Mientras viajaba a casa con mi hermano mayor, nuestro vuelo de salida de Boston se retrasó.
Acababa de asistir a una cumbre de jóvenes organizada por La Primera Iglesia de Cristo, Científico, y sentí que este retraso era muy decepcionante. Tenía muchas ganas de llegar a casa y contarle a nuestra familia sobre el viaje.
Una hora más tarde, anunciaron que nuestro vuelo se retrasaría tres horas más. Era tarde y mi hermano y yo estábamos agotados. Llamamos a nuestros padres y les contamos lo que pasaba. Después de un largo período de espera que agotó nuestra paciencia, nos dijeron que nuestro vuelo había sido cancelado. Estaba realmente molesta. Tenía que asistir a un ensayo de seis horas de la banda de música al día siguiente, y ya era casi medianoche.
“¡Solo quiero irme a casa!”, pensé. A continuación, otro pensamiento siguió de inmediato: “Estás en casa, Sarah. Estás en el reino de los cielos”.
Inmediatamente, supe que este era un pensamiento de Dios, porque sentí que la paz me embargaba. Con frecuencia, pensamos que el hogar es un lugar específico, pero lo que este pensamiento me dijo fue que estar en casa realmente significa estar en la presencia de Dios. En el Evangelio de Mateo en la Biblia, Jesús dice que “el reino de los cielos se ha acercado” (4:17). Esta es una promesa de que Dios y Su bondad siempre están con nosotros. Ahí es donde vivimos. Este pensamiento me inspiró a orar sobre la situación de nuestro viaje.
Al principio pensé que, si oraba lo suficiente, nuestro vuelo ya no sería cancelado. Luego me pregunté si así es cómo funciona la oración verdaderamente. Solía creer que la oración no solo era confiable, sino predecible: Oras por un problema y luego desaparece. Este pensamiento casi me hizo reír a carcajadas. Me di cuenta de que delinear lo que sientes que debería suceder no es realmente una oración. Mary Baker Eddy explica en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras: “Aquello que deseamos y pedimos no es siempre lo que más nos conviene recibir. En este caso el Amor infinito no otorgará la petición” (pág. 10).
Momentáneamente distraída por mi deseo de llegar a casa, había olvidado que Dios realmente nos está gobernando a todos, incluyéndome a mí. Sabía que Dios cuidaría de mí, y de todos los demás pasajeros, indefectiblemente.
Muchas personas estaban tensas y enojadas, gritándole al recepcionista y preguntando por qué se había cancelado nuestro vuelo. Oré para ver a todos como amados y amorosos, ya que Dios es Amor y nos creó a cada uno de nosotros para expresarlo. Finalmente, la tensión disminuyó y agradecí la paciencia del recepcionista y otro personal de la aerolínea.
A mi hermano y a mí pronto nos dieron una noche gratis en un hotel. Nuestras necesidades fueron satisfechas a cada paso del camino. Más tarde, me enteré de que habían reportado un tiroteo en nuestro aeropuerto de conexión y disturbios en las cercanías de nuestro destino final. A pesar de lo que había pensado originalmente, resultó mejor que el vuelo hubiera sido cancelado.
Han pasado ocho años desde esta experiencia y he reflexionado más sobre lo que me enseñó. Originalmente, había pensado que Dios sabía de las cosas malas que sucedían en nuestro camino, por lo que redirigió nuestro rumbo. Pero más tarde, me di cuenta de que Dios no había dictado la cancelación de un vuelo y puesto a sus pasajeros en un hotel por la noche. Dios es bueno y solo conoce y expresa el bien. Así que se trataba más de cómo mi experiencia se ajustó a los hechos espirituales cuando reconocí que la bondad de Dios tenía que expresarse de manera tangible.
Comprendí que lo único que tenía que hacer era esperar el bien para verlo en mi experiencia. La Biblia dice: “Confía en el Señor con todo tu corazón, y no te apoyes en tu propio entendimiento. Reconócele en todos tus caminos, y Él enderezará tus sendas” (Proverbios 3:5, 6, LBLA). Esto me dice que podemos confiar en que el bien siempre se manifestará, aunque a veces de maneras que no esperamos, porque el bien es la ley de Dios.
El bien me fue revelado de muchas maneras y expresado por las personas que me rodeaban: en la paciencia del personal de la aerolínea, la gentileza de nuestro taxista y la amabilidad del recepcionista del hotel. Me sentí muy agradecida de que pudiéramos viajar a casa de manera segura al día siguiente.
Incluso si mi vuelo no hubiera sido cancelado, sé que todavía habría estado a salvo bajo el cuidado de Dios, y siempre lo estaré, porque vivo en el reino de los cielos. ¡Estoy muy agradecida de saber que esto es para todos!