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La luz de la ley de la Verdad ilumina nuestras vidas

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 25 de agosto de 2025


 

Una mañana, al sentir la sublimidad de la luz del sol elevándose sobre el océano, observé su resplandor. Así como la luz del amanecer finalmente llena el cielo, Dios ilumina nuestras vidas, trayendo libertad y curación de maneras gloriosas. Tal como la luz del universo está regulada por la ley divina y es invariable, nuestras vidas están reguladas por la ley divina, que trae curación.

En Juan 1:5 tenemos esta reconfortante declaración: “La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la han vencido” (English Standard Version). Sentí este poder de la luz espiritual verdadera y su ley de perfección a través de una curación que tuve después de que me mordiera una araña viuda negra mientras limpiaba mi garaje.    

Sabía por la Biblia que todas las cosas fueron hechas por Dios. También entendía por medio del libro de texto de la Ciencia Cristiana, escrito por Mary Baker Eddy, que “Dios es ‘el mismo ayer, y hoy, y por los siglos’; y Él, que es inmutablemente justo, hará lo justo sin que se Le recuerde lo que es de Su incumbencia” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, págs. 2-3). Dios es luz continua e ininterrumpida, inmutable, inquebrantable. 

La convicción de que, puesto que soy un reflejo de Dios (como todos lo somos),  ninguna oscuridad podía tocarme, me llegó nítidamente. No tenía temor alguno. Era muy obvio que la oscuridad del veneno no podía apagar la luz de la Verdad, que es nuestra verdadera sustancia. 

Llamé a una practicista de la Ciencia Cristiana para que apoyara la curación. En poco tiempo, la hinchazón y la incomodidad fueron eliminadas por completo.

Una vecina me visitó y le conté mi experiencia. Ella tuvo miedo por mí y me aconsejó que dejara que un médico revisara la mordedura. Si bien le dije que me haría cargo de ello a mi manera, la verdad es que lo que me dijo me alarmó y los síntomas comenzaron a reaparecer. 

Llamé a la practicista nuevamente y ella me ayudó a ver que simplemente me había quedado atrapada en el miedo expresado por mi vecina. Por medio de la inspiración de la luz del Cristo, la Verdad, la practicista me recordó que el miedo no tiene poder. Me sentí segura de que la curación era completa y los síntomas cesaron. También entendí que la preocupación de mi vecina era por amor, y solo sentí amor hacia ella. 

Este fue un ejemplo muy claro de estas palabras de Ciencia y Salud: “Cuando desaparece el temor, el fundamento de la enferme­dad se desvanece” (pág. 368). La curación resultó ser permanente, ya que nunca tuve más problemas por esa mordedura.

El miedo se disuelve cuando reconocemos la verdad de la realidad espiritual. ¿Cuál es esta realidad? Que Dios es bueno e hizo todo lo que existe, incluyéndonos a ti y a mí. Qué fortalecedor saber eso, como dice la Sra. Eddy en La unidad del bien: “La Verdad es Dios, y está en la ley de Dios. Esta ley declara que la Verdad es Todo, y que no existe el error. Esta ley de la Verdad destruye cada fase del error” (pág. 4).

He descubierto que esforzarme por asimilar constantemente solo la verdad me ha permitido estar mentalmente preparada para enfrentarme a problemas difíciles sin temor. Por medio del Cristo, la Verdad, podemos vencer las creencias que contradicen la comprensión de Dios como todo y como el bien: “derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo”, como lo describe Pablo (2.° Corintios 10:5). Es natural que este pensamiento disciplinado propio del Cristo nos permita vencer el temor cuando parece haber una amenaza para nuestro bienestar.  

No obstante, llevar nuestros pensamientos a la obediencia a Cristo puede ser todo un desafío. Una vez, estaba preocupada por cómo resolver un problema y percibí muy claramente que la luz de la oración traería la solución perfecta. Con el apoyo de una practicista de la Ciencia Cristiana, me vino la convicción de que “Dios es al mismo tiempo el centro y la circunferencia del ser” (Ciencia y Salud, págs. 203-204). El miedo a una amenaza inminente fue silenciado en la tranquila seguridad de que solo Dios, la Verdad, era el centro de mi ser; solo la Verdad tenía poder sobre mí.

A medida que apreciaba la luz de la Verdad, el problema se disolvía. Me di cuenta de que, “... cuanto más pronto el error sea reducido a su origen, la nada, tanto más pronto aparecerá la gran realidad del hombre y será comprendido su ser genuino” (Ciencia y Salud, pág. 91). Lo único que estaba sucediendo era el centro y la circunferencia del ser perfecto de Dios. La ley de Dios se iluminó en mi consciencia y la oscuridad se desvaneció. Solo la luz de la perfección de Dios podía estar presente. La oscuridad nunca puede eliminar realmente la luz de nuestro ser. 

Me encanta lo que estoy aprendiendo acerca de que la luz de la Verdad es la única ley de mi vida. Me doy cuenta cada vez más de lo que dice Ciencia y Salud: “La Verdad y el Amor iluminan la comprensión, en cuya ‘luz veremos la luz’; y esta iluminación es reflejada espiri­tualmente por todos los que andan en la luz y se alejan de un falso sentido material” (pág. 510).

El Cristo sanador ilumina nuestra comprensión con la convicción de que la perfección es la verdad permanente sobre cada uno de nosotros. Caminamos en el tierno amor de Dios a medida que afirmamos que la Verdad tiene el control total de nuestra vida, nuestra salud, nuestras relaciones y nuestra provisión. Entonces sentimos que la presencia constante de Dios trae paz y dominio. 

La Ciencia Cristiana contiene el conocimiento de la ley divina que nos permite demostrar la luz sanadora del Cristo. Cada uno de nosotros puede seguir adelante hoy y demostrar su eficacia sanadora. 

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