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Gratitud que sana cuerpos y transforma vidas

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 17 de noviembre de 2025


Cuando era un niño pequeño y actuaba enfadado, mi mamá siempre me recordaba cuánto tenía que agradecer y me pedía que enumerara algunas cosas. No estoy seguro de cuál me gustaba menos escuchar: “¿Por qué estás agradecido?” o “¡Come tus verduras!”. No quería estar agradecido. Quería enfurruñarme y quejarme. Además, pensaba que primero tenía que obtener algo, o que las cosas debían salir a mi manera, antes de poder estar agradecido: Estaré agradecido cuando… Me salgo con la mía, mi cuerpo se siente mejor, o es el Día de Acción de Gracias y todos estamos agradecidos. 

Al crecer y aprender más sobre Dios y Su ley del bien universal, me di cuenta de que ¡la gratitud siempre es lo primero! La gratitud cambia las reglas del juego. No se trata solo de pensar positivamente o mirar el lado positivo. La gratitud es una fuerza transformadora que desempeña una función vital en la curación porque es la afirmación de la salud, la armonía y la bondad ya presentes de Dios. Es la forma de ver la armonía espiritual, a veces justo cuando parece haber un sentimiento perturbado de tranquilidad o enfermedad. 

La consciencia de la omnipresencia de Dios tiene como resultado la curación. Mary Baker Eddy, la Descubridora de la Ciencia Cristiana, escribe en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras: “Toma consciencia por un solo momento de que la Vida y la inteligencia son puramente espirituales —ni están en la materia ni son de ella— y el cuerpo entonces no proferirá ninguna queja” (pág. 14).  

La gratitud es ser gratamente consciente del bien siempre presente, y revierte toda forma de maldad, o un sentido de que el bien no está presente, entre ellos, el miedo, la carencia, la enfermedad y la discordia. El mal, cualquiera sea, no puede existir en la totalidad de Dios más de lo que la oscuridad puede existir en la luz. El reconocimiento del poder y la presencia de Dios, nuestro Padre-Madre divino, tiene como resultado la curación, al revelar que no hay otro poder, presencia o influencia. Entonces lo que había aparecido externamente como carencia, depresión, obstrucción o enfermedad es eliminado de nuestra experiencia, porque ha sido eliminado del pensamiento y reemplazado por la consciencia de la eterna presencia del Amor divino. 

He experimentado el poder transformador de la gratitud en mi vida. Durante varios años, luché contra la oscuridad y la depresión después de que una experiencia traumática me dejara con una sensación de miedo continua y paralizante. Hubo días y noches en los que no sabía si lo lograría. Mi esposa y yo oramos juntos todos los días, y solicité ayuda a diferentes practicistas de la Ciencia Cristiana para que oraran por mí. Estoy agradecido a cada uno de ellos por la libertad que finalmente gané. 

Una práctica que comencé y que marcó la diferencia fue hacer una lista diaria de gratitud. Cuando no podía concentrarme en nada más que en la oscuridad o el miedo, al menos podía estar agradecido por cosas obvias, como mi familia, los practicistas de la Ciencia Cristiana y mi hogar como un lugar donde podía calladamente conocer y amar a Dios. Estas listas me hicieron recurrir a la fuente de todas las bendiciones, Dios, y a menudo se convirtieron en el catalizador de mi tratamiento de la Ciencia Cristiana.

A medida que ganaba mi camino para comprender el poder presente de Dios en mi vida y ver un tremendo progreso, un día regresé a casa después de caminar y sentí una extraña sensación en la pierna. No pensé mucho en eso, pero en un día más o menos, no podía caminar ni siquiera pararme. Dormir también se volvió casi imposible debido al dolor. Cuando miré mi pierna, me alarmé mucho. No me lo diagnosticaron, pero parecía ser un caso grave de venas varicosas.  

Esto pareció como otro problema desalentador que me hizo sentir desanimado, y llamé a un practicista de la Ciencia Cristiana para que orara conmigo. Reanudé mi compromiso de comenzar todos los días alabando a Dios agregando a mi lista de gratitud. No importaba cuán pequeña o insignificante pudiera parecer cada cosa que anotaba; sentí la presencia del bien en mi vida y reconocí a Dios como la fuente. Me di cuenta de que amar a Dios es una forma de agradecerle por amarnos. 

