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Los fines de la inteligencia

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 14 de julio de 2025


Los seres humanos han usado su inteligencia a lo largo de la historia de maneras tanto buenas como malas, puras e impuras, e incluso en una mezcla de estas: una casa dividida. Esta historia ha llevado a la suposición común de que la inteligencia puede ser tanto buena como mala. Pero ¿es esta una suposición justa? ¿O es la inteligencia puramente buena?

La Biblia habla de “la mente del Señor” y “la mente de Cristo” (1.° Corintios 2:16). Basándose en la Biblia y derivando su autoridad de ella, la Ciencia Cristiana enseña que Dios, el bien, es Espíritu, y el Espíritu es Mente. Los pensamientos de Dios comprenden el universo espiritual, incluido el hombre espiritual (nuestra verdadera individualidad), cuya consciencia es el reflejo de Dios, la Mente divina. 

La inteligencia real es una cualidad de Dios. De hecho, como Mary Baker Eddy lo define en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, Dios es inteligencia (véase pág. 587). Y esta inteligencia divina opera consistentemente en nuestro nombre, al gobernar, dirigir, satisfacer y armonizar todo ser.

Cualquier otra pretensión de inteligencia o acción inteligente es falsa, una suposición basada en la materia de una mente o mentes además de Dios. Una mentalidad teóricamente opuesta, llamada en la Biblia “la mente carnal” (Romanos 8:7, KJV), es la autora del llamado pensamiento basado en el cerebro. En la Ciencia Cristiana esto también se conoce como mente mortal, ya que incluye la muerte o la finitud dentro de sí misma. Funciona en base al miedo, el miedo de que podamos ser separados de Dios, del bien, del Amor, algo que Jesús enseñó y demostró que era imposible.

Aunque en última instancia es irreal y, por lo tanto, carece de cualquier poder creativo verdadero, la mente mortal se presenta a sí misma como capaz de hacer algo novedoso. En los medios de comunicación contemporáneos, la inteligencia artificial (IA) ha ganado protagonismo en artículos que a menudo expresan aprensión sobre lo que los escritores ven como su amenaza inherente. Todos los pensadores deberían desafiar ese temor, ya que el término en sí mismo es una flagrante contradicción. Una vez más, el libro de texto de la Ciencia Cristiana declara: “Dios es la inteligencia” (Ciencia y Salud, pág. 2), y en la Biblia Dios declara Su totalidad: “Yo soy el Señor y no hay ningún otro” (Isaías 45:18, LBLA).

Entonces, ¿qué es la IA? Es la manipulación de datos, o información material, a través de software informático “aprendido” (codificado); es decir, un refrito de material antiguo. La reconfiguración no es una invención. El único originador de cualquier cosa es Dios, el creador divino, la Mente, cuyas ideas son las únicas que componen la realidad.

La inteligencia artificial no es la realidad, sino un artificio. Como tal, no tiene control ni poder sobre el hombre, la idea o manifestación espiritual de Dios. Por ejemplo, una pintura de un río, por muy realista que sea, no está realmente mojada y no puede hacer daño a nadie ni a nada. 

Al hablar de los dioses materiales, Jeremías señala: “Derechos están como palmera, y no hablan; son llevados, porque no pueden andar. No tengáis temor de ellos, porque ni pueden hacer mal, ni para hacer bien tienen poder” (10:5; todo el capítulo merece una segunda lectura).

También cabe destacar la realidad aumentada, que combina la experiencia del “mundo real” con contenido generado en 3D por la computadora. Es decir, superpone un concepto material con otro concepto material. Sin embargo, Dios es el único creador real y Sus ideas son realidades espirituales. ¿Quién o qué podría añadir a la realidad, a lo que Dios ya ha hecho? 

Puesto que el Espíritu es bueno y es infinito, no debería sorprendernos ver esa bondad evidenciada en las invenciones humanas, incluidas algunas aplicaciones de la IA, que pueden tener una utilidad positiva a través de procesos mejorados con algoritmos, por ejemplo, eficiencias que ahorran mano de obra en la fabricación. La Sra. Eddy escribe: “Vemos con agrado el aumento del conocimiento y el fin del error, porque aun la inventiva humana debe tener su día, y queremos que ese día sea sucedido por la Ciencia Cristiana, por la realidad divina” (Ciencia y Salud, pág. 95). 

Cualquier buen resultado producido por la IA se deriva de la operación del Principio divino en los asuntos humanos. Cualquier efecto dañino es una ilusión del error, o de una mente mortal. En la Biblia, Dios promete: “Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice el Señor, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis” (Jeremías 29:11, KJV). 

