A nivel internacional, la frecuencia, la gravedad y el costo de los fenómenos meteorológicos extremos han aumentado en los últimos años. Y las predicciones para el futuro suelen ser nefastas. ¿Es inútil o hay algo que la gente puede hacer para marcar una diferencia positiva, incluso en desafíos de proporciones globales? ¿Puede el clima ser afectado por la comprensión espiritual y la oración?
La Biblia registra impactos positivos en el clima y los elementos de la tierra como resultado de la comprensión espiritual y la obediencia a Dios, el Amor divino. Jesús calmó los mares tempestuosos. A Elías se le mostró que Dios no estaba en el terremoto, el viento o el fuego, sino en la “voz callada y suave” que escuchó cuando cesaron (véase 2 Reyes 19:9-12, Versión Moderna). Moisés, confiando en la “salvación” del Señor, dividió el Mar Rojo (véase Éxodo 14:13-22, LBLA), una manifestación de la presencia de Dios que negaba por completo las leyes de la física.
También hay relatos maravillosos de Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, orando por el clima basándose en el amoroso control de Dios y de su expectativa de que otros Científicos Cristianos hicieran lo mismo. (Una narración útil sobre esto se puede encontrar en www.marybakereddylibrary.org/mbeweather.) El fundamento para esto fue su comprensión de la omnipotencia y la naturaleza totalmente buena de Dios. En su obra principal, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, escribe: “Todo lo que realmente existe es la Mente divina y su idea, y en esta Mente se encuentra que todo el ser es armonioso y eterno. El camino recto y estrecho es ver y reconocer esta realidad, ceder a este poder y seguir las indicaciones de la verdad” (pág. 151).