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Vivir bajo el gobierno de Dios

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 11 de septiembre de 2025


En la Ciencia Cristiana aprendemos que Dios es omnipotente, omnisciente, omnipresente. Y puesto que Dios es bueno, naturalmente esperaríamos que Su gobierno fuera bueno, que fuera justo y equitativo, que expresara bondad, honestidad, incorruptibilidad. 

Como dice la Biblia: “El Juez de toda la tierra, ¿no ha de hacer lo que es justo?” (Génesis 18:25). 

Entonces, ¿cómo experimentamos esta realidad en nuestra vida diaria? Podemos comenzar reconociendo lo que es verdad. “El punto de partida de la Ciencia divina es que Dios, el Espíritu, es Todo-en-todo y que no hay otro poder ni otra Mente —que Dios es Amor y por lo tanto, Él es Principio divino—”, escribe Mary Baker Eddy en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras. “Para comprender la realidad y el orden del ser en su Ciencia, tienes que empezar por reconocer a Dios como el Principio divino de todo lo que realmente es” (pág. 275).

Hace poco tuve una experiencia que me mostró la importancia de comenzar desde este punto de vista espiritual. Recibí por correo una foto tomada de nuestro edificio durante horas de oficina. Decía que estaba violando una ordenanza del pueblo y que debía comparecer ante el tribunal en una fecha específica para pagar una multa de varios cientos de dólares. Fui a la corte y vi a muchos otros dueños de negocios muy descontentos allí.

Cuando fue mi turno de hablar, le pregunté a la jueza si ella tenía el poder de desestimar la citación, ya que sentía que era injusta. Ella dijo que no. Solicité un aplazamiento y pregunté con quién necesitaba hablar para anular la citación. Me dieron esa información y recibí el aplazamiento. 

Admito que me tomó más de una semana superar mi irritación y enojo. Necesitaba un sentido más elevado de Dios y confianza en Él como Amor infinito. Reflexioné sobre varias declaraciones de Ciencia y Salud: “El poder de la Ciencia Cristiana y del Amor divino es omnipotente” (pág. 412); “Dios es infinito, por lo tanto siempre presente, y no hay otro poder ni presencia” (pág. 471); y “Ningún poder puede resistir al Amor divino” (pág. 224).

Armado con un sentido más claro del Amor y confiado en la presencia de Dios, entré en las oficinas del pueblo y pedí hablar con las personas adecuadas. La mujer que había tomado las fotos salió, junto con su jefe. Les dije que quería hablar sobre mi citación, ya que sentía que era injusta. También dije que solo podían esperar amabilidad y cortesía de mi parte. 

Hablamos cordialmente durante unos minutos y todos estuvimos de acuerdo en que la citación era injusta. El jefe regresó a su oficina para eliminar la citación de su base de datos, mientras yo hablaba brevemente con la mujer que había tomado las fotos. Después de unos momentos, me preguntó si yo era ministro. Le dije que no era un ministro ordenado, pero que actualmente estaba ayudando a realizar servicios en nuestra Iglesia local de Cristo, Científico, como lector. Estaba feliz de ministrarla ese día, compartiendo con ella cuánto la amaba Dios.

Cuando su jefe regresó, nos dimos la mano y me fui. Mientras caminaba hacia mi auto, la mujer salió corriendo del edificio, me tendió las manos y me preguntó si podía orar con ella. Tomé sus manos y luego, en el estacionamiento, compartimos juntos un momento muy especial de oración.

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