Cuando se espera un nuevo bebé, muchas veces el practicista de la Ciencia Cristiana tiene el privilegio de respaldar la oración de los padres y otros miembros de la familia. Dependiendo del deseo de la madre y su familia, el practicista puede orar con regularidad durante los meses de embarazo, o simplemente cuando hay una necesidad específica por la cual orar. Aunque el embarazo ciertamente no se trata como si fuera una enfermedad, es una oportunidad especial para obtener una comprensión más profunda de la naturaleza espiritual del parto y de la verdadera identidad de los niños. Esta oración cubre varios aspectos, desde preguntas y preocupaciones acerca del proceso de la gestación hasta los temores comúnmente asociados con el embarazo. Cada caso es individual y las circunstancias son diferentes, pero la oración en torno al nacimiento nos provee de una base sólida para la comprensión de la verdadera identidad del niño y el rol de los padres en su vida.
COMPRENDER LOS FUNDAMENTOS ESPIRITUALES
Dios forma a cada niño, o idea espiritual, de manera perfecta; desarrollándolo, sosteniéndolo, nutriéndolo, influenciándolo, apreciándolo y amándolo por toda la eternidad. En el Génesis, leemos que Dios creó al hombre, varón y hembra, y declaró que Su creación “era buen(a) en gran manera” (1:31). Este es un hecho inamovible. El divino Creador no tiene necesidad de recrear o alterar lo que Él ya ha hecho.
En lugar del proceso físico de creación y desarrollo, la perspectiva espiritual del parto nos revela que cada niño es la expresión misma de Dios, Su eterna auto-revelación. San Pablo dijo explícitamente, “somos hijos de Dios” (Romanos 8:16). Podríamos decir que el parto representa el modo en que la Mente divina anuncia su propia hermosura e inocencia a la familia, a través de esta nueva idea espiritual, expresada como un bello bebé.
Plantarse con firmeza en la visión espiritual acerca de la existencia del niño es una actividad esencial de la preparación de los padres para el nacimiento del bebé. En Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, Mary Baker Eddy reconoce la necesidad de este tipo de preparación, y le da especial atención a la oración por los casos de obstetricia. Ella escribió: “Para atender de manera apropiada el nacimiento de la nueva criatura, o idea divina, debierais apartar de tal manera el pensamiento mortal de sus concepciones materiales que el nacimiento sea natural y sin peligro. Aunque acumule nuevas energías, esa idea no puede causar daño a su útil recinto en la labor del nacimiento espiritual… La nueva idea, concebida y nacida de la Verdad y el Amor, está vestida de blanco. Su comienzo será humilde, su desarrollo robusto y su madurez imperecedera. (pág. 463)
AL ORAR POR LOS TEMORES HABITUALES
Es fácil caer en la trampa de pensar acerca de la identidad del niño como si fuera un mortal, definido por una constitución física biológica, y por una historia familiar particular. Los futuros padres naturalmente se preguntan como será y como se verá el niño, pero pensar de esta manera realmente implica un sentido limitado de la idea del Espíritu, que vive por siempre, y expresa por siempre la Vida eterna. Por lo tanto, el niño no tiene un comienzo débil o vulnerable, ni herencias peligrosas y no jamás puede sufrir, ni morir.
La Sra. Eddy vio el peligro de poner el énfasis en el linaje familiar, cuando escribió, “La herencia es un tema prolífico en el que la creencia mortal prende sus teorías; pero si aprendemos que nada es real sino lo bueno, no tendremos herencias peligrosas y los males de la carne desaparecerán.” (ibid. pág. 228) Las pretensiones insidiosas que sugieren que el niño podría estar emocional o corporalmente poco desarrollado, no tienen validez. El poder y la autoridad del amor mantienen la salud y la fortaleza de la madre y del niño.
Por medio de la comprensión espiritual, los padres tienen la alegría de ver que tanto el período de la gestación como el del nacimiento están sujetos a las leyes del orden, armonía y salud de Dios. Sólo si se desconocen estas leyes o si se olvidan, la gestación puede parecer dificultosa, atemorizante, o una carga. Si ese fuera el caso, el hacerle lugar en el pensamiento a un sentido más amplio del amor de Dios y de Su gentil voluntad, a través de la oración, hará que la situación se ajuste a las leyes de Dios, y la curación necesaria tendrá lugar.
