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Enfrentar el temor trae curación

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 14 de octubre de 2024


Hace unos años, tuve una experiencia que me enseñó el poder de negarme a tener miedo. Era el Día de Acción de Gracias, y mi esposo y yo íbamos a encontrarnos con unos familiares en un restaurante a varias horas de distancia. Como de costumbre, salimos temprano de casa para tomar la ruta escénica. Yo había estado experimentando algunas molestias en la espalda, pero encontré la manera de aferrarme a algo para poder recorrer los caminos llenos de baches. En la cena, tenía algo de dolor, pero aun así pude disfrutar de esos momentos con nuestros seres queridos.

Durante el fin de semana festivo, experimenté elevados niveles de dolor cada vez que me movía. Había estado orando, pero muy ocasionalmente. En un momento dado, tuve que ir al mercado para hacer nuestras compras semanales. Conducir yo misma significaba que no podría aferrarme a algo para evitar sentir los parches, baches y badenes aparentemente interminables de la carretera. 

Al regresar a casa después de atravesar el mercado usando el carrito de compras como andador, y arrastrar luego las bolsas escaleras arriba hasta nuestro apartamento, me sentí miserable y llorando me tendí dolorosamente en el suelo. 

Después, esa tarde, mientras estaba sentada en el sofá todavía luchando con un intenso dolor en la columna vertebral, me vinieron varios pensamientos. Primero, recordé la vívida imagen de un programa de ciencia ficción que parecía una representación dramática de lo que estaba experimentando. Luego vino la sugestión de que se trataba de una infección y que, si se lo contaba a mis amigos, se asustarían mucho por mí. Pero en el mismo momento, tuve otro pensamiento: “No me voy a asustar. No voy a hacerlo. Me niego a tener miedo”.  

Es muy típico de la mente mortal, la supuesta mente separada de Dios, bombardearnos con imágenes, nombres de enfermedades y preocupaciones por las opiniones de los demás. Pero en medio de eso, solo un pensamiento había sido de Dios: el llamado a no tener miedo. En Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, Mary Baker Eddy señala el “fragor, la oscuridad y el caos terribles” de las creencias falsas (pág. 307). También escribe: “La práctica científica y cristiana comienza con la nota tónica de la armonía de Cristo: ‘¡No temáis!’” (pág. 410). Dios nos hace capaces de esto.

Al pensar en ello, creo que negarme a ceder al miedo fue el momento decisivo en la curación. Físicamente, no sentí ningún cambio inmediato, pero había tomado una decisión y sabía que no iba a ser disuadida de esta decisión basada en la espiritualidad. Como dice Ciencia y Salud: “Cuando desaparece el temor, el fundamento de la enfermedad se va” (pág. 368).

Al día siguiente, cuando el dolor disminuyó, me vi obligada a tomar un tren a una ciudad cercana para hacer un mandado. En un semáforo a mitad de camino a la estación de tren, vi un gran bache en la carretera delante de mí. Conducía sola, por lo que no podría aferrarme a nada. Entonces me vino a la mente una estrofa de un himno favorito:

Brazos del eterno Amor
guardan a Su creación.
Dios te da Su protección
y Su apoyo bienhechor.
 (John R. Macduff, Himnario de la Ciencia Cristiana, N.° 53)

Al darme cuenta de que ya había pasado por varios baches y badenes sin notarlo, me aferré a estas palabras mientras conducía el resto del camino hasta la estación. Durante el viaje en tren, estuve consciente de cada sacudida a lo largo de los rieles, pero no sufrí. Cuando llegué a mi destino, pude hacer el mandado a pie y luego regresar a casa en tren y en automóvil sin angustia alguna. A la mañana siguiente, estaba completamente libre de dolor.

Tengo el placer de agregar que no solo se superó una sugestión aterradora, sino que nunca más volví a experimentar dolor de espalda, que había sido un problema recurrente en los años anteriores a la curación. 

Tisha Carper Long
Albany, California, Estados Unidos

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