P: A veces me siento incómoda porque soy Científica Cristiana, y me parece que todo el mundo me observa cuando trabajo para que se produzca una curación para ver si la Ciencia Cristiana es en verdad “real”. No estoy segura de cómo superar ese sentimiento.
R: ¡Oh, yo te comprendo!
No hace mucho tiempo, me sentí así cuando se me hinchó e inflamó un ojo, y me resultaba difícil ver. Estaba orando al respecto, pero sabía que ese día estaría cerca de otras personas y no quería que pensaran en mi ojo o me preguntaran qué estaba haciendo al respecto. Ahí es cuando la situación se vuelve delicada, ¿verdad? Confiar en la oración para sanar es un concepto extraño para muchas personas, y no quería tener que dar explicaciones.
Sin embargo, al cepillarme los dientes esa mañana, de repente me vino la idea de que Dios no necesitaba que yo Lo defendiera, que demostrara que Él realmente es omnipotente. ¡Él es Dios, por el amor del cielo!
Mi esposo es entrenador y dice que en los equipos exitosos hay “definición de funciones y aceptación de funciones”. En ese momento, me di cuenta de que había invertido completamente las funciones. Dios no confiaba en mí para demostrar que Él existe y es del todo bueno. La verdad es que existo porque Dios existe, y nada puede cambiar, disminuir u ocultar eso, ¡incluso si sintiera que estaba demostrando esa verdad de manera imperfecta!
Sentí como si me quitaran un peso de encima, y me recordó una curación que había tenido hace un tiempo cuando era instructora de aeróbicos en la ciudad de Nueva York. Un amigo de mi iglesia local me había ayudado a conseguir el trabajo, por lo que todos en el estudio sabían que yo era Científica Cristiana, incluso antes de que comenzara.
En un momento dado, perdí la voz y no pude hablar más allá de un susurro. Era difícil para mí enseñar de esa manera, pero seguí adelante y seguí orando. Pasaron un par de semanas y la condición empeoró. Algunos de los clientes se preguntaban por qué no recibía tratamiento médico.
Una noche, había terminado de dar mi clase y estaba sola en el estudio, sintiéndome un fracaso total como Científica Cristiana porque todavía no me había curado. También me preocupaba que todo el mundo pensara mal de la Ciencia Cristiana por mi culpa. Llamé al practicista de la Ciencia Cristiana que había estado orando por mí y le susurré mis temores.
Me detuvo y me dijo algo que jamás olvidaré: “Hilary, tú no apoyas a esta iglesia; esta iglesia te apoya a ti. Compréndelo bien”. Sabía que se estaba refiriendo a la definición espiritual de Iglesia que Mary Baker Eddy incluyó en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras que dice que la Iglesia es “la estructura de la Verdad y el Amor” (pág. 583).
La Verdad y el Amor son nombres para Dios, y el practicista a continuación me preguntó si realmente pensaba que de alguna manera yo podía herir a la Verdad. ¿Qué decir del Amor? ¿En serio?
Me reí de eso y le agradecí.
Más tarde esa noche, fui a un servicio en mi iglesia local de la Ciencia Cristiana. Durante semanas no había podido cantar en la iglesia, pero esa noche canté los tres himnos con total libertad. ¡Había sanado!
La claridad del practicista sobre qué me estaba apoyando me sacó de mi ignorancia, orgullo y miedo. Me hizo tomar conciencia del falso sentido de responsabilidad al que me había estado aferrando y puso el cuidado de nuestra iglesia, la Ciencia Cristiana, y de todos nosotros directamente donde siempre ha estado: con Dios.
Es curioso cómo a veces necesitamos seguir aprendiendo las mismas lecciones a medida que avanzamos. El día en que tuve miedo de que otros comentaran y se preguntaran sobre mi ojo transcurrió sin que nadie dijera o aparentemente notara nada. En poco tiempo, el problema del ojo sanó, y me sentí agradecida por otra lección que mostraba que las enseñanzas de la Ciencia Cristiana y las innumerables curaciones que otros han experimentado al aplicar esas enseñanzas son “reales” y en verdad nos apoyan. No al revés.