Durante los estudios prenatales, al igual que durante el parto, es bueno comprender que los doctores, las enfermeras, las parteras, o cualquiera que esté involucrado en el caso son también hijos de Dios, receptivos y dóciles a Sus leyes espirituales del bien. El cuidado que ofrecen estas personas representa el amor de Dios, llegando a nosotros de la manera en que podemos comprender.
Sin embargo, es igualmente importante estar firmes en declarar que dado que Dios es Todo, y es todo el bien, no hay temor ni pensamiento perturbador que pueda encontrar una avenida de expresión durante el embarazo o el parto. Como la expresión de Dios, ninguno de los involucrados puede atemorizarse, tornarse negativo, tenso o negligente. Aún si ocurriera una crisis, podemos responder mediante la oración con autoridad y dominio.
Por ejemplo, una vez un padre me llamó muy agitadamente antes de que su esposa fuera dar a luz a su hijo. Ella iba a tener un parto domiciliario con una partera, y todo lo que el padre tuvo tiempo de decirme fue “¡auxilio!”.
Comencé a orar de inmediato. Luego, me enteré de que el cordón umbilical se había enroscado alrededor de la cabeza del bebé y le estaba causando complicaciones en el nacimiento. A pedido de la partera, los paramédicos ya estaban en camino.
En una situación como esta, nos sentimos tentados a dejar que la perspectiva atemorizante nos envuelva. Pero yo sabía que esto no sería de ayuda para los padres en este momento. Rápidamente me volví a las indicaciones acerca de la oración en los casos de obstetricia que nos da Mary Baker Eddy y me sentí inspirado por la frase “el nacimiento (ha de ser) natural y sin peligro”. Al orar, estas palabras “saltaron de la página” y sentí una profunda convicción del absoluto control y cuidado que Dios tenía de la madre y del niño. Y supe en ese mismo momento que todo estaba bien.
El bebé llegó sin peligro poco tiempo después del llamado telefónico hecho por el padre. De hecho, los paramédicos estuvieron allí justo a tiempo para ser testigos de un armonioso nacimiento, y no tuvieron necesidad de intervenir.
Hay otra aseveración comúnmente aceptada y es que el embarazo es una carga para la madre; que esto implica dos seres compartiendo un mismo espacio, y eventualmente implicará tener otro miembro en la familia para amar, alimentar, vestir, y cuidar. Entonces es vital ver al nacimiento de un modo espiritual, no como un proceso o actividad material sino como una experiencia divinamente natural, el desarrollo de la creación de Dios que es buena, la cual bendice a todos los involucrados. El desenvolvimiento de una idea en la Mente divina no implica una demanda extra sobre otra idea, ni una disminución de su bien. No puede causar distorsión, presión, discordia, incomodidad, dolor ni enfermedad. Cada idea permanece perfectamente en su lugar y es una alegría y una bendición para cada una de las otras ideas el combinarse en perfecta armonía, tal como las notas de una sinfonía. Ciencia y Salud explica, “El Principio y Su idea son uno…” (pág. 465). Hay una sola posición, una presentación, una creación.
Una vez tuve la oportunidad de orar con una mamá acerca de su enfoque acerca de que un embarazo podría ser inoportuno o una carga para ella. Esta madre me llamó cuando supo que iba a tener su cuarto hijo. Ella sentía que era una madre inadecuada para los tres niños que ya tenía, que sus otros partos habían sido dificultosos, y que tanto ella como el resto de los miembros de la familia no se sentían preparados para recibir un nuevo miembro de familia.
