Mary Baker Eddy escribe en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras: “Todos, tarde o temprano, tienen que plantarse en Cristo, la idea verdadera de Dios” (pág. 54). Al pensar en mi experiencia, me doy cuenta de que no regresé a la Ciencia Cristiana, sino que me planté en ella.
La Ciencia Cristiana se practicaba en mi casa desde que yo era niña. Mi mamá leía las Lecciones Bíblicas semanales del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana y hablaba con la familia acerca de Dios y de ser sanado mediante la aplicación de las enseñanzas de la Ciencia Cristiana. Pero vivíamos demasiado lejos de una filial de la Iglesia de Cristo, Científico, como para asistir a la Escuela Dominical con regularidad hasta que nos mudamos cuando yo estaba en el bachillerato.
Mi primera experiencia con la Ciencia Cristiana tiene un paralelo con la parábola del sembrador de Cristo Jesús (véase Mateo 13:3-8). En la parábola, las semillas que cayeron en suelo pedregoso crecieron por un tiempo, pero debido a que el suelo era tan poco profundo, las plantas no pudieron echar raíces y finalmente murieron. Jesús explicó a sus discípulos que la semilla representaba la Palabra de Dios.