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Escucha el llamado del Amor divino

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 26 de junio de 2025


Un querido amigo de la universidad me dio a conocer la Ciencia Cristiana en 2016. Antes de esto, había luchado con mi travesía espiritual, buscando algo más profundo.

Había sido criado en otra religión, y al principio, la Ciencia Cristiana no tuvo un efecto profundo en mí. No obstante, algo sobre sus enseñanzas seguía resonando en mi corazón que me impulsaba a explorar más a fondo. Comencé a asistir a los servicios de la iglesia y más tarde me hice miembro de una filial de la Iglesia de Cristo, Científico, en Nairobi y de La Iglesia Madre (La Primera Iglesia de Cristo, Científico, en Boston).

En 2020, me sentí atraído a seguir un curso de estudio en una escuela para Científicos Cristianos. Cuando les conté a mis padres mis planes, se resistieron y se preocuparon al enterarse de mi vinculación con la Ciencia Cristiana. Les resultaba difícil entender cómo el cristianismo podía armonizarse con lo que percibían como un razonamiento científico. A pesar de mis intentos de explicarlo, no estaban convencidos y dejaron en claro que no querían que perteneciera o asistiera a esta iglesia.

Aunque tuve que dejar de lado mi sueño de asistir a esa escuela, confié en que la guía de Dios me estaba orientando, y no renuncié a la Iglesia. Poco después, la pandemia de Covid-19 trajo el confinamiento, y nuestra iglesia filial se adaptó celebrando servicios virtuales, que ayudé a establecer. Este desarrollo fue una bendición, ya que me permitió seguir asistiendo a los servicios.

Dos años más tarde, conseguí un trabajo cerca de mi iglesia filial, lo que me permitió asistir a las reuniones de testimonios de los miércoles. Jamás dejé de continuar con mi crecimiento espiritual y mi comprensión. Pronto fui bendecido con la oportunidad de solicitar una pasantía en La Iglesia Madre. Sentí que debía mantener este  acontecimiento en privado hasta que se completara el proceso y mi visa fuera sellada en mi pasaporte.

Entonces, con mi visa en mano, me senté con mi padre una noche después de la cena y compartí lo que había en mi corazón. Le dije algo así: “Papá, te respeto profundamente. Por favor, no me veas como a un rebelde. Sé que has tenido reservas acerca de mi vinculación con la Ciencia Cristiana, pero este llamado ha sido mayor. He encontrado un propósito y he experimentado un tremendo crecimiento personal y espiritual. Como resultado, se me ha dado esta oportunidad de enriquecer mi carrera en La Iglesia Madre”.

No estaba seguro de cómo respondería él. Para mi sorpresa, su respuesta fue honesta y cordial. Y me dio su bendición. El día de mi partida, mis padres me acompañaron al aeropuerto, demostrando que apoyaban mi viaje.

Al reflexionar sobre esto, me queda claro cómo el Amor divino guio cada paso y armonizó todos los detalles. Cada momento se desarrolló como parte de la buena provisión de Dios. Incluso el hecho de que mis padres finalmente aceptaran mi camino pareció ser parte de esta orquestación divina. 

Como Mary Baker Eddy afirma tan bellamente en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, “Para los que se apoyan en el infinito sostenedor, el día de hoy está lleno de bendiciones” (pág. vii). He visto esta verdad en mi propia vida. A medida que nos apoyamos en Dios y confiamos en Su guía, nuestras necesidades son satisfechas y nuestros sinuosos caminos se enderezan.  

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