Unos años después de terminar el bachillerato, decidí mejorar los resultados de mis exámenes de mi último año volviendo a dar algunos de los exámenes. Esta es una práctica común en Sudáfrica, donde vivo. Lo hice con la esperanza de que me admitieran en la universidad. Cuando recibí resultados que cumplían con los requisitos de admisión, presenté mi solicitud. Pero no me aceptaron.
Sintiéndome desesperada, me volví a Dios en oración, como he estado aprendiendo a hacer en mi estudio de la Ciencia Cristiana. También me comuniqué con un practicista de la Ciencia Cristiana y le pedí que orara por mí. El practicista me recordó que, por ser la imagen o reflejo de Dios, que es perfecto, soy completa. Para mí, esto significaba que no me podía faltar ninguna cualidad que necesitara para progresar o tener éxito. También dijo que la ley del bien de Dios siempre está en funcionamiento, lo que me ayudó a sentirme menos preocupada por el futuro.
Al pensar en estas ideas, reconocí que realmente soy una hija amada de Dios que está hecha, según el primer capítulo de la Biblia, a Su imagen y semejanza, como todos los demás. Puesto que estoy hecha a imagen de Dios, ¿qué me podría faltar? Si Dios es perfecto y bueno, debo reflejar bondad, inteligencia y habilidad. Mientras oraba, me di cuenta de que me inundaban estas ideas. Pude ver que Dios se comunicaba conmigo, y sentí una inmensa paz y amor, y mucha gratitud. Continué orando y estudiando, y mi miedo disminuyó.
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