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Empleo, ética y poner a Dios primero

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 19 de agosto de 2024


Después de graduarme de la universidad, trabajé en una tienda minorista de una gran empresa. Parecía haber pocas perspectivas de progreso, así que comencé a buscar trabajo, algo que había hecho varias veces antes, con poco éxito. 

Cuando le pedí a un practicista de la Ciencia Cristiana que me ayudara mediante la oración, su respuesta cambió mi forma de pensar de la impotencia a la esperanza. Me recordó que Dios es nuestro verdadero empleador y la fuente de nuestra provisión, por lo que siempre debo comenzar mi búsqueda de empleo poniendo a Dios en primer lugar. 

Esto me ayudó a ver que la búsqueda no se realizaba realmente en el ámbito físico de los edificios de ladrillo y argamasa ni dependía de las decisiones de los empleadores; estaba realmente en el verdadero universo espiritual donde la expresión perfecta de Dios, el hombre, está por siempre empleada y remunerada. La Ciencia Cristiana revela que nuestro verdadero trabajo es expresar las cualidades de Dios y que las bendiciones siguen inevitablemente. Cristo Jesús instruye: “Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia; y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:33).

Al leer con regularidad el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, por Mary Baker Eddy, y estudiar varios pasajes de la Biblia — incluido el Salmo 91 y el Sermón de Jesús en el Monte— me di cuenta de que Dios es el Amor todopoderoso y omnipresente y provee con abundancia a Su creación espiritual, que me comprende a mí. Muchos viejos hábitos y problemas físicos persistentes simplemente desaparecieron durante este tiempo. Me sentía tan agradecido por el progreso que estaba logrando que empecé a asistir con regularidad a una filial local de la Iglesia de Cristo, Científico, y finalmente me uní tanto a ella como a La Iglesia Madre (La Primera Iglesia de Cristo, Científico, en Boston).

Esforzarme por comprender mejor a Dios y ponerlo a Él en primer lugar me  encaminó hacia una travesía espiritual que me llevó no solo a tener un trabajo más satisfactorio, sino también a prácticas comerciales más justas y armoniosas por parte de mi empleador.

Un día, mientras asistía a una reunión de estrategia con mi empleador actual, me pidieron que me reuniera con un alto directivo en su oficina. Aunque nunca imaginé que tendría un futuro con esta empresa, el directivo me ofreció un ascenso que incluía más dinero, un automóvil de la empresa y una oficina. Además de eso, me asignó un mentor para que me entrenara. El nuevo puesto coincidió con una curación que había tenido recientemente del miedo a hablar en público. Esto resultó particularmente beneficioso, ya que mis nuevas funciones incluían hablar con grupos de empleados de la empresa con regularidad. 

Sentí la mano de Dios en este nuevo nombramiento, y conduje a casa agradeciéndole por mostrarme quién es mi verdadero empleador. 

 Dos años después, mi empresa fue acusada de cometer fraude. Las acusaciones provenían tanto de una agencia reguladora del gobierno como de una estación de televisión local que había llevado a cabo una operación encubierta en varias de nuestras tiendas. La publicidad fue tal que algunos en las oficinas centrales de la empresa creyeron que nuestro negocio sería multado severamente o que posiblemente lo cerrarían. Se creó un nuevo puesto para tratar el problema, y yo fui en quien  confiaron para ocuparlo.

En lugar de sentirme intimidado por esta nueva responsabilidad de alto nivel, una vez más vi que esto era la mano de Dios en acción. Como mi comprensión de Dios había aumentado, pude enfrentar estas acusaciones sin miedo. Otro empleado con experiencia en medios de comunicación fue asignado para tratar con la estación de televisión, mientras yo trabajaba con la agencia reguladora. Las acusaciones eran que varios de nuestros medios estaban recomendando agresivamente trabajo innecesario.

Afirmé en oración que Dios nunca había hecho a un hombre o una mujer deshonestos. Como Verdad divina, Dios expresa integridad a través de toda Su creación, y pensé en algunas de las cualidades espirituales que el apóstol Pablo describe en una de sus epístolas en la Biblia: “El fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley” (Gálatas 5:22, 23). Oré para ver que estas cualidades derivadas de Dios eran innatas y expresadas por todos nosotros.

En particular, me llamó la atención la palabra amor. ¿Por qué debería tener miedo de los reguladores estatales, cuando todos son una expresión del amor de Dios, y “contra tales cosas no hay ley”? Esta preparación espiritual silenció el miedo y me dio confianza para comunicarme con los reguladores y concertar una reunión. 

Los funcionarios del gobierno me presentaron una multitud de alegatos alarmantes. Sabía que no era el momento de estar a la defensiva ni de ofrecer largas explicaciones. De hecho, me esforcé por ser respetuoso, hacer preguntas y, sobre todo, escuchar la dirección de Dios. Recordé esta  afirmación bíblica: “La batalla no es de ustedes, sino de Dios. … quédense quietos y observen la victoria del Señor” (2 Crónicas 20:15, 17, NTV).

Los funcionarios habían investigado varias de nuestras tiendas, pero no habían reportado evidencia de fraude. No obstante, señalaron que nuestros vendedores hacían un mal trabajo al mantener a los clientes completamente informados. El hecho de que los funcionarios creyeran que nuestra operación minorista era esencialmente honesta fue una buena noticia para la gerencia local y corporativa. Pero su requisito de que, en el futuro, nuestra empresa emitiera facturas de venta correctamente documentadas o se arriesgarían a tener que dar a los clientes un reembolso completo, fue una sorpresa. Al principio, la gerencia local se resistió a esta condición, creyendo que un procedimiento tan detallado inhibiría nuestro equipo de ventas. Pero yo sentía que lo que el estado requería estaba de acuerdo con el gobierno supremo y siempre veraz de Dios y, por lo tanto, era una buena práctica comercial consistente con la Regla de Oro.

Con esto en mente, me reuní con nuestro alto directivo y describí los requisitos de los reguladores. Y él estuvo de acuerdo. Me pidió que llevara a cabo una serie de sesiones de capacitación en todo el estado sobre la documentación y los procedimientos correctos de las facturas de venta. Nuestro equipo de ventas había sido entrenado para superar con energía las objeciones y resistencias de los clientes; el nuevo enfoque de ser abiertos y hacer una divulgación completa cambió su método de venta a uno amable y genuinamente solidario. Como resultado hubo menos quejas de los clientes y un aumento de las ventas.

Seguí reuniéndome cada tres meses con los reguladores, lo que dio lugar a una relación armoniosa; tanto que poco después me ascendieron a un nuevo puesto. Me convertí en parte de un equipo de capacitación que hizo de la divulgación completa la base de las prácticas de ventas de la empresa a nivel nacional.

Pablo escribe: “El reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia y paz y gozo en el Espíritu Santo. Porque el que de esta manera sirve a Cristo, es aceptable a Dios y aprobado por los hombres” (Romanos 14:17, 18, LBLA).

Al recordar mi carrera empresarial, me doy cuenta de que hacer de la integridad y la honestidad la base del enfoque de ventas de mi empresa fue el cumplimiento del propósito de Dios. No podría estar más agradecido por la Ciencia Cristiana. Mi estudio no solo cambió mi vida para mejor, sino que también me permitió hacer una sustancial contribución.

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