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Iglesia. La estructura de la Verdad y el Amor; todo lo que descansa sobre el Principio divino y procede de él.

La Iglesia es aquella institución que da prueba de su utilidad y se halla elevando la raza, despertando el entendimiento dormido de las creencias materiales a la comprensión de las ideas espirituales y la demostración de la Ciencia divina, así echando fuera los demonios, o el error, y sanando a los enfermos.
Mary Baker Eddy, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, p. 583

Una Sala de Lectura “bien situada”

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 10 de abril de 2025

Publicado originalmente en el Christian Science Journal de marzo de 2011


A menudo me gusta pensar en el siguiente requisito del Manual de la Iglesia Madre: “Será deber de los miembros de La Iglesia Madre y de sus filiales promover paz en la tierra y buena voluntad para con los hombres; . . . deberán esforzarse por promover el bienestar de toda la humanidad demostrando las reglas del Amor divino” (Mary Baker Eddy, pág. 45).

Pienso que este requisito nos da la oportunidad perfecta para poner en práctica nuestro amor hacia nuestros semejantes al compartir la Ciencia Cristiana con ellos. Me di cuenta de esto durante un momento de frustración, cuando añoraba acercarme más a mi comunidad. 

Cuando me nombraron Bibliotecaria de la Sala de Lectura de la Ciencia Cristiana en la iglesia de la cual yo era miembro, estaba muy entusiasmada. Limpiamos los muebles y estantes, armamos nuevas exhibiciones para las vidrieras y modernizamos el área de estudio. Toda esta actividad se sintió muy gratificante. Pensé que todo ese esfuerzo ayudaría a aumentar las ventas y atraería a los visitantes.

A pesar de las mejoras, todavía seguíamos sin recibir a mucha gente en la Sala de Lectura. Yo oraba todos los días para escuchar la guía de Dios, pero parecía que mis oraciones eran en vano. En el Manual, la Sra. Eddy escribió: “Cada iglesia de la Ciencia Cristiana tendrá una Sala de Lectura, aunque dos o más iglesias pueden unirse para mantener Salas de Lectura en común, con tal de que estas salas estén bien situadas” (pág. 63).

Pensé en la frase “bien situadas”. Nuestra Sala de Lectura estaba un poco alejada del público, pero se me ocurrió que quizá podía intentar tomar la frase “bien situada” y aplicarla a mi propio pensamiento. Podía pensar en la Sala de Lectura como una estructura que estaba “bien situada”, sólida, completa y viva.

Una soleada mañana de primavera, decidí que ya no quería sentarme adentro sin ver a nadie. Si iba a sentarme en esta Sala de Lectura todo el verano, al menos podía hacerlo afuera en el césped y disfrutar el clima. Pensé en el hermoso puesto ambulante guardado en el vestíbulo de la iglesia. Lo usaba para promocionar la Sala de Lectura con libros y ejemplares actuales de las publicaciones periódicas de la Ciencia Cristiana. Servía como exhibición durante conferencias y otros eventos de la iglesia. Esa mañana, llevé el puesto de ventas junto con algunos Sentinels y otros artículos a la vereda bajo el sol; ciertamente lo sentía “bien situado”.

Sentada ahí, me encontré amando a todos los que pasaban, viendo solo al hombre, mujer y niño hecho a imagen y semejanza de Dios. Los vi como mis hermanos y hermanas. La mayoría de las personas que pasaban hablaba conmigo y yo les contaba sobre la Sala de Lectura. Resultó ser que algunos de los que caminaban por ahí lo hacían de manera regular y no habían visto la Sala de Lectura o, en el mejor de los casos, la habían visto, pero no sabían a qué clase de iglesia pertenecía. Comencé a detectar un patrón: ya había trabajado en esa calle por varios meses, pero nunca había prestado atención hacia dónde se dirigían y ellos, a su vez, no conocían el propósito de la Sala de Lectura.

Al hablar con la gente afuera, descubrí que la mayoría visitaban instituciones médicas en esa misma calle. Ese día fue un llamado de alerta; me di cuenta de que esa calle necesitaba mucho amor y que yo podía orar para amar de verdad a mis vecinos. Me enteré de que muchos de los que pasaban caminando por la Sala de Lectura padecían de problemas físicos, y nuestra iglesia y nuestra Sala de Lectura estaban situadas en el lugar perfecto para abrazar a la comunidad.

Este fue un momento crucial para la Sala de Lectura y para mí. Mi trabajo en la Sala de Lectura cambió por completo: ya no era rutinario, sino lleno de propósito. Mary Baker Eddy escribió: “Jesús veía en la Ciencia al hombre perfecto, que aparecía a él donde el hombre mortal y pecador aparece a los mortales” (Ciencia y Salud, págs. 476-477). Pasé mucho tiempo en esa calle o en la Sala de Lectura contemplando al hombre perfecto. Me di cuenta de cómo la idea de estar “bien situado” significaba amar a mis vecinos y comprender sus necesidades, además de entender el propósito de sus caminos individuales. A partir de ese día, recibimos visitantes cada vez que abríamos y nuestras ventas aumentaron; nuestra Sala de Lectura prosperaba.

Este sentido de amor renovado hacia nuestros vecinos inspiró nuevas ideas sobre cómo ser más hospitalarios con los visitantes. Pensamos en lo que ya teníamos disponible para ofrecerles y darles una razón para entrar a la Sala de Lectura. Organizamos un programa semanal para que leyeran la Lección Bíblica de la Ciencia Cristiana juntos, escucharan la Lección Bíblica en línea, un programa radial de Christian Science Sentinel o una charla grabada de spirituality.com [ahora JSH-Online].

A veces, cambiábamos la actividad planeada para poder orar específicamente por una situación concreta en el mundo. Un día, tras una tragedia con un tren en India, decidimos que leeríamos la Lección Bíblica esa mañana con la intención de orar sobre esa situación con ideas de la Lección. No llevábamos mucho tiempo haciéndolo cuando un grupo de mujeres indias entró a la Sala de Lectura. Buscaban una guardería para sus hijos y pensaron que nosotros podríamos ayudarlas. Hablamos con ellas sobre la Sala de Lectura y les dijimos que estábamos orando por India y, a pesar de que no las podíamos ayudar con la guardería, quedaron muy agradecidas por nuestras oraciones. Con frecuencia notamos que cuando nos sentíamos guiados a orar por el mundo de manera específica, luego teníamos algún tipo de interacción con el público que daba indicio de que nuestras oraciones habían alcanzado a nuestra comunidad. 

La labor de las Salas de Lectura no tiene barreras cuando de compartir la Ciencia Cristiana con otros se trata. Es un gran lugar para explorar nuevas formas de comunicar al público ideas sobre curación y compartir experiencias de vida en nuestro afán por seguir el ejemplo de Cristo Jesús. Una vez que comencé a entender las necesidades de nuestros vecinos —en nuestra localidad y en el resto del mundo— pude promover una atmósfera “bien situada” en la Sala de Lectura. Como resultado, esto abrió oportunidades para promover la paz y velar por el bienestar de toda la humanidad a diario. 

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