P: Me aterra pararme frente a mi clase para hacer una presentación. Ayúdame.
R: Hablar frente a la gente realmente puede parecer aterrador. Pero tú puedes hacerlo. O tal vez debería decir, Dios puede hacerlo.
Cuando estaba en octavo grado, quería asistir a un campamento de teatro, pero se requería una audición para entrar. Nunca había hecho una audición frente a personas que no conocía y estaba nerviosa. Practicar mucho mi monólogo y mi canción y elegir la ropa para usar hizo que me sintiera un poco más relajada. Pero lo que más me preparó para la audición fue cuando mi mamá me llevó a hablar con una practicista de la Ciencia Cristiana.
Cuando le dije a la practicista lo que me preocupaba, ella me dio un pasaje de la Biblia sobre una ocasión en la que uno de los discípulos le pidió algo a Jesús. Él dijo: “Señor, muéstranos al Padre y quedaremos conformes”. Fue interesante la forma en que Jesús respondió: “Felipe, ¿he estado con ustedes todo este tiempo, y todavía no sabes quién soy? ¡Los que me han visto a mí han visto al Padre!” (Juan 14:8, 9, Nueva Traducción Viviente.)
Lo que Jesús estaba dando a entender era que al verlo a él —su representación perfecta de la naturaleza de Dios— Felipe y otros realmente estaban viendo a Dios. Eso también es cierto para cada uno de nosotros. No es que seamos Dios, sino que representamos a Dios. Esto tenía sentido para mí, porque, en mi clase de la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana, había aprendido que cada uno de nosotros es una expresión de nuestro creador. Mary Baker Eddy lo explica de esta manera en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras: “Tal como tu reflejo aparece en el espejo, así tú, al ser espiritual, eres el reflejo de Dios” (pág. 516).
Si nos damos cuenta de que Dios es el que realmente hace el trabajo, porque Dios es la fuente de toda acción, eso nos quita la presión para lograr actuar perfectamente. Podemos apoyarnos en el poder del Amor divino, Dios. También me resulta muy reconfortante que la Biblia nos dice que el Amor destruye el temor (véase 1 Juan 4:18). Cuando nos enfocamos en amar al público en lugar de preocuparnos por cómo nos vemos o sonamos, actuar o hablar frente a la gente puede incluso ser divertido.
Eso es lo que descubrí en mi audición. No estaba nerviosa y, de hecho, la pasé muy bien. Me aceptaron en el campamento de teatro, lo que tuvo un gran impacto en mi vida. Terminé especializándome en teatro en la universidad y luego hice muchas más audiciones y actuaciones sin temor alguno.
Cada vez que los miembros del público me felicitaban después de una actuación, me tomaba un momento para decirle a Dios: “Eso fue para Ti, porque Tú hiciste el trabajo”. Eso no significa que yo no hiciera el trabajo de aprender las líneas y dedicara horas para ensayar. Pero saber que soy el reflejo, no la fuente, fue lo que hizo que actuar fuera mucho menos estresante y más agradable.
Hay un himno del Himnario de la Ciencia Cristiana con el que me encanta orar antes de salir a escena en cualquier escenario. La primera estrofa dice:
Ten mi vida, que estará
consagrada a Ti, Señor;
ten mis días, que se irán
solo en tu eternal loor;
ten mis manos, que obrarán
al impulso de Tu amor.
(Frances Ridley Havergal, Nº 324, adapt. © CSBD)
El himno me recuerda que puedo saber que Dios gobierna mis movimientos y pensamientos cuando estoy en el escenario, por lo que puedo enfocar mis pensamientos en amar al público y disfrutar el momento. Estar consagrado, o dedicado, a conocer a Dios realmente ayuda a aliviar la carga del temor y el estrés.
Así que tú puedes hacerlo, porque Dios te sostiene. Reflejarás a Dios maravillosamente, y tus compañeros de clase y tu maestro verán resplandecer el Amor.
