A medida que los mercados globales suben y bajan, es natural querer tener la seguridad de un sentido constante de provisión. Pero esto puede parecer inalcanzable. Sin embargo, dicha provisión está disponible. Mary Baker Eddy, fundadora de The Christian Science Monitor y autora de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, ofrece esta alentadora idea: “La creación está siempre apareciendo, y tiene que continuar apareciendo siempre debido a la naturaleza de su fuente inagotable” (pág. 507).
¡Qué hermosa promesa! ¿Quién no querría estar plenamente consciente de esta fuente inagotable de provisión que satisface las necesidades diarias? El suministro de Dios es el pozo que jamás se seca.
La perpetua provisión divina no es una anomalía ni es exclusiva de un determinado grupo de personas. Independientemente de las circunstancias, Dios, el Espíritu, es el único creador, y Su creación es espiritual y abundante. Por lo tanto, podemos confiar en “las cosas de arriba”, no “en las de la tierra” (Colosenses 3:2). Abrir nuestros pensamientos y corazones a esta efusión de la bondad de Dios disuelve el miedo y nos lleva a “delicados pastos” ilimitados (Salmo 23:2, LBLA).
Cristo Jesús ejemplificó la confianza en Dios a fin de que proveyera los medios para pagar el impuesto anual del templo (véase Mateo 17:24-27). Le indicó a su discípulo Pedro que fuera a pescar y le dijo que el primer pez que atrapara tendría una moneda en la boca que sería suficiente para pagar los impuestos de ambos.
No era inusual que Jesús reconociera de todo corazón que Dios era su Padre, el verdadero proveedor. Del mismo modo, nuestra verdadera vida espiritual depende solo de Dios; no de ninguna persona, cuenta bancaria, fondo de jubilación, empleador u organización. Qué liberador es encontrar nuestra valía en Dios.
Este himno del Christian Science Hymnal: Hymns 430-603 habla sobre la invaluable relación que cada uno de nosotros tiene con Dios:
No olvides quién eres, oh hijo de Dios,
pues Dios de ti el reflejo puro exige;
buena es tu herencia, y tu hogar,
en el cálido abrazo del Espíritu,
a salvo y seguro está.
(Mildred Spring Case, N.° 475, alt. © CSBD)
Después de la universidad, viajé a Mongolia para visitar a una amiga. En un momento dado, ella hizo arreglos para que fuera al campo con algunos miembros de su familia. Una mañana durante este viaje, me desperté paralizada por el temor porque no había traído suficiente dinero para cubrir los gastos. Por lo que pude ver, no había cajeros automáticos en el desierto de Mongolia y las tarjetas de crédito no eran una opción.
Mientras oraba, llegó la guía divina: “Puede que tengas poco dinero, pero tu verdadera moneda es la gratitud. ¡Sé agradecida! Esto es universal”.
Me tomé el tiempo para agradecer a Dios por las innumerables bendiciones que ya había experimentado en el viaje. Unos amigos habían compartido sus teléfonos celulares conmigo; me abría camino a través de nuevas ciudades donde no hablaba el idioma; me sentía segura y tenía un afecto cada vez mayor por mis hermanos y hermanas de todo el mundo. El miedo se desvaneció a medida que me volvía más consciente de la calidez de la presencia de Dios. Después de unos minutos de dar gracias a Dios, pude levantarme de la cama y continuar con el día.
Cuando llegó el momento de pagar la cuenta al dueño de nuestro campamento, él dijo: “Has sido una excelente huésped. Me gustaría cobrarte la tarifa local”. Esta fue una cantidad que pude pagar. Más que un gesto amable, pareció como si él también estuviera reconociendo la provisión de Dios, ¡sin límite!
No obtenemos lo que necesitamos de ningún otro lugar que no sea el Amor divino, Dios. La ley del Amor nos permite ser agradecidos y generosos, sin perder nada. Estos estados de pensamiento pueden trascender cualquier ritual u obligación e impulsarnos a estar más conscientes de nuestra unidad con nuestro Padre celestial. Ciencia y Salud dice: “¿Nos beneficia la oración? Sí, el deseo que parte hambriento de justicia es bendecido por nuestro Padre y no vuelve a nosotros vacío” (pág. 2).
A diferencia de un sueldo que se gana y se gasta, la provisión de Dios es espiritual e inagotable. Y la oración puede llevarnos a nuestra herencia divina, donde no competimos con los demás y vivimos nuestro valor espiritual innato, siempre presente. Aquí, encontramos esperanza y confianza en “las cosas de arriba”, las cosas de Dios.
Romper el ciclo del temor nos recuerda que somos los amados de Dios, que participamos en la economía divina donde cada hijo de Dios tiene todo lo que necesita, incluida la paz duradera.