Las actividades que había planeado para el verano comenzaban a acumularse. Era el final de mi tercer año del bachillerato y estaban ocurriendo muchas cosas. Tenía un viaje de la clase de Biblia a Grecia; había planeado visitar universidades; y tal vez asistiría a un campamento de porristas con el equipo de mi escuela. Además, soy parte de un programa para estudiantes del bachillerato que son Científicos Cristianos, por lo que tenía que completar una pasantía que la mayoría de los estudiantes hacen durante el verano.
Aparte de todo eso, voy a un internado, por lo que mis veranos son un momento preciado con mi familia. Ahora parecía que el tiempo estaba desapareciendo.
Hablé con mi mentora para el programa de pasantías y se nos ocurrieron algunas ideas, que incluían presentarme a dos lugares que coincidían con mis intereses y que también estaban cerca de mi casa. En ambos lugares dijeron que se comunicarían conmigo. Pero se acercaba la fecha límite para presentar mi plan de pasantías, y ninguno de los dos había respondido, y comencé a sentir que estaba atrasada en comparación con otros en el programa.
Cuando le dije a mi mamá que estaba preocupada, me dijo que podíamos orar para aliviar mis inquietudes y que me ayudaría a encontrar más opciones cerca de casa. Estuvimos de acuerdo en que yo tenía que estar abierta a diferentes ideas. Hablamos sobre lo que dice en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras: “... todo lo que bendice a uno bendice a todos” (Mary Baker Eddy, pág. 206). Podía confiar en Dios lo suficiente como para saber que no importaba dónde terminara haciendo mi pasantía, aprendería algo nuevo y tendría una gran experiencia.
También me pregunté cuál era mi propósito de hacer una pasantía, además de ser un requisito para el programa. Pensé en que un pasante aprende de su supervisor antes de entrar en una línea de trabajo similar. Esto me hizo pensar en los discípulos, los estudiantes de Jesús. Un discípulo es alguien que aprende y recibe instrucción de otro. Me di cuenta de que podía ver la pasantía como algo más que una tarea. Podía verlo como una oportunidad para aprender más acerca de Dios, seguirlo y expresar Sus cualidades.
También me di cuenta de que, en lugar de pensar que todo esto dependía de mí, podía confiar plenamente en Dios para que la idea correcta tomara forma. Jesús dijo una vez a sus discípulos: “El Padre mayor es que yo” (Juan 14:28). Me pregunté: ¿Cómo puede el estrés agobiarme si comprendo que Dios es el que tiene el control, no yo? También sabía que no importa dónde estemos, Dios siempre bendice las acciones y motivos correctos; así que no necesitaba preocuparme por los detalles de mi pasantía. El estrés que había estado sintiendo por la fecha límite desapareció.
Con estas ideas en mente, me uní a la convocatoria mensual de mi programa. Después de la llamada, tuve la fuerte intuición de quedarme a hablar con la líder de mi grupo. Mientras hablábamos, ella propuso una idea para una pasantía que era durante el año escolar. Inicialmente, la había ignorado porque pensé que no funcionaría con mi temporada de fútbol y mi apretada agenda. Pero recientemente había tomado la decisión de cambiar el fútbol por otra actividad extracurricular, así que ahora la idea parecía más prometedora.
Pensando en que se me había pasado la fecha límite para postularme, me dije a mí misma que no me hiciera ilusiones con esta pasantía. E incluso si no me la hubiera perdido, pensé que, de todos modos, probablemente no la conseguiría. Pero cuando nos fijamos, ¡la fecha límite era ese mismo día! Llené toda la documentación y en tres horas la había entregado.
Esperé pacientemente una respuesta, sabiendo que Dios tenía el control y que todo saldría bien. Unos días más tarde, después de una entrevista, ¡me emocioné al saber que había sido aceptada! Todas mis dudas sobre mi verano habían desaparecido, y era claro para mí que confiar en Dios me había ayudado a encontrar la solución perfecta.
Antes de esta experiencia, estaba abrumada por la posibilidad de que una agenda apretada se apoderaría de mi verano. Pero para cuando me aceptaron para la pasantía, estaba lista para llenar mi calendario con cualquier cosa que Dios tuviera reservada para mí. A través de mi pasantía, hice amigos y obtuve ideas sanadoras. Fue un verano inolvidable lleno de tiempo para la familia, viajes y mucho amor.
Estoy muy agradecida por lo que aprendí de esta experiencia. Dios me apoyó en todo momento, y lo único que tuve que hacer fue estar dispuesta a poner mi confianza en Él.
