Tenía dificultades en la escuela. Durante mi primer año del bachillerato, la pandemia de Covid-19 clausuró mis clases y todo se hizo en línea. A medida que avanzaba el año escolar, mis calificaciones bajaban. No me sentía motivado para terminar ninguno de mis trabajos, y reprobé un montón de clases. Esto no era bueno, porque necesitaba cierto número de créditos para graduarme. Comencé a estar estresado y ansioso por pasar al siguiente grado y graduarme a tiempo.
Llamé a una practicista de la Ciencia Cristiana para que me ayudara a orar por esto. Siempre he orado por las cosas y he llamado a un practicista cuando he tenido un desafío, así que esperaba que el problema se resolviera mientras orábamos juntos. La practicista me dijo que podía seguir adelante sin tener miedo a las clases, a la pandemia o a cualquier otra cosa, porque Dios, que es Amor, me ama y me guía. También me recordó que debido a que Dios es perfecto y yo soy Su expresión, también soy perfecto. No hay errores en Dios, así que no hay errores posibles en mí. Dios crea solo la perfección espiritual. Y eso incluye la capacidad de expresar sin esfuerzo la armonía, la inteligencia y el orden perfectos de Dios.
También compartió un himno del Himnario de la Ciencia Cristiana, que comienza de este modo:
La colina di, Pastor,
cómo he de subir;
cómo a Tu rebaño yo
debo apacentar.
Fiel Tu voz escucharé,
para nunca errar;
y con gozo seguiré
por el duro andar.
(Mary Baker Eddy, Himnario de la Ciencia Cristiana, N° 304)
Hablamos de que esto es mucho más que un himno bonito que cantamos en la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana: es una oración. Y se trata de cómo Dios satisface nuestras necesidades allí mismo donde estamos, e incluso nos da motivación y alegría. Charlar con la practicista y hablar sobre este himno me hizo sentir en paz acerca de la situación, y dejé de estar estresado y preocupado.
Cuando terminó el confinamiento y las clases volvieron a empezar, las cosas comenzaron a ser más fáciles. Hice algunos amigos y me iba mejor en la escuela, pero todavía estaba luchando por encontrar la motivación para hacer el trabajo necesario para mejorar mis calificaciones.
Dos meses antes de que terminara el año escolar, el director me dio una fecha límite para entregar el trabajo que no había completado. Sabía que no podría terminar todo si solo confiaba en mis propios esfuerzos. Así que cada vez que me topaba con un obstáculo al hacer mis tareas escolares, oraba. Sabía que, como reflejo de Dios, ya tenía lo que necesitaba, porque Dios es omnipresente y omnisciente. Esto me ayudó a recordar que Dios era la fortaleza y la inteligencia detrás de mis esfuerzos.
Terminé el año escolar con calificaciones aceptables y estaba muy agradecido. No obstante, todavía tenía que asistir a la escuela de verano para recuperar el resto de los créditos que había perdido. No tenía muchas ganas, porque estaba acostumbrado a disfrutar de las vacaciones de verano, descansar y asistir a campamentos.
Sin embargo, al recordar por lo que había estado orando, concurrí a la escuela de verano, tomé las cosas con calma y realmente sentí la inspiración de Dios que necesitaba para superar cada día. Fue un gran alivio aprobar las dos sesiones de la escuela de verano.
Después de eso, pude hacer una pasantía en un sanatorio de enfermería de la Ciencia Cristiana. ¡Disfruté cada minuto! Realmente me sentí útil al expresar cualidades espirituales como orden, paciencia, puntualidad y alegría. Y era fácil estar motivado, ya que estas cualidades vienen de Dios y tienen Su poder que las respalda. La pasantía estuvo bien, y sé que eso se debió a lo mucho que había orado antes y durante la pasantía, y todas las formas en que había expresado estas cualidades en mi trabajo de la escuela.
Esta experiencia no fue fácil, pero me ayudó a crecer espiritualmente y me mostró lo que significa expresar a Dios como Su idea. Me enseñó que incluso cuando tengo que hacer mucho trabajo duro, todavía puedo encontrar alegría, porque Dios es la fuente de esa alegría.