Como sucede a menudo al recurrir a Dios en busca de curación, los malos hábitos salieron a la superficie para ser corregidos a través de la oración. Durante este tiempo, mi país y el mundo estaban pasando por una gran crisis, y me volví desconfiado, impaciente, irritable y me distraía y molestaba fácilmente con los últimos titulares. No obstante, me sentía casi adicto a las malas noticias. Era obvio que debía abordar este hábito en mis oraciones. Me sentí divinamente impulsado a apagarlo todo y concentrarme únicamente en lo que Dios estaba revelando. 

Si tenía la tentación de echar un vistazo a los titulares sensacionalistas, los debates en las redes sociales o mi pierna, mantenía mis ojos en los libros frente a mí. Estaba leyendo relatos bíblicos de las curaciones y enseñanzas de Cristo Jesús; relatos sobre el descubrimiento que hizo la Sra. Eddy de la Ciencia Cristiana, y cómo sanó a otros como resultado de su comprensión de Dios; la Lección Bíblica semanal del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana; y Ciencia y Salud, que incluye cien páginas de curaciones que las personas experimentaron con solo leer ese libro. Como un caballo con anteojeras, me mantuve enfocado en la verdad que resplandecía ante mí a través de esos libros. ¡No me desvié!

Sin embargo, cuando no había mucha mejoría física, me sentía tentado a sentirme desanimado. Mi esposa daría una charla en otro estado en pocas semanas, y sentí firmemente que era correcto para mí estar allí y apoyarla en esta actividad sanadora. El día que teníamos que salir, yo estaba usando muletas, pero con humildad, fui. 

La noche antes de la charla de mi esposa, tuve una conversación honesta con Dios, que comencé agradeciéndole con humildad y de todo corazón por la pequeña evidencia de curación que había presenciado hasta ahora, y reconociendo que Él ciertamente me llevaría hasta que se realizara una curación completa.

Al apreciar esta gratitud, pensé en lo que leemos en los escritos de la Sra. Eddy que “la Mente gobierna el cuerpo” (Ciencia y Salud, pág. 111). En callada desesperación, me volví a Dios y le pregunté: “¿Qué significa eso: ‘La Mente gobierna el cuerpo’? ¿Gobierna Dios un cerebro, un cuerpo material, sus funciones y movimientos, venas y arterias?”. 

La respuesta fue casi inmediata, muy simple y tierna, pero vino con autoridad y convicción: “Dios, la Mente divina, gobierna mi pensamiento sobre mi cuerpo”. ¡Esa fue la respuesta! Sentí una calma suave y profunda. 

Ciencia y Salud dice: “La Mente inmortal alimenta el cuerpo con frescura y belleza celestiales, suministrándole bellas imá­genes de pensamiento y destruyendo las aflicciones del sentido, las cuales cada día llevan a una tumba más cercana” (pág. 248). Estas “bellas imágenes de pensamiento” gobiernan nuestra forma de pensar sobre todos los aspectos de nuestras vidas, y descubrimos que tenemos exactamente lo que necesitamos a cada momento.  

La gratitud y el amor trajeron curación física y mental. Estaba libre de la adicción a las “malas noticias”, ya fuera la agitación en el país, en mi cuerpo o en mi pasado. Me volví más alegre, más en paz, menos estresado, más lento para reaccionar y más rápido para amar. Estaba menos impresionado con el odio humano y más interesado en ver el Amor divino en acción. El estado de miedo y ansiedad constantes que me había atormentado durante tanto tiempo se desvaneció.

No mucho después de esta maravillosa visión espiritual, mi esposa y yo pasamos seis meses viajando cientos de miles de kilómetros y visitando casi una docena de países. Caminamos cientos de kilómetros, subiendo colinas empinadas e innumerables tramos de escaleras, ¡todo con libertad, dominio, alegría y humilde gratitud! No había rastro de un problema con mi pierna.

Ciencia y Salud dice: “Mantén tu pensamiento firmemente en lo perdurable, lo bueno y lo verdadero y los traerás a tu experiencia en la pro­porción en que ocupen tus pensamientos” (pág. 261). Podemos mantenernos firmes y no dejarnos influenciar por nada que no contribuya a conocer y amar a Dios. Esta posición firme, como expresión de gratitud por la capacidad de la Mente divina para mantener amorosamente a Sus propias ideas, es verdaderamente transformadora. 

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