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Una magnífica declaración de nuestro ser

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 17 de noviembre de 2025


A veces, las personas les preguntan a los niños: “¿Qué quieres ser cuando seas grande?”, generalmente esperando respuestas tales como bombero, maestro, astronauta o atleta profesional. Del mismo modo, los entrevistadores ocasionalmente preguntan a los adultos: “¿Dónde te ves en cinco años?”, esperando respuestas que describan dónde podrían vivir o qué tan lejos podrían llegar dentro de una profesión en particular. 

¿Qué pasaría si, en lugar de pensar en lo que esperamos ser en el futuro, nos preguntáramos regularmente: “¿Qué soy en este momento?”. 

Cristo Jesús dijo: “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Mateo 5:48). Esto no es un llamado al perfeccionismo humano, sino una invitación a ser conscientes ahora de nuestro verdadero y maravilloso ser (y el de los demás), que es pura y completamente bueno, libre y siempre accesible porque tiene su fuente en Dios. 

Dios le declaró a Moisés: “YO SOY EL QUE SOY” (Éxodo 3:14). El conocimiento de este Dios todopoderoso y omnipresente iba a ser el fundamento para la liberación de los israelitas de la esclavitud en Egipto. Inicialmente, Moisés no confiaba en sus  capacidades y se preguntaba qué nombre debería usar para explicarle al pueblo de Dios quién lo había enviado para guiarlos a la libertad. La poderosa respuesta que se le dio ilustró la autoridad incontestable de Dios. El amor de Dios liberó del faraón a los israelitas, los guio y los protegió.

La magnífica declaración de Dios “YO SOY EL QUE SOY”, con su promesa  subyacente a los hijos de Israel y a toda la humanidad de estar con nosotros para siempre, ha sido traducida a cientos de idiomas e inspirado a millones de personas. 

Mary Baker Eddy reflexionó profundamente sobre las enseñanzas de la Biblia acerca de Dios y Su creación. Estudió particularmente las obras sanadoras de Jesús y su significado para nuestras vidas hoy. Después de muchos años de este estudio, tuvo una experiencia que la llevó a descubrir la Ciencia Cristiana: Después de un grave accidente del que no se esperaba que se recuperara, Eddy pidió su Biblia. Mientras leía, vislumbró su verdadero ser espiritual en Dios, el Espíritu, y fue sanada. Dedicó el resto de su vida a comprender y demostrar lo que aprendió sobre Dios y nuestra inseparabilidad de nuestro divino Padre-Madre, y compartirlo con el mundo. El libro de texto de la Ciencia Cristiana que escribió, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, ha sido leído por innumerables personas en todo el mundo y transformado sus vidas.

También hay una grandiosa declaración del ser de Dios y el nuestro en un párrafo clave en Ciencia y Salud. En realidad, responde a la pregunta “¿Cuál es la declaración científica del ser?”. Dice: “No hay vida, verdad, inteligencia ni sustancia en la materia. Todo es la Mente infinita y su manifestación infinita, pues Dios es Todo-en-todo. El Espíritu es la Verdad inmortal; la materia es el error mortal. El Espíritu es lo real y eterno; la materia es lo irreal y temporal. El Espíritu es Dios, y el hombre es Su imagen y semejanza. Por lo tanto, el hombre no es material; él es espiritual” (pág. 468).

Las variaciones y expansiones de todas las ideas de esa declaración y cómo se relacionan con la curación de enfermedades y pecados se encuentran a lo largo de Ciencia y Salud y el resto de los escritos de Eddy. Comprender el ser de Dios y el nuestro como hijos de Dios es esencial para la curación en la Ciencia Cristiana. 

Aquí hay un ejemplo: Hace varios años, después de despertarme por la mañana, me  sentía muy mareada cuando intentaba sentarme por primera vez. Cuando me levantaba de la cama y comenzaba a caminar, me sentía físicamente desequilibrada al punto de que me preocupaba caerme. Esto me llevó a una rutina matutina de sentarme en la cama hasta que mi cabeza se aclarara, y luego rozar ligeramente mi mano contra la pared mientras caminaba, lista para sostenerme si era necesario. 

Después de varios días de esto, me di cuenta de que había formado el hábito de revisar mentalmente mi cuerpo tan pronto como me despertaba para ver cómo se sentía todo y después preguntarme qué pasaría cuando me levantara. Fue entonces que enfrenté con firmeza esta inquietante situación con la oración. Decidí que antes de pensar en cualquier otra cosa por la mañana, me haría un chequeo espiritual, no físico. Dios es Amor, listo. La vida es Dios, listo. El Espíritu, la Verdad y no un cuerpo físico es el Dios de mi vida, listo.

También amplié mi comprensión de “la declaración científica del ser”, afirmando, por ejemplo, que todo es la Vida infinita y su manifestación infinita de salud, vigor, progreso, desarrollo y frescura, pues la Vida es Todo-en-todo. Esto quita de mí y de todos los demás la apatía, el estancamiento, la limitación y la enfermedad. Todo es la Verdad infinita y su manifestación infinita de santidad y claridad, pues la Verdad es Todo-en-todo. Esto descarta la desorientación y la inestabilidad. Todo es el Espíritu infinito y su manifestación infinita de energía, sustancia, entusiasmo y vigor, pues el Espíritu es Todo-en-todo. Eso descarta la decadencia, la apatía y el materialismo.  

Hice esto con todos los sinónimos y cualidades relacionadas con cada uno, hasta que los temores sobre mi cuerpo fueron silenciados. Entonces me levantaba de la cama, sin inmutarme por los síntomas físicos que experimentaba. Antes de iniciar mi ajetreado día como practicista de la Ciencia Cristiana, así como esposa, madre y miembro de la iglesia y la comunidad, también estudiaba y apreciaba las ideas de la Lección Bíblica de esa semana del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana. El problema pronto desapareció y jamás volvió. Años después, permanezco libre y confiada, así como vigorosamente activa. 

Todos los días estoy agradecida por esta experiencia, que me recuerda estar alerta a lo que pienso y soy, y comenzar cada mañana apreciando la majestad y la presencia de Dios y el hecho espiritual de nuestra unidad con Él. Nuestro Padre-Madre siempre está expresando amor, salud, pureza y paz en nosotros. Reconocer y ceder a la magnificencia tanto de la declaración de Dios “Yo soy el que soy” como de “la declaración científica del ser” siempre deriva en inspiración y libertad, así como curación.

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