“Tuya es, oh Señor, la grandeza y el poder y la gloria y la victoria y la majestad, en verdad, todo lo que hay en los cielos y en la tierra; tuyo es el dominio, oh Señor, y tú te exaltas como soberano sobre todo. De ti proceden la riqueza y el honor; tú reinas sobre todo” (1.° Crónicas 29:11, 12, LBLA). Esta fue la oración del rey David cuando transfirió el poder a su hijo Salomón, y estableció una norma elevada para el gobierno de una nación. Hizo de la ley de Dios, el Principio divino, la base del reinado de Salomón, no la riqueza, el privilegio y el estatus que heredaría.
¿Cómo podemos orar con más eficacia para contemplar el gobierno de Dios, sin importar dónde vivamos?
Cristo Jesús enseña, a través del Padre Nuestro, que el reino de Dios está destinado a estar en la tierra, como en el cielo. La verdadera idea de Dios y la adoración de un pueblo es clave para ver el gobierno de Dios más plenamente expresado, por lo que es vital que nuestra comprensión de Dios se espiritualice y fortalezca y que nuestras oraciones sean puras y consistentes. Estas palabras de Isaías: “Porque el Señor es nuestro juez, el Señor es nuestro legislador, el Señor es nuestro rey; Él nos salvará” (33:22, LBLA), señalan la supremacía y la guía de Dios en las funciones judiciales, legislativas y ejecutivas de cualquier gobierno, sin mencionar el partido o la personalidad.