Hay mucha promesa en este pasaje de la Biblia: “No estén ansiosos por nada, sino en todo mediante oración y ruego, con acción de gracias, conocidas sean sus peticiones a Dios” (Filipenses 4:6, New King James Version). Sin embargo, ¡qué tarea tan difícil! No te preocupes por nada. En un día cualquiera, parece que hay muchas cosas por las que estar ansioso. La encuesta de 2023 de la Oficina del Censo de los Estados Unidos encontró que la mitad de los adultos jóvenes estadounidenses encuestados lidian regularmente con la ansiedad. Ahora se considera una epidemia.
Pero hay una solución. La Biblia está llena de relatos de personas que se salvan del temor, la angustia y el daño al volverse directamente a Dios en tiempos de necesidad. Uno de esos relatos es el del profeta Jeremías. Abrumado por los errores del pueblo de Judá y su falta de voluntad para admitir sus fallas y vivir centrándose en Dios, dejó de lado el desaliento para buscar dirección y paz en Dios. Escuchó esta reconfortante guía: “Bienaventurado el hombre que confía en el Señor, y cuya esperanza es el Señor. Porque será como un árbol plantado junto a las aguas, que extiende sus raíces junto al río, y no temerá cuando venga el calor; sino que su hoja será verde, y no estará ansioso en el año de sequía, ni dejará de dar fruto” (Jeremías 17:7, 8, NKJV).
Confiar en el Señor es conocer a Dios como soberano sobre todo pensamiento, todo cuidado, sobre cada uno. Es saber, en realidad, que el Amor divino reina supremo y gobierna todo. Este hecho divino proporciona una base segura y firme para nuestras vidas.
Muchas de nuestras ansiedades son esencialmente el temor a que nos separen de algo bueno. Por lo tanto, la libertad proviene de comprender mejor a Dios como el Amor del todo bueno y siempre presente, y al hombre como el reflejo completo del Amor divino. Entender que somos en verdad uno con Dios y aceptar la realidad de la naturaleza y actividad perfectas de Dios nos muestra una creación que es totalmente buena y espiritual. Esta unidad nos capacita para hacer primero una pausa en lugar de reaccionar, y luego actuar con amor en vez de hacerlo por miedo. Y comenzamos a sentir algo de la paz y la alegría incontenibles que se encuentran en una vida dedicada a aprender más sobre el Amor divino y a expresarlo.
El ejemplo de Jesús en la Biblia muestra cómo el Cristo —la santidad que motivó a Jesús— despierta a la consciencia humana y la arraiga en una base nueva y confiable de no estar “ansioso por nada”. Desde su tentación en el desierto hasta su lucha en Getsemaní, Jesús luchó contra la creencia en la mortalidad y la ansiedad que la acompaña, y aun así resistió con éxito la fuerza de esos pensamientos para mantenerse consciente de la presencia de Dios. La influencia transformadora del Cristo le dio el poder para romper el sueño de la mortalidad y encontrar el consuelo y la autoridad de Dios. Este mismo Cristo está presente con el fin de establecernos en el único fundamento que existe para confiar en el bien: la supremacía del Espíritu. Este fundamento es inquebrantable, inconmovible, siempre presente.
En su Sermón del Monte, Jesús nos da instrucciones para lidiar con cualquier tipo de ansiedad, como se parafrasea en The Message: “Lo que estoy tratando de hacer aquí es que te relajes, que no estés tan preocupado por obtener algo, a fin de que puedas responder a lo que Dios da … Sumerge tu vida en la realidad de Dios, en la iniciativa de Dios, en las provisiones de Dios. No te preocupes por perderte algo. Descubrirás que todas tus preocupaciones humanas cotidianas serán respondidas. Presta toda tu atención a lo que Dios está haciendo ahora mismo, y no te alteres por lo que pueda o no suceder mañana” (Mateo 6:31-34, Eugene H. Peterson).
Aquí, Jesús presenta dos puntos esenciales: 1) Enfocarse en lo que Dios da en lugar de en lo que sentimos que queremos obtener, y 2) Prestar plena atención a lo que Dios está haciendo ahora mismo, en el presente, porque la preocupación y la ansiedad se enfocan en el futuro. La única manera de lograr esto es conocer nuestra unidad con Dios y Su totalidad. Entonces se vuelve natural seguir las enseñanzas de Jesús. Estamos diseñados para ser, y somos, semejantes a Dios, inmortales; por lo tanto, no podemos evitar tener el deseo sincero de centrarnos en Dios y enfocarnos en el bien presente.
A menudo, la ansiedad es el resultado de tratar de controlar situaciones en la experiencia humana sobre las que simplemente no tenemos control. Y surge el miedo cuando sentimos que todo en nuestra vida depende de nosotros. Sin embargo, la Ciencia Cristiana muestra que cuando nos apoyamos en Dios y cedemos a la supremacía y el cuidado del Amor divino, descubrimos cada vez más que podemos regocijarnos en lugar de preocuparnos. Nuestra alegría se debe al hecho indeleble de que nuestra vida es el reflejo permanente de la bondad de Dios. En esta Ciencia también aprendemos que nunca hemos sido mortales temerosos que tienen la mente llena de preocupaciones. Siempre hemos sido las ideas sin temor e inmortales de Dios, de la Mente divina.
La Ciencia Cristiana enseña: “Nunca pidáis para el mañana; es suficiente que el Amor divino es una ayuda siempre presente; y si esperáis, jamás dudando, tendréis en todo momento todo lo que necesitéis” (Mary Baker Eddy, Escritos Misceláneos 1883-1896, pág. 307).
Entonces, ¿podemos estar ansiosos por nada? Definitivamente.
Larissa Snorek, Redactora Adjunta
