En la escuela donde solía enseñar, había un cartel en la pared que decía: “Leer es pensar”. Estoy de acuerdo. Mirar un montón de palabras en una página, sin pensar realmente en su significado, no es realmente leer. ¡No tiene sentido creer que hemos leído algo si realmente no hemos pensado en ello!
También podríamos decir que orar es una forma de pensar. Orar puede ser pensar en Dios, en que Dios, el Espíritu, es del todo bueno y que Él nos hizo espirituales y solo da el bien a todos. Orar puede ser pensar en cuánto nos ama Dios y que nos mantiene seguros y bien. Cada vez que tenemos estos pensamientos, estamos orando.
La Biblia nos enseña que Dios es Amor. Así que si pensamos en el Amor y lo expresamos a través de la bondad, estamos orando.
Otro nombre para Dios es Verdad. Así que cada vez que pensamos en la Verdad y tratamos de ser más honestos y justos, estamos orando. Cuando pensamos y actuamos de esta manera, es fácil ver que podemos seguir lo que dice en la Biblia: “Nunca dejen de orar” (1 Tesalonicenses 5:17, NTV).
Cristo Jesús es el mejor ejemplo de alguien que nunca dejó de orar. Dondequiera que iba, Jesús pensaba en Dios y sabía que todos los que lo rodeaban eran los amados hijos o hijas de Dios. Esta oración continua ayudó a Jesús a sanar a muchas personas que conoció, como la hija de una mujer que le pidió ayuda. Jesús se dio cuenta de que la mujer tenía fe en el poder sanador de Dios y que pensaba en Dios y confiaba en Él. Jesús elogió su fe y su hija fue sanada al instante (véase Mateo 15:21-28).
Tal vez sepas lo que la autora de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, Mary Baker Eddy, dice acerca de pensar: “La hora de los pensadores ha llegado” (pág. vii). ¡Esos somos nosotros! ¡Es nuestro momento! Como lúcidos pensadores acerca de Dios, oramos con claridad, y podemos ver los resultados de nuestras oraciones en nuestras vidas.
Cuando estaba en la escuela secundaria, tenía un caballo al que quería mucho. Un día, mientras estaba en el potrero, se tambaleó y cayó sobre un poste de madera de la cerca. La parte superior de su pata estaba gravemente herida. Cada vez que pensaba en mi caballo, me aseguraba de pensar de la manera correcta. En lugar de preocuparme —de tener pensamientos de temor— pensaba en que él era la creación espiritual de Dios. Sabía que nunca podría ser lastimado porque Dios siempre cuidaba de él. Tenía la certeza de que estaba sano y salvo porque era gobernado por Dios, que es Verdad y Amor. Todos esos pensamientos eran una forma de orar.
En poco tiempo, la herida sanó. No había cicatrices y mi caballo pudo volver a correr libremente. Yo estaba muy agradecida. ¿Y sabes qué? ¡La gratitud también es una forma de oración!
Hay muchas maneras de orar, y la oración es algo de lo que todos seguimos aprendiendo más. Pero ¿no es lindo saber que cada vez que piensas en Dios y en el bien que Él ha creado, estás orando? ¡Y tus oraciones traerán resultados asombrosos que nunca habías imaginado!