Mi esposo y yo nos acercábamos a nuestros años de jubilación y yo sabía que necesitábamos hacer un cambio para poder retirarnos. Ambos trabajábamos como independientes realizando trabajos pesados, mal pagados que no ofrecían beneficios, y tampoco teníamos ahorros. Vivíamos de cheque en cheque.
Durante muchos años, tuve el deseo de comprar casas, arreglarlas y alquilarlas o venderlas. Esto no era solo un deseo, sino también una inversión lógica, ya que mi esposo y yo habíamos aprendido a remodelar casas. Pero no teníamos suficientes ingresos ni otras opciones viables como para comprar otra casa. Así que me volví a Dios en oración y le pregunté qué debíamos hacer.
Me encanta el Salmo veintitrés de la Biblia, y cómo David escribió allí que Dios le preparó una mesa en medio de sus enemigos. Nuestro enemigo era la opinión de que nos faltaban oportunidades y que el tiempo se nos estaba acabando. Sin embargo, sabía que Dios también había preparado una mesa para nosotros.