Estuve de acuerdo en orar con ella durante los días siguientes, pero no acerca de si el chico era una adición necesaria a la familia, ni siquiera acerca de si ella podría atender o no a otro niño. Mi oración siguió el curso de considerar el valor y el propósito espiritual de las ideas de Dios. Al orar de esta manera vino un mensaje divino a mi pensamiento, el cual sonaba como si fuera una carta de un niño. Le escribí:
Querida mamá,
Mantén la calma. No temas. Tú no eres responsable por mi vida. Yo existo para expresar la Vida y el Amor eternos, nuestro Padre-Madre Dios. Tú no me creaste. Yo soy la expresión del ser de Dios, Su completitud revelándose a sí misma de una manera en la que tú la puedas comprender. Estoy aquí para mostrarte que tú no eres débil. Tú expresas la fortaleza suprema del Espíritu. La capacidad de Dios para el bien y el gozo fluyen incesantemente a través de ti y de todo lo que hagas. Estoy aquí para mostrarte que nuestra Vida es para amar y que nuestro Amor siempre tiene vida. Mi presencia no puede causarte dolor ni tristeza, pues yo revelo el amor de Dios por tí, que no tiene fin. ¡Sonríe! Dios me ha bendecido a través de ti, y Él te está bendiciendo a través de mí.
Con amor,
Tu amado hijo.
Le envié esta carta a la madre, y ella la puso en la puerta del refrigerador. Pronto, este mensaje llegó a toda la familia, y comenzó a ocurrir un cambio en su perspectiva. Volvieron a funcionar nuevamente como una familia, y comenzaron a apoyarse y amarse los unos a los otros nuevamente. Los padres comenzaron a abrazar la idea de esta amorosa adición a la familia.
Cuando llegó el momento de que naciera el bebé, la madre tuvo solamente 4 horas de trabajo de parto (en contraste con las más de 18 horas de sus otros partos). Su nuevo hijo rápidamente se convirtió en el centro de atención de un hogar feliz. El marido encontró nuevo gozo en cuidar de los niños y la confianza de la mujer como madre aumentó. Cuando es aplicada, la ley de la armonía de Dios no puede ser resistida; trae curación y alegría a cualquier situación.
Después del nacimiento, los cuidados prácticos que los padres le dan al niño es la expresión de la sabiduría del Amor. Reconociendo que cada detalle y actividad del cuidado del niño es dirigido por Dios, remueve el sentido de carga de los nuevos padres, al igual que el temor o la creencia de no ser buenos padres que pueden ser tentados de aceptar, y permitiéndoles expresar libremente el Amor. No hay cambios químicos dañinos en Dios; por lo tanto, ningún bamboleo emocional puede desafiar a la mujer ni antes ni después del nacimiento. Dios hace que haya balance, orden y armonía tanto en la madre como en el niño. La continuidad del l cuidado y la gracia de Dios jamás es interrumpida.
ESTE ESTUDIO ESPIRITUAL ES PARA TODOS.
Ya sea que seamos casados o solteros, que tengamos hijos o no, la misma oración que se requiere para cuidar bien de un nacimiento es de beneficio espiritual para todos.
El Evangelio de Mateo describe: “el nacimiento de Jesucristo fue así: Estando desposada María su madre con José, antes que se juntasen, se halló que había concebido del Espíritu Santo” (Mateo 1:18). Mientras leía estos pasajes, me sentí perplejo al darme cuenta de que todos estamos “concibiendo”, ya que el espíritu de Dios, la idea Cristo, está dentro de la conciencia de cada uno de nosotros, recordándonos nuestra propia identidad inmortal y espiritual. La inocencia, energía, receptividad y espontaneidad del Cristo están destruyendo los temores y limitaciones materiales que nos atan y nos debilitan. La actividad divina es la razón por la cual aparece cada niño.
El niño interior, nuestra verdadera identidad espiritual, nos recuerda que Dios es nuestra Mente, Vida y sustancia. Este hijo es amoroso, confiado y obediente, y expresa la gracia y la dignidad del Alma suprema. Al atesorar a este niño, descubriremos energía divina ilimitada, eterna completitud, salud y curación.
Cada momento puede ser pensado como un nuevo nacimiento. Cuando seguimos al Cristo, podemos dejar atrás los temores y los límites de la materialidad y elevarnos hacia la altitud y actitud espiritual donde somos testigos del Amor, que anuncia “¡Aquí estoy!”.