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Estipulación para la instrucción de clase Primaria

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 4 de agosto de 2025


El primer año en el que asistí a los servicios de la iglesia de la Ciencia Cristiana, quería saber realmente qué es la Ciencia Cristiana. Acababa de pasar la edad para concurrir a la Escuela Dominical, así que para mí, la mejor manera de entender a fondo la Ciencia Cristiana era tomar la clase Primaria con un maestro autorizado de la Ciencia Cristiana.

Me fascinó lo diferente que es la Ciencia Cristiana de otras iglesias en las que había estado. Nunca había visto una iglesia que tuviera una Sala de Lectura. Me gustaron muchísimo todos los artículos que leí allí. Los numerosos testimonios de curaciones y demostraciones me hicieron sentir curiosidad por saber cómo se producían. 

Después de un año de vivir con este deseo, finalmente tomé la clase Primaria. Esta experiencia me permitió conocer a Dios como Verdad y comprender cómo demostrar y experimentar Sus bendiciones eternas.

Me llevó algún tiempo llegar allí, pero la experiencia me ayudó a entender mejor este pasaje de un poema de Mary Baker Eddy:

Que por la ingratitud,
por el desdén,
por cada lágrima
halle, alegre, el bien;
en vez de miedo y odio,
quiero amar,
pues Dios es bueno
y toda pérdida es ganancia.

(Himnario de la Ciencia Cristiana, N.° 207, según versión en inglés)

Permíteme compartir cómo se desarrolló todo.

Cuando comencé a orar para encontrar un maestro, pensé que esta sería otra oportunidad para aprender más profundamente sobre la Ciencia Cristiana. Encontré una maestra en otro país de África. Pero tenía que cubrir todos mis gastos, incluido el transporte a la clase y un lugar donde quedarme durante el período de dos semanas. “¡Es imposible!”, me dije a mí misma. “No hay forma de que pueda pagarlo”. 

Por un tiempo, no le escribí a la maestra, y pensé que ya no trataría de asistir a la clase. Cuando todos mis intentos de conseguir financiación fracasaron, quise saber por qué. Entonces empecé a preguntarme: ¿Quién soy yo para seguir pidiendo a los demás que me ayuden? Entonces me vino a la mente la respuesta que siempre he sabido acerca de mí misma: Soy hija de Dios. No me puede faltar nada, porque mi Padre-Madre Dios siempre satisface mis necesidades. Estaba buscando las fuentes equivocadas para mi provisión.

Hay una historia en las Escrituras donde Pedro y los otros discípulos fueron a pescar y en toda la noche no pescaron ni un solo pez. Cuando Cristo Jesús pasó por allí, les dijo que echaran las redes a la derecha de la barca. Pedro debe de haberse preguntado qué diferencia haría eso ahora: habían estado pescando toda la noche y no habían logrado nada. Pero ellos fueron y echaron las redes debido a lo que Jesús dijo, y ¡ zas!, consiguieron tantos peces que casi rompieron sus redes (véase Lucas 5:1-11).

Este incidente de las Escrituras realmente me impactó. Pedro dejó de mirar a los peces en busca de su provisión. En cambio, al obedecer a Cristo y echar su red del lado derecho, estaba recurriendo a Dios para obtener provisión. Entonces sus necesidades fueron satisfechas. 

A mí me pasó lo mismo. En el mismo instante en que dejé de buscar provisión en otras fuentes y recurrí a Dios, asistí a la clase. Le había dicho a Dios: “Tú decides si quieres que asista a la clase o no”. En ese momento, mi madre abandonó sus proyectos y dijo que se sintió impulsada a pagar los gastos de mi clase. Yo no le pedí ni le dije que me ayudara. La Mente divina estaba operando como el único comunicador. Dios no me había abandonado —y jamás podría abandonarme ni a mí ni a ninguno de nosotros— ni siquiera cuando yo buscaba provisión en otro lugar aparte de Él. Cuando me vi a mí misma como la hija de Dios, a la que nunca le puede faltar nada y a la que nunca le ha faltado, todo se resolvió.

Ya te puedes imaginar la alegría que tuve cuando le escribí un correo electrónico a la maestra una semana más tarde para decirle que asistiría a la clase. Dos meses después, estaba en Sudáfrica para tomar instrucción de clase Primaria. Y mi maestra habló de la historia de Pedro y los demás pescando. Vi la verdad de esta declaración: “El Amor divino siempre ha respondido y siempre responderá a toda necesidad humana” (Mary Baker Eddy, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 494).

Aprendí, como dice el poema anterior, que “Dios es bueno y toda pérdida es ganancia”. En mi caso, perder la creencia de que mi provisión era limitada me hizo ganar el bien eternamente.  

Misericordia Kigera
Nairobi, Kenia

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