Un día festivo de Acción de Gracias (celebrado a finales de noviembre en los Estados Unidos), fui en coche hasta el área de San Diego para pasar tiempo con mi hija y su familia.
Viven en una pintoresca zona rural montañosa a unos quince kilómetros del océano. El clima es cálido durante el día, pero casi siempre hay una brisa fuerte por la tarde, por lo que el atardecer y las noches suelen ser agradables.
Asistimos a la iglesia en la mañana del Día de Acción de Gracias y luego regresamos a casa para almorzar temprano. Mientras limpiábamos después de la comida, notamos que se levantaba una mancha de humo anaranjado detrás de la colina frente a la nuestra. Había aumentado el viento de la tarde, y poco después toda la línea de la cresta estaba en llamas. El viento soplaba el humo y las cenizas directamente hacia nosotros, y la casa de nuestra hija pronto se vio envuelta en un humo espeso. Escuchamos el ulular de las sirenas y vimos helicópteros y una avioneta sobrevolando el lugar arrojando agua y retardante de fuego. Era una situación aterradora e hipnótica.
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