¿Qué pasa con las amenazas de crímenes contra la humanidad tramados a través de la IA? La Sra. Eddy escribe: “Sólo la Ciencia puede explicar los increíbles elementos buenos y malos que están saliendo ahora a la superficie” (Ciencia y Salud, pág. 83).  Cuando leas esto, recuerda que la palabra increíble se aplica por igual tanto a los elementos buenos como a los malos. Asegurémonos de reconocer los “buenos”, así como los bien publicitados “elementos malos” que ahora salen a la luz.  

¿No es el pináculo del bien increíble la Ciencia Cristiana misma, al explicar y demostrar a través de la curación la ley de Dios perfecto y hombre perfecto; el Principio infinito del bien, eternamente uno con su reflejo, el hombre? La omnipresencia de Dios excluye absolutamente la existencia, el desarrollo o la operación de cualquier cosa desemejante u opuesta al bien. Debido a que el Espíritu infinito, Dios, es inteligencia, Él no puede ser imitado o reclutado en nombre del mal.

La ley del Amor divino opera perpetuamente a nuestro favor, sosteniendo el bien, la salud y el progreso, al mismo tiempo que nos permite detectar, exponer y destruir toda falsedad, y esto se hace evidente cuando los pensadores lo reconocen. Podemos confiar con calma y humildad en que Dios proveerá a la humanidad con vigilancia y sabiduría oportuna para la acción correcta. Las entidades gubernamentales de todo el mundo están tomando medidas para garantizar la transparencia en el desarrollo y la aplicación de la IA. Cualquier uso malicioso de la IA carece de autoridad divina y, por lo tanto, está listo para la destrucción, como el árbol infructuoso que Jesús encontró (véase Mateo 21:19). 

El Espíritu también es la Verdad. En su infinitud, la Verdad apoya y cumple eternamente los deseos y esfuerzos justos dentro de la familia humana. Jesús nos asegura: “A vuestro Padre le ha placido daros el reino” (Lucas 12:32). A través de la gracia divina, la Verdad inmortal satisface nuestra necesidad y manifiesta perfectamente las ideas correctas, a veces antes y a menudo incluso sin que se lo pidamos.

Durante muchos años trabajé en la redacción de un ensayo sobre el análisis literario. Inicialmente, se cerraron prometedoras vías de análisis. Con demasiada frecuencia chocaba contra una pared de ladrillos y dejaba el trabajo. Sin embargo, espontáneamente nuevas direcciones que no había considerado me llevaban de vuelta a la tarea, hasta que finalmente lo hice y envié el artículo a una revista académica muy respetada. Lo revisó un experto en análisis literario que no conocía ni mi identidad ni mi filiación, ni yo conocía la de ellos. Fue aceptado rápidamente, y considerado “brillante” por el revisor. 

Si bien estaba feliz por el resultado positivo, me convencí firmemente de que yo no había realizado el análisis más de lo que lo había hecho mi mascota Boston terrier. A través de la formación y la experiencia, ciertamente poseía las habilidades de composición necesarias, pero no la perspicacia analítica que resultó. Puedo andar en bicicleta, pero nunca podría haber inventado el dispositivo. No había orado específicamente por la ayuda divina; no obstante, la ayuda llegó. 

De esta experiencia comprendí como nunca antes la función impersonal pero precisa de la gracia. Aunque el tema del artículo envolvía la estética literaria, el enfoque central era moral y buscaba causas y efectos deíficos. Su finalización y éxito fue para mí una prueba clara de que sólo Dios es la fuente de toda verdadera inteligencia creativa.

Todos somos hijos de Dios. El mal nunca es una característica de nuestro ser, ni en el presente ni en el futuro. Podemos ceder y confiar en los pensamientos de Dios hacia nosotros, confiados en saber que, por ser Su imagen, somos siempre guiados y protegidos de manera segura. La Sra. Eddy escribe: “Los buenos pensamientos son una armadura impenetrable; revestidos con ellos estáis completamente protegidos contra los ataques de toda clase de error” (La Primera Iglesia de Cristo, Científico, y Miscelánea, pág. 210).

Los fines de la inteligencia se manifiestan en las bendiciones que se otorgan continuamente al hombre, la imagen de Dios. Tales otorgamientos incluyen paz, integridad, alegría, seguridad, justicia, prosperidad, éxito e iluminación. Estos constituyen la herencia inteligente de cada uno de nosotros, el reino de los cielos dentro de nosotros que Jesús prometió.

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