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Protegidos del incendio forestal

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 25 de noviembre de 2024


Un día festivo de Acción de Gracias (celebrado a finales de noviembre en los Estados Unidos), fui en coche hasta el área de San Diego para pasar tiempo con mi hija y su familia. 

Viven en una pintoresca zona rural montañosa a unos quince kilómetros del océano. El clima es cálido durante el día, pero casi siempre hay una brisa fuerte por la tarde, por lo que el atardecer y las noches suelen ser agradables. 

Asistimos a la iglesia en la mañana del Día de Acción de Gracias y luego regresamos a casa para almorzar temprano. Mientras limpiábamos después de la comida, notamos que se levantaba una mancha de humo anaranjado detrás de la colina frente a la nuestra. Había aumentado el viento de la tarde, y poco después toda la línea de la cresta estaba en llamas. El viento soplaba el humo y las cenizas directamente hacia nosotros, y la casa de nuestra hija pronto se vio envuelta en un humo espeso. Escuchamos el ulular de las sirenas y vimos helicópteros y una avioneta sobrevolando el lugar arrojando agua y retardante de fuego. Era una situación aterradora e hipnótica.

Me alejé de la escena y me fui a mi habitación para orar a Dios. Fui guiada a tomar la Lección Bíblica de esa semana del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana. Mis ojos se posaron en este versículo de la Biblia: “Escucha esto, Job; detente, y considera las maravillas de Dios” (Job 37:14). Sabía que este era un mensaje de Dios. 

Consideré toda la creación de Dios y me sentí agradecida por ella: la variedad de aves, las hermosas colinas salpicadas de enormes rocas, las vastas vistas hacia el océano, el cielo y sus diversas formaciones de nubes, y toda la vida silvestre de la zona. Mientras me regocijaba en las “maravillas” de Dios, me vinieron a la mente estos versículos de los dos primeros capítulos del Génesis: “Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera” y “Fueron, pues, acabados los cielos y la tierra, y todo el ejército de ellos” (1:31; 2:1).  

Una sensación de paz y consuelo se apoderó de mí cuando me di cuenta de que la obra de Dios ya está hecha. Esto me indicó cuán improbable era que después de crear todas estas “maravillas”, Dios decidiera más tarde crear fuerzas que pudieran destruir Su creación buena “en gran manera”.

Para entonces, la casa estaba completamente cubierta de ceniza. Debido al humo, apenas podía ver los árboles directamente fuera de la ventana. Mi yerno dijo que nos habían ordenado evacuar la zona lo antes posible. Continué sabiendo que Dios mantiene Su creación perfecta, y no sentí miedo.

 A medida que metía las cosas básicas necesarias en mi coche, mantuve el reconfortante pensamiento de que la obra de Dios ya está terminada y que Su creación perfecta está segura bajo Su cuidado. Durante una de mis idas al coche, me di cuenta de que ya no había humo. El viento había amainado y cambiado completamente de curso, convirtiéndose en una brisa que empujaba suavemente el humo en la dirección de donde había venido. Poco después, nos notificaron que los bomberos habían detenido el avance de las llamas y no había necesidad de evacuar. 

Pronto oscureció, y pudimos ver la cresta iluminada y a los bomberos trabajando para apagar los puntos más críticos. Ninguna vivienda había sufrido daños. Nos fuimos a la cama seguros de que todo estaba en las manos de Dios. 

Por la mañana, al despertar descubrimos que había llovido durante la noche. La lluvia había extinguido por completo el resto de las llamas y se había llevado todas las cenizas que cubrían casas, automóviles y alrededores, sin dejar casi ninguna evidencia a nuestro alrededor de que hubiera habido un incendio.

Estoy muy agradecida por las bendiciones de toda una vida de estudio y práctica de la Ciencia Cristiana y por las muchas pruebas que he tenido de que “el Amor divino siempre ha respondido y siempre responderá a toda necesidad humana” (Mary Baker Eddy, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 494).

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