea para mí una fuente inagotable de consuelo. Por medio de su interpretación, ‘el camino del Señor’ se ha iluminado para mí y los míos. Nos ayuda en nuestra tarea diaria de vencer la tiranía de la carne y su rebelión contra la dirección bendita del Cristo, la Verdad” (pág. 666). 

Esta “dirección bendita” está a la mano en este momento (y a cada momento) para guiar suavemente cada uno de nuestros pensamientos y acciones hacia la seguridad y la serenidad. Por ejemplo, afirmar que nuestra verdadera naturaleza refleja el Amor divino saca a relucir la impotencia y la ilegitimidad del comportamiento agresivo y, naturalmente, aporta una mayor compasión, ternura y dulzura a nuestras acciones. Aferrarse a la verdad de que todos expresamos la integridad y pureza del Espíritu divino revela que la enfermedad, la deshonestidad y el engaño carecen de fundamento. 

Entonces, cuando nos enfrentamos a algo que va en contra de la libertad que Dios nos ha dado, podemos “elevarnos en reflexión”, por así decirlo, para someter y destruir ese elemento de la forma de pensar de la mente carnal, que la Biblia llama “enemistad contra Dios” (Romanos 8:7). Luego, vemos que esta mente carnal no es una fuerza poderosa contra la que debamos luchar con vehemencia, sino que carece totalmente de sustancia. Y tenemos el poder de demostrarlo, paso a paso, y experimentar la curación. 

Publicado originalmente en la columna Christian Science Perspective de The Christian Science Monitor el 1.° de abril de 2024.  

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