Un recuerdo vívido de mi tiempo como alumna de la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana es el amor que mis maestros de la Escuela Dominical tenían por la Biblia y el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras de Mary Baker Eddy, y por las Lecciones Bíblicas del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana, compuestas de citas de esos dos libros. Estos dedicados maestros me dieron a conocer las enseñanzas y curaciones de nuestro Mostrador del Camino, Cristo Jesús. También aprendí acerca de muchos otros hombres y mujeres de la Biblia, y me familiaricé con los libros de la Biblia. Y aprendí que Ciencia y Salud arroja luz sobre la Biblia y sobre las palabras y obras de Cristo Jesús.
Mi recuerdo más nítido es el de la maestra que tuve cuando estaba en séptimo grado. Era madre soltera con dos hijos. A pesar de su apretada agenda, cada semana preparaba una lista de preguntas relacionadas con la Lección Bíblica de esa semana y la enviaba a los estudiantes de su clase. Cada uno de nosotros leía la lección bíblica durante la semana para prepararnos para la discusión en clase del domingo. Esta clase de la Escuela Dominical nos hizo darnos cuenta de que las Lecciones Bíblicas semanales ayudarían a responder nuestras necesidades individuales.
Por ejemplo, nuestra familia tenía un caballo en un establo donde mi papá y yo tomábamos clases de equitación. Cuando mi papá lo montaba, se portaba bien, pero cuando comencé a montarlo, a menudo se escapaba (conmigo encima) y a veces me caía. Mi instructor de equitación compartió conmigo consejos útiles y dijo que necesitaba hacerle saber quién estaba a cargo.
Una de las Lecciones Bíblicas de las que hablamos en la Escuela Dominical en ese momento incluía este pasaje del libro de Génesis: “Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra” (1:26). Comencé a ver que Dios me había dado dominio o autoridad por ser Su imagen y semejanza. En la Escuela Dominical también oramos el Padre Nuestro cada semana, el cual termina con esta declaración acerca de Dios: “Porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos” (Mateo 6:13).
Después de unas semanas, me volví más segura de la presencia y el gobierno de Dios a medida que llevaba al caballo a la pista todos los días y lo montaba. Una mejor comprensión del dominio que Dios me dio resultó en una mejor relación de trabajo con mi caballo. Dejó de huir conmigo, y me volví más consciente del amor y el control de Dios cuando montaba. Esto hizo que disfrutara aún más de las cabalgatas y viera que nuestras actividades son una forma de glorificar a Dios. Monté el caballo varias veces a la semana durante los siguientes dos años, y fue una época feliz y progresiva.
Hubo otras curaciones de la Ciencia Cristiana durante este tiempo, incluyendo una después de que mi caballo me pisó sin querer el pie y lastimó uno de mis dedos. Era doloroso quitarme la bota de montar y doloroso caminar. Mis padres me preguntaron si quería llamar a un practicista de la Ciencia Cristiana para que orara por mí. Era la primera vez que trabajaba con un practicista, y estaba muy agradecida por sus oraciones y la rápida curación resultante. Hoy ni siquiera puedo decir qué dedo del pie fue lastimado.
Cuando cumplí veinte años y me gradué de la Escuela Dominical, el vínculo entre hablar sobre la Lección Bíblica semanal en la Escuela Dominical y la lectura de la misma Lección en la iglesia tendió un puente sobre mi transición de la Escuela Dominical a la iglesia de una manera natural. Ya había estado leyendo las Lecciones Bíblicas con regularidad, y se habían convertido en una fuente amada de educación espiritual, inspiración y guía.
Después de la universidad, me mudé de casa y me afilié a la iglesia filial de la Ciencia Cristiana en mi nueva ciudad. Los miembros de la iglesia eran amables, y un miembro que tenía dos hijas de edad universitaria me invitó muy amablemente a unirme a su familia para almorzar después de la iglesia todos los domingos.
A lo largo de los años, he enseñado en la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana en diferentes momentos. En esta obra alegre y activa, oro para saber que las necesidades de cada niño pueden ser satisfechas y que sus preguntas pueden ser respondidas mediante el estudio de las Escrituras. Cada semana, la Lección Bíblica incluye historias o pasajes de interés para estudiantes de todas las edades, incluso para los más pequeños. A menudo hay una historia bíblica que saca a relucir una de las “primeras lecciones” designadas por la Sra. Eddy en el Manual de La Iglesia Madre: los Diez Mandamientos, el Padre Nuestro y su interpretación espiritual del mismo, y las Bienaventuranzas del Sermón del Monte de Jesús (véanse págs. 62-63).
Estoy agradecida por los fieles maestros de la Escuela Dominical que guiaron mi estudio temprano de la Biblia y de las Lecciones Bíblicas, que me introdujeron a Ciencia y Salud. Mis años en la Escuela Dominical me mostraron lo útil que es usar las verdades de la Ciencia Cristiana en mi vida diaria. Debido a esto, comencé a ir a las reuniones de testimonios de los miércoles de nuestra iglesia para escuchar cómo otros estaban usando la Ciencia Cristiana para satisfacer sus necesidades. Al poco tiempo tomé instrucción de clase Primaria con un maestro autorizado de la Ciencia Cristiana. Estoy muy agradecida por todas estas muchas bendiciones, y por las Lecciones Bíblicas semanales de la Ciencia Cristiana.