No hay nada más reconfortante, ante los temores cotidianos que nos bombardean, que la certeza de que sólo Dios gobierna y reina. La Biblia y las enseñanzas de la Ciencia Cristiana afirman que Dios es supremo, que no hay más que un solo Dios del todo bueno y que Él gobierna el universo entero. Por poco realista o engañoso que esto pueda sonar para algunos, innumerables ejemplos de curación en la Biblia y en las publicaciones de la Ciencia Cristiana ilustran cómo la supremacía del poder de Dios se hace evidente cuando es reconocida y se recurre a ella.
El poder de Dios es descrito en la Biblia de muchas maneras diferentes. Una forma convincente, en numerosos pasajes, es a través del uso de un trono como símbolo de la supremacía de Dios, símbolo bien entendido en los tiempos bíblicos.
Isaías y los Salmos hablan con audacia, con autoridad y convicción, de la supremacía de Dios. El salmista declaró: “Tu trono, oh Dios, es eterno y para siempre” (Salmos 45:6). Y Dios habló a Isaías diciendo: “El cielo es mi trono, y la tierra estrado de mis pies” (Isaías 66:1). Esto establece que Dios, la Mente omnipotente, tiene poder divino y celestial sobre toda la creación.