Hace varios años fui elegida Segunda Lectora en mi filial de la Iglesia de Cristo, Científico. El Segundo Lector lee en voz alta a la congregación los pasajes de la Biblia de las lecciones sermón semanales (que se encuentran en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana) que son la base de los servicios dominicales de la Ciencia Cristiana. Estaba feliz de servir en este puesto, pero también sentía mucha humildad. Ser lector es un maravilloso privilegio y un honor, y quería asegurarme de que estaba lista para desempeñar esta función.
Para prepararme, leí el Estatuto en el Manual de La Iglesia Madre por Mary Baker Eddy sobre las obligaciones morales para los Lectores de La Iglesia Madre y sus filiales. Dice así: “Deben guardarse sin mancha del mundo, —incontaminados del mal— a fin de que la atmósfera mental que exhalen pueda promover la salud y la santidad, o sea ese ánimo espiritual que tanta falta hace universalmente” (pág. 31).
Para estar incontaminados del mal, necesitamos un pensamiento puro que se obtiene a través de la comprensión de que Dios es Espíritu y que cada uno de nosotros es espiritual, la semejanza del Espíritu. Esta comprensión nos ayuda a percibir nuestra verdadera e inmaculada naturaleza como hijos de Dios.
Comparto esta experiencia a modo de ilustración. Durante muchos años tuve un bulto, o quiste, en el cuero cabelludo. Había comenzado del tamaño de un guisante, pero durante un período de ocho años más o menos, alcanzó el tamaño de una nuez. Nunca me dolió ni me molestó hasta que tuve que cambiar mi peinado para que no se viera. En varias ocasiones había pinchado y azuzado el bulto, pero nada pasó.
Cuando me eligieron para desempeñarme como Lectora, supe que era hora de sanar. Le pedí tratamiento metafísico a un practicista y estudié y oré para comprender dos declaraciones del libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy: “Una idea espiritual no tiene un solo elemento de error, y esta verdad elimina debidamente todo lo que es nocivo” (pág. 463), y “Puesto que Dios es bueno y la fuente de todo el ser, Él no produce deformidad moral o física; por tanto, tal deformidad no es real, sino una ilusión, el espejismo del error” (págs. 243-244).
Dos o tres semanas después, mi cabeza estaba un poco dolorida. Toqué el área, y estaba tierna y húmeda. El bulto había comenzado a drenar. Durante la semana, se había drenado totalmente y la abertura se había cerrado por completo.
El domingo siguiente tomé mi lugar en la plataforma de los lectores en la iglesia y leí la Biblia con un corazón lleno de alegría.
Estoy muy agradecida tanto por esta curación como por esta prueba de que las leyes de Dios producen armonía y son relevantes y accesibles hoy en día, y en todas las épocas.
Roberta Wennerstrom
Heathrow, Florida, EE.UU.