Cuando comencé a estudiar la Ciencia Cristiana a los dieciséis años, tuve una curación instantánea de alergias (véase Marshall Reddick, “My first healing”, Sentinel, August 12, 2024).
No obstante, más tarde, mi primer año en la universidad fue un desastre académico. Debido a mis calificaciones consistentemente bajas, me pusieron en un período probatorio y me dijeron que reprobaría si no mejoraba mis calificaciones al año siguiente. Anteriormente, mi consejero del bachillerato había predicho —conforme a las pruebas que había dado— que no me iría bien en la universidad. Mis padres, sin embargo, habían insistido en que fuera, y mi madre había sugerido la escuela forestal, ya que me encanta el aire libre.
Aunque elegí la silvicultura como mi especialidad, no la disfruté debido a todos los cursos de ciencias requeridos. Todo me desanimaba y deprimía, y me preocupaba que ninguno de mis sueños se hiciera realidad.
Cada semana asistía a reuniones semanales de la Organización de la Ciencia Cristiana (OCC) del campus, compuesta por estudiantes de la Ciencia Cristiana, que eran extremadamente útiles e inspiradoras. Cuando me quejé con uno de los miembros de todos mis problemas (incluido tener pocos fondos y tener un compañero de cuarto que fumaba, maldecía y roncaba), me animó a pedirle a un practicista de la Ciencia Cristiana que orara por mí.
Esta fue mi primera experiencia trabajando con una practicista; no sabía cómo podría ayudarme, pero descargué todos mis problemas y ella escuchó pacientemente. Según recuerdo, luego dijo algo como: “Marshall, todo lo que escucho de ti es: ‘mí, mí, mí, yo, yo, yo’”. Esto me indicó que en lo único que pensaba era en mí mismo.
Nadie había sido tan directo conmigo antes, pero era absolutamente lo que necesitaba. Ella continuó: “¿Por qué estás agradecido?”. No podía pensar en una sola cosa. La practicista me recomendó que pasara de ser egoísta a ser desinteresado, lo cual la Biblia y los escritos de Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, recomiendan encarecidamente. La Biblia dice, por ejemplo: “No se ocupen solo de sus propios intereses, sino también procuren interesarse en los demás” (Filipenses 2:4, NTV). Y la Sra. Eddy aconseja: “El amor propio es más opaco que un cuerpo sólido. En paciente obediencia a un Dios paciente, laboremos por disolver con el solvente universal del Amor el adamante del error —la voluntad propia, la justificación propia y el amor propio— que lucha contra la espiritualidad y es la ley del pecado y la muerte” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 242).
Decidí que dejaría de pensar tanto en mí mismo y comenzaría a considerar cómo podía ayudar a los demás. A medida que comencé a poner esto en práctica, comenzaron a suceder cosas notables. Mis amigos de la OCC notaron el cambio en mí de inmediato. La idea de volverme desinteresado y más agradecido realmente se afianzó a medida que me concentré en ayudar a los demás en lugar de pensar en mí mismo.
Continué con este enfoque en el altruismo cuando regresé a la universidad para mi segundo año. Asistí fielmente a las reuniones de la OCC, donde escuchar los testimonios de curación mediante la oración de los otros estudiantes me inspiraba con ideas que me ayudaron a mejorar drásticamente mis calificaciones. Además, vi un anuncio en el periódico del campus de una vacante de trabajo en la pista de bolos del campus. Crecí alrededor de estas boleras porque mi papá tenía dos, así que solicité el trabajo y me contrataron.
Decidí buscar otra especialización. Tomé un curso general de empresas, que me pareció interesante y atractivo. Y comencé a escribir, revisar continuamente y, a menudo, ajustar las cosas por las que estaba agradecido. Sigo haciéndolo hasta el día de hoy. Esto ha tenido un impacto significativo en mi progreso espiritual.
Después de graduarme, recibí mi maestría y un doctorado. Me convertí en profesor universitario y enseñé durante los siguientes 35 años. Debido a la nueva comprensión de mi relación con Dios obtenida de mi estudio de la Ciencia Cristiana, pasé de ser callado y tímido a tener confianza y motivación. Esto me permitió convertirme en un orador internacional, dirigiéndome finalmente a miles de empresarios.
Estoy muy agradecido por la Ciencia Cristiana y por la practicista que tuvo la alerta espiritual como para decirme exactamente lo que necesitaba escuchar. Cambió la dirección de mi vida.
