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Curación de trastorno mental e insomnio

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 15 de diciembre de 2025


Cuando era una madre joven que cuidaba a mis dos hijos pequeños a tiempo completo, pasé por un período de muchas semanas en el que experimenté miedo, angustia y soledad extremos y no podía dormir toda la noche.   

Oraba con la Lección Bíblica semanal del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana y estudiaba más a fondo la Biblia y los escritos de Mary Baker Eddy cada vez que tenía la oportunidad. También leí que la Sra. Eddy dijo una vez: “Había una voz que me decía: ‘Mary, quítate del camino y deja que Dios actúe a través de ti’” (Irving C. Tomlinson, Twelve Years with Mary Baker Eddy, Amplified Edition, p. 163). Esto me conmovió profundamente y lo apliqué para mí misma, reconociendo que tengo mi ser en la Mente divina, y solo esta Mente es capaz de ver, oír, sentir, pensar, hablar o actuar. 

En medio de mi búsqueda de curación, me distrajo una fuga de plomería en nuestra casa, difícil de localizar. Teníamos dos opciones: romper el baño donde los plomeros pensaban que podría estar la fuga (aunque no estaban seguros), o podíamos dar el costoso paso de colocar una tubería completamente nueva sobre las tuberías existentes. La primera opción sería económica si podían encontrar la fuga rápidamente, pero era un riesgo, porque tal vez tendríamos que romper otras áreas de la casa para localizar la fuga. 

Sabía que ningún razonamiento humano podría tranquilizarme en este sentido, pero podía confiar en Dios, la Mente, para guiarme. Llamé a un practicista de la Ciencia Cristiana para que apoyara mi oración. La Ciencia Cristiana explica que lo que vemos, oímos y sentimos por medio de los sentidos físicos es una ilusión basada en creencias falsas y materiales. Para encontrar curación y paz, debemos traducir las cosas en pensamientos y comprender que Dios tiene control total sobre Sus ideas espirituales. Comencé a ver que los pensamientos que fluían a través de mi hogar —mi conciencia— reflejaban el flujo continuo del bien de Dios, que está perfectamente completo y protegido. 

Más adelante esa tarde, estaba leyendo himnos y una estrofa me llamó la atención:

Abrid los cauces del Amor
y libre fluirá;
y las corrientes del Amor
a todos llegarán

(Richard C. Trench, Himnario de la Ciencia Cristiana, N.° 182 © CSBD)

Supe la respuesta de inmediato: pondríamos una nueva tubería. Estaba en paz, confiada en que esto era lo correcto, y muy agradecida por la guía amorosa de Dios. Hicimos que el plomero cortara completamente la tubería vieja con la fuga y volviera a conectar una nueva sobre la vieja y corroída.

Pero las bendiciones no se detuvieron ahí. A medida que pasaba el tiempo, me di cuenta de que este problema de plomería tenía una lección para mí sobre cómo sanar los pensamientos oscuros y ansiosos que había estado teniendo. Durante una de mis noches de insomnio, me apliqué para mí misma las verdades espirituales que había usado para encontrar la respuesta sobre la plomería. Reconocí que Dios es la única fuente de mis pensamientos, y que no podía haber agujeros en Su “cañería” que pudieran resultar en fugas del bien o contaminación debido al miedo y la angustia. Más bien, vi que los pensamientos negativos eran sugestiones falsas que provenían del sentido erróneo de una mente separada de Dios. Así que corté el flujo de estos pensamientos corroídos, tal como lo hizo el plomero, y permití que las mareas crecientes del Amor fluyeran hacia mí a través de una tubería perfecta y sin fallas. 

De inmediato, se disiparon todos los aspectos de mi angustia. Estaba sana y completamente en paz. Sin embargo, al día siguiente, todos los pensamientos de temor regresaron, así que oré como antes y nuevamente me sentí libre. El ciclo siguió repitiéndose, y mis tratamientos de oración continuaron evolucionando a medida que la inspiración abría nuevos puntos de vista. Este tiempo de crecimiento espiritual continuó durante varios meses, mientras que la queja, la autocompasión, la carga, la irritación, la impaciencia y el remordimiento eran reemplazados por alegría, armonía, paciencia, gratitud y perdón. 

Entonces, una noche a las 3:00 de la madrugada, me desperté nuevamente con un miedo extremo. Me aferré muy fuertemente al poder consolador del Salmo noventa y uno. También pensé en este pasaje de Romanos: “Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro” (8:38, 39).

Me aferré a la verdad, con absoluta autoridad divina, de que nunca podría estar separada del amor de Dios, sin importar lo que pareciera estar pasando. Mi pensamiento se elevó muy por encima de la aparente repetición del mal, y llegué a la hermosa revelación de que estaba eternamente intacta y eternamente segura en los brazos de Dios. De repente sentí que se estaba produciendo un cambio. Experimenté una sensación de amor y serenidad intensos que nunca antes había tenido. Sentí que la presencia de Dios rodeaba todo mi ser mientras yo lloraba de alegría. Esta presencia divina sanadora era tan fuerte que el miedo simplemente se desvaneció y supe que estaba completa y permanentemente sana. Fue tan maravilloso estar finalmente libre y llena de la luz del Cristo. ¡Jamás olvidaré esta hermosa experiencia!

Esta curación tuvo lugar hace muchos años, pero las bendiciones de sus lecciones siguen fluyendo. Ahora, si me vienen sugestiones de miedo y angustia, puedo descartarlas de inmediato, sabiendo que no vienen de Dios. Esta experiencia me ayudó a comprender mejor cómo sanar como lo hizo Cristo Jesús, y siguieron muchas curaciones maravillosas en nuestra familia.

Jill Longanecker-Wiedman
Ormond Beach, Florida, EE. UU.

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