La primera vez que escuché hablar de la Ciencia Cristiana fue en 2010, y a través del estudio y la práctica de esta Ciencia, he aprendido a confiar en Dios para sanar. Con el corazón lleno de gratitud, quiero compartir una de las muchas curaciones que he tenido.
Cuando mi ciclo menstrual comenzó en mi adolescencia, a veces era irregular y doloroso. Mi doctora dijo que esto se debía a desequilibrios hormonales y me recetó medicamentos. Pero no había una solución permanente. Durante mi período, a menudo experimentaba agudo dolor de estómago, vómitos, fiebre y dolores corporales. A veces, los síntomas eran tan graves que interferían con mis actividades diarias.
Después de comenzar a estudiar la Ciencia Cristiana, empecé a orar por mí misma, utilizando las verdades espirituales que estaba aprendiendo. A veces llamaba a un practicista de la Ciencia Cristiana para que también orara por mí. Por lo general, esto traía un alivio rápido de las molestias físicas, pero el problema no se sanaba por completo.
Luego, en 2019, comencé a tener molestos síntomas perturbadores al orinar. Un practicista estaba orando por mí, pero los síntomas no cedían. Durante este tiempo, hablé sobre la irregularidad de mi ciclo mensual con el practicista, y él dirigió mi atención hacia una línea del Padre Nuestro y su interpretación espiritual en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, escrito por Mary Baker Eddy:
Padre nuestro que estás en los cielos,
Nuestro Padre-Madre Dios, todo-armonioso … (pág. 16)
Esto fue un recordatorio de que cada uno de nosotros, hecho a imagen y semejanza de Dios, refleja armonía. Por lo tanto, se puede esperar que el ciclo mensual de una mujer permanezca en orden a menos que se permita que los temores y las creencias falsas interfieran con él. El practicista me alentó a vigilar mis pensamientos para ver con cuánta frecuencia me controlaba el temor, y a permitir que la Mente divina, en cambio, se hiciera cargo de mis actividades diarias y restableciera la armonía en mi ciclo mensual.
Al examinar mis pensamientos, descubrí que estaban llenos de frustración y enojo debido al comportamiento de los miembros de mi familia hacia mí. Me sentía profundamente herida por sus actitudes, que consideraba injustas, y no quería hablar con ellos. Al mismo tiempo, pude ver la importancia de obedecer los mandamientos de amar a Dios por encima de todo y a nuestro prójimo como a nosotros mismos. No podemos esperar curación cuando no estamos siguiendo los mandamientos de Dios.
Debido a que estaba etiquetando a mi familia como poco amorosa y desconsiderada, amarlos parecía bastante difícil. Necesitaba corregir mi forma de pensar acerca de ellos, debía verlos y amarlos como hijos de Dios. Un artículo titulado “Connection between purity and health” de Jan Kassahn Keeler (Christian Science Sentinel, November 29, 1999) me ayudó a apreciar el valor de limpiar mi consciencia de la frustración y la ira.
Una noche, cuando los síntomas físicos eran muy agresivos, humildemente le pedí a Dios: “Padre, limpia mi corazón de todos estos pensamientos erróneos y ayúdame a ver Tu creación como Tú la ves: perfecta”. Me sentí impulsada a escribir las buenas cualidades de cada miembro de la familia en un pedazo de papel, algo que había parecido tan difícil de hacer tan solo un par de minutos antes. Me sentí en paz.
Después, dejé de centrarme en los síntomas corporales y comencé a afirmar en oración que soy hija de Dios, hecha a Su imagen y semejanza. Como expresión del Amor, podía confiar en el control de la Mente sobre cada función del cuerpo, y no podía tener ningún pensamiento erróneo de resentimiento, odio o venganza.
No obstante, dudé en restablecer la comunicación con mi familia. Entonces, un día me alertaron sobre el Estatuto “Una Regla para móviles y actos” en el Manual de La Iglesia Madre, que dice en parte: “Ni la animadversión ni el mero afecto personal deben impulsar los móviles o actos de los miembros de La Iglesia Madre. En la Ciencia, sólo el Amor divino gobierna al hombre, y el Científico Cristiano refleja la dulce amenidad del Amor al reprender el pecado, al expresar verdadera confraternidad, caridad y perdón” (Mary Baker Eddy, pág. 40).
Me volví más vigilante de mis pensamientos y dejé de etiquetar, juzgar y condenar a los miembros de mi familia. Comencé a reemplazar cada pensamiento impío con gratitud hacia aquellos que han contribuido a mi vida desde mi infancia.
Después de un par de meses, me sentí inspirada a visitar la casa de mis padres. Por primera vez en mucho tiempo, hablamos y reímos juntos. Todos los rencores que había estado guardando se desvanecieron y me olvidé de las heridas del pasado. Se restableció la armonía en nuestra relación, y los síntomas físicos desaparecieron poco después. Mi ciclo menstrual ha seguido siendo normal e indoloro durante los últimos años.
Doy gracias a Dios por lo que aprendí de esta experiencia: que nuestro único enemigo es todo pensamiento que niegue la bondad de Dios y Su creación. Estoy agradecida a la Sra. Eddy por descubrir la Ciencia Cristiana y compartir esta verdad con el mundo.
Sushma Sharma
Mohali, Punjab, India