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Cuando se acercaba el incendio forestal

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 10 de abril de 2025


Las temperaturas eran de tres dígitos en una tarde seca y ventosa de un miércoles el pasado mes de julio, cuando llegó el informe de un incendio forestal que estaba quemando más de 10 hectáreas de pastizales en un parque natural cerca de la ciudad. Antes de la reunión de testimonios de esa noche en nuestra filial de la Iglesia de Cristo, Científico, una amiga de la iglesia que estaba fuera de la ciudad, me mandó un mensaje de texto, pidiéndome pensamientos tranquilizadores. Se había enterado del incendio y su casa estaba en el camino de las llamas, que para entonces se habían extendido a más de doscientas hectáreas. 

Le recordé a mi amiga que la naturaleza del mal es distraernos, intentar sustituir el miedo por la paz en nuestra consciencia. En este caso, el mal nos tentaba a ser arrastrados por el drama; a obtener informes sobre el tamaño y la proximidad del incendio y a temer por la seguridad de los bomberos, nuestros hogares, etc. Pero detrás de todos los temores estaba la sugestión de que podía haber un poder aparte de Dios, el bien. 

Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, de Mary Baker Eddy, dice: “Tenemos que aprender que el mal es el horrible engaño e irrealidad de la existencia. El mal no es supremo; el bien no está desamparado; ni son primarias las supuestas leyes de la materia y secundaria la ley del Espíritu” (pág. 207).

También compartí con ella un testimonio de un número del Sentinel. Una mujer y su esposo —ambos Científicos Cristianos— estaban en un sitio minero cuando quedaron atrapados por un incendio forestal. Aunque su experiencia fue bastante intensa, oraron continuamente y finalmente encontraron su camino a un lugar seguro. La autora concluyó el testimonio diciendo: “Se da este testimonio con la esperanza de que alguien que lo lea pueda así ganar valor para mantenerse firme en la fortaleza de Dios en momentos de necesidad, porque no hay poder aparte de Dios” (Isabel M. Pattison, May 13, 1911). 

Más tarde esa noche, me convertí en esa persona “en momentos de necesidad”. Mientras conducía a casa desde la iglesia, vi una enorme columna de humo y una cantidad inusualmente grande de autos alejándose de mi destino. Pronto las llamas saltaron desde el costado de la carretera. Me alegré de que la iglesia y mi conversación con mi amiga me hubieran ayudado a estar mentalmente preparada, y comencé a orar.

Mi esposo, yo y nuestros vecinos fuimos evacuados de nuestros hogares y nos dijeron que no había forma de saber si alguna vez volveríamos a ver nuestras casas. Pero en lugar de pensar en mí y en los demás como evacuados por el fuego en una situación que estaba fuera del cuidado de Dios, me pareció reconfortante recordar que Dios ya estaba allí y que podíamos permanecer sin ser tocados por nada que pareciera existir fuera de la presencia eterna de Dios, el Amor divino.

Nuestro Padre-Madre Dios estaba llenando todo el espacio, y eso significaba que había espacio para todos. Miembros de la familia nos abrieron sus puertas. Amigos se comunicaron con nosotros y nos dieron noticias sobre el incendio. Decidimos no verificar los informes nosotros mismos, sino que confiamos en que Dios cuidaba de todos.

La primera noche fuera de casa, oré acostada en la cama. Entonces recordé algo que me hubiera gustado haber sacado de mi auto antes de irnos en el coche de mi marido. Pero me vino este callado pensamiento: “Volverás a ver tu auto”. En ese momento supe que volveríamos a ver nuestra casa, intacta. Sabía que este era un mensaje angelical —un pensamiento de Dios— ¡y fue tan importante para mí! Oré no solo por nuestra propia casa, sino también por las casas que nos rodeaban. Una vez más, un mensaje angelical me aseguró que el vecindario estaría a salvo. Pude dormir bien sin ninguna preocupación.

Cristo Jesús dijo: “El reino de Dios dentro de vosotros está” (Lucas 17:21, KJV). Sabía que el reconfortante mensaje de Cristo aún aparta nuestro pensamiento de la evidencia física hacia los hechos espirituales, recordándonos que siempre estamos a salvo en el reino de nuestro Padre-Madre Dios. A pesar de algunas preocupaciones que otros expresaban, sabía que Dios nos llevaría hasta el final, ¡y Ella así lo hizo! Cuando nosotros y nuestros vecinos pudimos regresar a nuestros hogares después de casi una semana, descubrimos que casi todos los edificios de nuestra comunidad de alrededor de mil quinientas personas estaban intactos, sin daños por fuego, agua, retardante de fuego o humo.

Esta experiencia me ayudó a ser una mejor oyente espiritual, confiando en los mensajes angelicales de Dios, y una mejor sanadora, más alerta a las mentiras del mal. Días después, un miembro de la iglesia me dijo que su hijo, que era bombero, le había enviado un mensaje de texto pidiéndole que orara. Algunos de sus compañeros bomberos estaban atrapados por el fuego. Envié mensajes de texto a amigos de la iglesia, e inmediatamente nos convertimos en guerreros de oración, aferrándonos con firmeza al hecho de que Dios estaba cuidando de todos Sus hijos. Después de varias horas, supimos que los bomberos estaban a salvo. Continuamos orando y nos comprometimos a hacerlo hasta que el fuego fuera contenido por completo.

Pensé en mi amiga que me había enviado un mensaje de texto antes de nuestra reunión de testimonios ese miércoles por la noche. Habíamos hablado del hecho de que la materia, en este caso, el fuego, no puede tocar al Espíritu, a Dios o a la creación del Espíritu, y que vivimos en el Amor divino. A pesar de la cercanía del incendio, su casa y su vecindario quedaron intactos. Como dijo mi amiga de la infinita presencia eterna de Dios: “No puedes evacuar la zona del Amor”. 

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