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Declaraciones de la Verdad

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 7 de octubre de 2024


¿Cómo sabemos la diferencia entre la verdad y la mentira? Al tener varias fuentes que pretenden informar la verdad, pero cada una relata versiones muy diferentes de los hechos, ¿cómo podemos saber qué es realidad y qué es ficción? ¿Existe una fuente confiable?  

Hace siglos, Cristo Jesús dijo: “Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:32). Él conocía la verdad del control amoroso de Dios tan profundamente que podía calmar una tormenta, consolar y sanar a otros, incluso vencer la muerte, en medio de las convulsiones políticas, religiosas y sociales de su época. Pero este conocimiento iba mucho más allá de una creencia ciega o un entendimiento intelectual. Él estaba defendiendo lo que es divinamente real frente a cualquier evidencia contraria. 

Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, escrito por Mary Baker Eddy, explica que nosotros también podemos hacer esto hoy en día. Dice: “No es ni la Ciencia ni la Verdad lo que obra mediante la creencia ciega, ni es la comprensión humana del Principio divino sanador como era manifestado en Jesús, cuyas oraciones humildes eran declaraciones profundas y concienzudas de la Verdad, de la semejanza del hombre con Dios y de la unidad del hombre con la Verdad y el Amor” (pág. 12). 

Las declaraciones silenciosas de la semejanza del hombre con Dios y de su unidad con Él sacaron a la luz progresivamente los mejores medios para la acción correctiva.  

Las audaces “declaraciones de la Verdad” que hizo Jesús desafiaron las afirmaciones del mal, sanando y bendiciendo a otros. Él le mostró a la humanidad lo que realmente es la Verdad, Dios. Hoy en día, tales declaraciones basadas en la oración pueden llevar a sus seguidores a la respuesta correcta cuando es vital que se revele la veracidad de una situación.  

He tenido oportunidades de practicar este tipo de declaraciones. En un caso, en la empresa en la que trabajaba, las mentiras resultaron en pérdidas financieras significativas en una transacción comercial. Mis oraciones me mostraron que no necesitaba luchar para tener una fe ciega o incluso aplicar un entendimiento humano limitado. La verdad no dependía de mí para hacerla real. Con una protesta mental podía enfrentar cada mentira que saliera a la superficie. 

Me di cuenta de que las mentiras son infundadas. ¿De dónde vienen? No de Dios. Ciertamente, hay desafíos importantes en el mundo que no podemos ignorar. Y necesitamos tener compasión y ocuparnos de todos los que están luchando, tal como lo hizo Jesús. Pero la tristeza y el sufrimiento —e incluso la tentación de engañar— son el resultado de un falso concepto del universo, una creencia falsa acerca de lo que tiene sustancia y realidad. 

El segundo capítulo y los siguientes del libro del Génesis en la Biblia ilustran la mentira fundamental de que los hombres y las mujeres están separados de Dios y existen en un mundo de tristeza y vergüenza. La serpiente, o el primer mentiroso, afirma crear una distancia devastadora entre la bondad de Dios y la experiencia del hombre. Sin embargo, Jesús expuso esta mentira al ser un testigo tan claro de la unidad del hombre con Dios que su ministerio sanador no pudo ser detenido por la agitación política, las doctrinas religiosas  ni las tormentas de ningún tipo. Su profunda confianza y seguridad en Dios tuvo un efecto práctico en la experiencia humana, al destruir todo tipo de mentira o mal que encontró, incluso la mentira de que la vida termina; ya que se levantó de la tumba. 

En mi situación empresarial, sabía que las mentiras no podían persistir ni hacer alarde de tener control de los negocios o las maniobras políticas, ni tampoco derrotar la paz y el progreso. En realidad, allí mismo donde la confusión parecía estar, el Cristo, la idea divina de Dios, estaba operando para ajustar las circunstancias humanas.  

Varios individuos perdieron sus empleos como resultado de sus acciones, y siguieron largas investigaciones. A mí me tocó resolver muchos problemas persistentes y avanzar en las transacciones comerciales que debían continuar. El trabajo requería que aceptara constantemente el poder de la Verdad para anular cada afirmación de pérdida, deshonestidad y turbulencia que surgía. Las declaraciones silenciosas de la semejanza del hombre con Dios y de su unidad con Él sacaron a la luz cada vez más los mejores medios para la acción correctiva. Saber que el hombre era uno con la Verdad resultaba cada día en un pensamiento tranquilo y concentrado y en soluciones  esclarecedoras.  

También pude ver que las personas involucradas en el engaño eran, de hecho, hijos de Dios, a pesar de los errores que parecían privarlos del conocimiento de su herencia divina. Las reclamaciones entre la empresa y esos empleados se resolvieron sin litigio. Durante este proceso, estuve completamente protegida.  

El presidente de la junta directiva de la compañía declaró, en una carta que me envió, que mis elevadas normas éticas y morales habían sido fundamentales para ayudar a la organización a descubrir lo que había sucedido en esta terrible experiencia. Sentí que este reconocimiento era una evidencia concreta del poder de insistir al orar en lo que es divinamente verdadero. 

Como resultado de esta experiencia, se fortaleció mi comprensión de que las declaraciones profundas y concienzudas de la unidad del hombre con Dios destruyen toda falsedad; la mentira desaparece naturalmente, porque jamás fue parte de lo que es espiritualmente verdadero. Todo concepto erróneo se disuelve a medida que la unidad del hombre con Dios se afianza firmemente con clara convicción; ya sea que se trate de cuestiones políticas o religiosas, de la experiencia individual o de la salud.

Si bien tener una brújula moral es fundamental, llegué a ver que es crucial comprender profundamente la naturaleza inmutable, omnipresente y todopoderosa de la Verdad y su capacidad para transformar y redimir la experiencia humana. Es una fuente poderosa de la sensación espiritual diaria de bienestar, progreso y crecimiento espiritual.  

Con los pensamientos que la Mente divina nos proporciona a todos a cada momento, somos capaces de confiar en que el Cristo comunicará las ideas espirituales específicas que disuelven las mentiras. Nuestras oraciones, nuestras “declaraciones profundas y concienzudas de la Verdad”, nos llevan a la respuesta correcta cuando enfrentamos la falsedad. Los ajustes adecuados están asegurados porque, silenciosa o audiblemente, como la sabiduría lo dirige, la Verdad habla más fuerte que el ruido de cualquier tormenta. 

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