Me habían pedido que sirviera como solista sustituta en una filial de la Iglesia de Cristo, Científico, y esperaba con ansias la oportunidad. Siempre me ha gustado cantar como una forma de expresar a Dios, especialmente en la iglesia.
Pero aproximadamente una semana antes que tuviera que cantar, comencé a experimentar síntomas similares a los de la gripe. Llamé a mi padre, que es practicista de la Ciencia Cristiana, para que orara conmigo. Para mí, orar es un momento para escuchar a Dios y conocerlo mejor. Al hacerlo, también llego a conocer más la creación de Dios, y eso me incluye a mí.
Mi papá me recordó que, como hija de Dios, el Espíritu, expreso solo buenas cualidades espirituales, y que estas incluyen la salud, la felicidad y la paz. Mi propósito e identidad espirituales —mi propósito e identidad únicos— no cambian por las sugestiones falsas, tal como la enfermedad; la enfermedad no tenía validez ni poder sobre mí.
Continuamos orando y, después de dos días, me sentí casi completamente mejor. Pude volver a trabajar y comer normalmente, ¡y estaba muy agradecida!
Sin embargo, aunque me sentía bastante bien, no sonaba bien. Todavía tenía ronquera y congestión que me dificultaban cantar, y mucho menos hacerlo bien.
Sentí que necesitaba vencer un falso sentido de obligación, así que recurrí a Dios nuevamente. Me sentí mal porque, probablemente, no podría hacer mi trabajo de solista sustituta ese domingo; especialmente porque ya era la suplente. Pero sabía que la culpa no era una buena razón para tratar de seguir adelante con el trabajo fuera como fuera.
En cambio, pensé en cómo podría expresar y servir a Dios al satisfacer la necesidad de esta iglesia. Cuando surgió esa idea, sentí que estaba bien tener la expectativa de poder cantar. Seguí orando toda la semana mientras aprendía y practicaba el solo.
Pero el domingo por la mañana, mi voz aún no había vuelto a la normalidad. Al ensayar con el organista antes del servicio, sonaba temblorosa y me sentía limitada. Fue entonces cuando comencé a entrar en pánico. Tenía mucho miedo de abrir la boca y que no saliera nada, o peor aún, ¡de sonar como una rana!
Entonces, en los momentos previos al servicio, me volví a Dios de todo corazón. Me quedé callada y realmente escuché las ideas de Dios para ayudarme a superar el miedo.
Había inspiración a mi alrededor. Como estaba en una iglesia de la Ciencia Cristiana, el cuarto en el que esperaba estaba lleno de libros, música y poemas con ideas espirituales sanadoras. Recordé que había una hoja de papel en la sala de música que se refería a un poema titulado "El lector ora" (“The Reader prays”, Grace K. Sticht, Sentinel, March 29, 1947). Dos estrofas del poema resonaron particularmente en mí. Compartiré una:
Ruego que se escuche Tu voz, la Tuya solamente
que resuena con Tu amor tan claro y dulce,
el significado perfecto de Tu Palabra brinda:
pues yo también humildemente escucho a Tus pies.
Mientras leía el poema, comprendí por qué no tenía que tener miedo o sentirme cohibida por cantar. Únicamente podía esperar que solo el bien surgiera de esta oportunidad de servir.
Y entonces, me di cuenta de que no me sentía nerviosa, en absoluto. Esta fue una experiencia nueva para mí: Durante el tiempo que había estado cantando, siempre me había puesto muy nerviosa antes de una actuación o evento, incluso cuando estaba completamente preparada. Pero lo único que sentí en este momento fue alegría y gratitud por la oportunidad de participar en el servicio de la iglesia.
Con eso, aunque mi voz aún no había vuelto a la normalidad, con alegría dirigí a la congregación en el canto del primer y segundo himno. Mientras interpretaba el solo, me concentré en las palabras inspiradoras y reconfortantes de la canción en lugar de analizar cómo sonaba, y trabajé para escuchar la voz de Dios más que la mía. Después, me sentí muy bien y disfruté el resto del servicio, incluido el canto del tercer himno.
Cuando terminó el servicio, los congregantes quisieron hablar conmigo sobre la inspiración que habían obtenido del solo y su conexión con el sermón que siguió. El mensaje más profundo se había evidenciado, ¡y yo estaba muy agradecida de haber contribuido de esta manera!
Seguí experimentando buenos efectos de mis oraciones. Otra situación que me había preocupado durante semanas también se resolvió ese día. Y no mucho después, mi voz volvió completamente a la normalidad.
Cuando reconocí que el verdadero deseo de mi corazón era servir a Dios, rápidamente me sentí segura, gozosa e inspirada. Y la curación física que vino poco después fue evidencia de la plenitud de la curación.
JJ Wahlberg
Boston, Massachusetts, EE. UU.
