Sentí que necesitaba un descanso de la Ciencia Cristiana. Había tenido algunas curaciones importantes en el pasado; no tenía ninguna duda de que la oración sana. Pero después de una serie de sucesos en la vida que prácticamente me diezmaron, quería algo diferente. Realmente diferente.
Empecé a leer muchos libros de autoayuda, y todos parecían ser muy prometedores. A veces tenían pasos fáciles de seguir o cuestionarios para completar, y yo tenía la esperanza de tener tanto éxito como las personas de los libros. Iba a la librería y permanecía en la sección de autoayuda durante horas, y siempre volvía a casa con un montón de títulos nuevos que me hacían sentir que finalmente yo estaría bien.
Desafortunadamente, mi euforia inicial de que las cosas mejorarían se desvaneció en aproximadamente un mes, al darme cuenta de que ninguno de los nuevos “planes de vida” realmente cambiaba nada. Las ideas de los libros no tuvieron el tipo de impacto perdurable que yo esperaba.
Después de un par de años, comencé a darme cuenta de que este tipo de descontento e infelicidad casi imperceptible estaba implícito en todo lo que hacía. Y empecé a pensar: ¿Cuándo fue la última vez que fui realmente feliz? Obviamente, no fue cuando tuve todos esos problemas. Más bien, fue cuando crecí junto a dos padres que eran Científicos Cristianos, y tuve ese sentimiento de seguridad que provenía de saber que Dios siempre estaba conmigo.
Me di cuenta de que quería volver a experimentar esa felicidad. Y no solo eso, sino también inocencia. Sentía que sin la Ciencia Cristiana, estaba inmersa en problemas. Y no solo no veía ninguna solución a esos problemas, sino que simplemente no había ninguna solución.
La vida con la Ciencia Cristiana había sido diferente. Claro, todavía había problemas con los que lidiar. Pero tenía la confianza de que, aunque no viera la solución en ese momento, siempre había una solución. Siempre. Me di cuenta de que había sido feliz porque crecí pensando que la curación siempre es posible, y anhelaba volver a sentir esa inocencia y seguridad.
Al principio no pensé que pudiera recuperarlas. Sentí que era demasiado tarde, porque pensé que una vez que la inocencia y la confianza en Dios desaparecieron, se habían ido. No obstante, comencé a dar pasos inciertos hacia adelante, porque mi objetivo era la felicidad, y ahora creía que Dios y lo que había aprendido sobre la Ciencia Cristiana eran el camino en el que la encontraría.
Así que empecé a recurrir más a Dios y a asistir a la iglesia periódicamente. Pero esta vez no fue porque sintiera que era lo que se esperaba de mí. Ahora estaba más comprometida. A veces, lo que escuchaba no se alineaba con mis experiencias recientes. Pero eso me hizo prestar atención y pensé —y oré— sobre esas ideas. Con el tiempo, las acepté.
Mis problemas no desaparecieron del todo una vez que comencé a volverme a Dios nuevamente; sin embargo, tuve algunas curaciones decisivas bastante rápido: de una migraña severa, apendicitis diagnosticada médicamente y abrumadores problemas de dinero.
Estaba descubriendo que la verdadera satisfacción no se basa en las condiciones de la vida, sino en la Vida, que es Dios. A medida que aprendía más sobre mi unidad eterna con la Vida, las cosas comenzaban a ajustarse naturalmente. No siempre fue rápido, pero sentí más confianza en Dios, y que mi crecimiento espiritual era constante.
Y esto fue clave. Antes de alejarme de la Ciencia Cristiana, había confiado principalmente en las oraciones de mis padres y en las de los diversos practicistas de la Ciencia Cristiana a los que había llamado. Mis propias oraciones habían parecido estar más en un nivel superficial. Pero ahora era mi travesía, mi comunión con Dios, lo que me impulsaba hacia adelante. Le hice muchas preguntas a Dios y siempre obtuve respuestas. No todas de inmediato. Pero Dios, mi Padre-Madre, nunca me ha defraudado cuando he recurrido a Ella.
Descubrí que no necesitaba “10 pasos fáciles” para ser feliz, sino que cada respuesta que necesito siempre se encuentra en la Biblia y Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, de Mary Baker Eddy. He aprendido que las ideas que contienen son poderosas y pueden sanar cualquier tipo de problema.
¿Me he sentido feliz todos los días desde que regresé a mi práctica de la Ciencia Cristiana? No. Pero he sentido una confianza firme en Dios y en lo que la Ciencia Cristiana enseña acerca de Dios. Y hay una inconmovible satisfacción en el fondo de mi ser. También hay mucha alegría en mi vida. Me río mucho y me divierto mucho regularmente. Pero todo es el resultado de este sentido más profundo de felicidad que he obtenido: la comprensión de que la felicidad es la forma en que Dios me hizo, por lo que nunca podré perderla.