Puede ser tentador considerar la Biblia como un mero libro de historias sobre pueblos antiguos; un libro repleto de alegorías, conflictos y personajes famosos de antaño.
Pero mediante la Ciencia Cristiana, descubierta por Mary Baker Eddy —y explicada en su obra Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras— he llegado a ver la Biblia bajo una luz espiritual como la “carta de navegación de la vida” (Ciencia y Salud, pág. 24), con un mensaje espiritual que eleva moral y espiritualmente. Cada día, la lectura de Ciencia y Salud me lleva a amar aún más la Biblia, como una obra preciosa que contiene maravillosas promesas divinas del bien para todas las generaciones.
La Ciencia Cristiana, que explica las leyes de Dios, revela el valor espiritual intrínseco de las Escrituras para comunicar el verdadero conocimiento de Dios y Su relación con el hombre y el universo. Los ejemplos del poder de Dios que contiene la Biblia sirven como guía para todos en el camino de la Verdad. Cada uno de nosotros tiene el derecho legítimo, sostenido por Dios, de percibir este poder y reclamar las promesas de esperanza y curación de la Biblia, que no están contaminadas por el tiempo y se aplican a cada uno de nosotros, ahora.
Esta convicción me sanó de un dolor insoportable en mi mano derecha después de tropezar y caer con todo mi peso sobre esa mano. Cuando en las horas siguientes la situación siguió empeorando, decidí orar. Primero pensé en Dios: el Espíritu divino, la Vida, la Verdad, el Amor. Luego consideré el vínculo indestructible que nos une a Dios por ser Su imagen y semejanza. Con esto en mente, logré concluir lógicamente que, en la realidad espiritual, en ningún momento había estado separado de Dios ni podido experimentar un accidente.
Pensé en una promesa de Jeremías: “Te devolveré la salud, y te sanaré de tus heridas” (30:17, LBLA). Percibí que este mensaje es actual y poderoso, y que se aplica a mí y a todos, en toda circunstancia, en todas partes. Dios nos mantiene a salvo en todo momento, y esta comprensión sana. La inspiración que encontré en mi estudio diario de las Lecciones Bíblicas que contiene el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana —compuestas de pasajes de la Biblia y Ciencia y Salud— me ayudó a mantener mi pensamiento en el reino de los cielos: la presencia del Amor que excluye cualquier mal. Me liberé del problema físico poco después.
El descubrimiento de la Sra. Eddy de la Ciencia contenida en las Escrituras ofrece a toda la humanidad la oportunidad de apreciar el valor práctico y sanador de estas. El primer artículo de fe de la Ciencia Cristiana se refiere a tomar “la Palabra inspirada de la Biblia como nuestra guía suficiente hacia la Vida eterna” (Ciencia y Salud, pág. 497). De esta manera comenzamos a comprender el verdadero significado de la Vida eterna, que se ilustra a lo largo de la Biblia, especialmente por Cristo Jesús. Este conocimiento nos libera de las limitaciones y satisface las necesidades humanas.
En vista de ello, se vuelve perfectamente natural leer la Biblia desde un punto de vista que reconforta, anima y sana. Así podemos ver, por ejemplo, que la historia de la lucha entre David y Goliat, relatada en el primer libro de Samuel, dista de ser una mera demostración de fuerza física en una contienda entre dos enemigos. Por el contrario, nos lleva a considerar la realidad del bien en lugar del mal, el poder de la Verdad sobre el error, el valor de la confianza en Dios sobre el temor.
Uno de los conceptos importantes del Nuevo Testamento es el “reino de los cielos”. Ciencia y Salud lo describe como “el reino de la armonía” (pág. 590), y arroja más luz sobre lo que Dios es y lo que no es, lo que su reino incluye y lo que no incluye. Dios es bueno, perfecto y todo armonioso. Y el hombre —término que describe la verdadera naturaleza de todos a semejanza de Dios— es bueno, perfecto y todo armonioso. La armonía que Dios otorga es real, presente y palpable ahora mismo, y el hombre no puede separarse de ella. Por lo tanto, el reino de Dios no puede incluir enfermedades ni ninguna falta de armonía. Es la conciencia constante del bien. No ofrece ninguna justificación para el sufrimiento; excluye el dolor, el odio, la ira, los celos, la envidia, la malicia, la irritación, el miedo.
Iluminadas por la inspiración espiritual, las historias bíblicas se vuelven hermosas, instructivas, sublimes, relevantes y familiares. Al revelar la supremacía del bien sobre el mal, abren la puerta a la curación en nuestra vida diaria. El ministerio de Jesús muestra que la luz divina está a la mano para mejorar nuestras vidas, gracias al conocimiento de Dios y la obediencia a Él. Y Cristo Jesús dijo: “Antes que Abraham fuese, yo soy” (Juan 8:58). En su esencia espiritual, tal como ha sido revelada por la Ciencia Cristiana, esta declaración está llena de significado. Describe perfectamente al Cristo eterno que siempre ha existido, incluso antes y después de Jesús y su época. El Cristo es la verdad de Dios y trasciende todas las limitaciones humanas y el tiempo.
El estudio sincero de la Biblia a la luz de Ciencia y Salud protege, corrige, apoya y salvaguarda nuestras vidas y comunidades al abrir la puerta de la comprensión espiritual. Destaca la existencia de “un único Dios infinito, el bien”, que “unifica a los hombres y a las naciones; constituye la hermandad del hombre; pone fin a las guerras; cumple el mandato de las Escrituras: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’; aniquila la idolatría pagana y la cristiana, todo lo que está errado en los códigos sociales, civiles, criminales, políticos y religiosos; equipara los sexos; anula la maldición que pesa sobre el hombre, y no deja nada que pueda pecar, sufrir, ser castigado o destruido” (Ciencia y Salud, pág. 340).
Dentro del movimiento de la Ciencia Cristiana, la Biblia es de primordial importancia, como nos recuerda el primer artículo de fe. Es más, nuestra propia Guía escribe sobre el proceso que la llevó a descubrir la Ciencia divina: “Al seguir estas indicaciones de la revelación científica, la Biblia fue mi único libro de texto. Las Escrituras se iluminaron; la razón y la revelación se reconciliaron, y después la verdad de la Ciencia Cristiana fue demostrada” (Ciencia y Salud, pág. 110).
La Biblia y Ciencia y Salud son el pastor dual e impersonal que predica las buenas nuevas del Consolador que Jesús prometió que vendría. Ciencia y Salud no reemplaza la Biblia, pero nos muestra cómo aplicar los mensajes inspirados de las Sagradas Escrituras a las necesidades humanas, al iluminar la consciencia del buscador y facilitar la puesta en práctica de las verdades contenidas en la Biblia. Todos podemos atesorar la alegría de estar más cerca de Dios y acoger con humildad el cumplimiento de las promesas de bien que ofrece la Biblia.