A principios del verano, estaba haciendo ciclismo de montaña con mi equipo cuando di un salto más rápido de lo que esperaba y salí volando por encima del manubrio.
Cuando aterricé, sentí un dolor agudo en el antebrazo. El entrenador que me había estado siguiendo se detuvo para ayudarme. Caminamos juntos de regreso a la base porque no podía usar mi brazo para aplicar los frenos. En el camino, pensé en la última vez que me lastimé el brazo andando en bicicleta de montaña, y me entristeció que la mayor parte de mi verano probablemente se vería arruinada una vez más por una lesión similar.
Mi mamá dijo que podíamos apoyarnos en la Ciencia Cristiana para la curación. Saber que tenía una opción me dio fortaleza.
Cuando llegamos a la base, mi mamá y otra entrenadora me estaban esperando. La entrenadora era enfermera y me revisó el brazo. Me dijo que estaba quebrado, confirmando lo que yo más temía.
En el camino a casa, mamá y yo hablamos sobre la libertad que Dios me había dado: que, por ser Su hijo, estaba libre de quebraduras y no tenía que aceptar este diagnóstico. Estas eran ideas que había estado aprendiendo mientras estudiaba la Ciencia Cristiana. En la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana y en casa, hablamos sobre el hecho de que somos la semejanza de Dios, quien es Espíritu y perfecto. Dado que soy el reflejo del Espíritu, también soy espiritual y perfecto. Así que no puedo estar quebrado.
Al día siguiente, mi mamá me dijo que había hecho una cita con un médico donde podíamos conseguir un yeso impermeable para que pudiera nadar e ir en nuestro bote. Cuando me dijo esto, me quedé inmóvil del miedo. Realmente no quería ir. Ella sintió mi aprensión y me dijo que no tenía que ir al médico. Dijo que podíamos confiar en la Ciencia Cristiana para la curación.
Sentí muy fuertemente que quería confiar en la Ciencia Cristiana. Pensé en esto como una especie de ultimátum, una decisión final de defender plenamente mi libertad. Saber que podía tomar la decisión de defender mi libertad apoyándome en la Ciencia Cristiana me dio fortaleza y me permitió establecer un ultimátum en mi pensamiento sobre lo que iba a creer: que no estaba quebrado.
Aunque todavía me dolía el brazo, me mantuve firme en la comprensión de que yo era verdaderamente espiritual, completamente sano. La última vez que tuve esta lesión, cuando el médico dijo que mi brazo estaba quebrado, me hizo sentir mal. No me había gustado que me dijeran que estaba roto, y no quería volver a escuchar eso. Pensando en que yo era espiritualmente completo, le dije a mi mamá que no quería ir al médico, y ella dijo que estaba bien. De inmediato me sentí más fuerte. Ambos sabíamos que esta era la decisión correcta porque sentí mucho alivio.
Durante unos días, usé la férula que me había dado el equipo de ciclismo de montaña, pero gracias a nuestras oraciones, no la necesité por mucho tiempo. Durante ese período, yo, no obstante, salía y jugaba. Supe que estaba completamente sano unas semanas más tarde cuando fuimos a andar en tubos neumáticos detrás de nuestra lancha rápida y pude aferrarme sin problema. ¡Incluso le pedí al conductor que fuera más rápido!
Me sentí muy bien al negarme a creer que estaba quebrado. Sabía que eso no era más que una declaración falsa acerca de mí, y quería aferrarme a lo que era espiritualmente verdadero. Una declaración de Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, describe lo que es espiritualmente cierto acerca de todos, incluyéndome a mí. Ella escribe: “Estando en Él el origen y la existencia del hombre, éste es el súmmum de la perfección, y de ningún modo el medio de la imperfección” (Escritos Misceláneos 1883-1896, pág. 79).
El quid de esta curación es que sé que soy una expresión completa de Dios y soy espiritual, por lo que no puedo estar quebrado. Al defender mi libertad, pude tener un verano libre y completo.
