Hace tres años, cuando comencé a estudiar en la Universidad de Principia, un fin de semana se me inflamó la rodilla.
Por la noche salí con mis amigos, y a la mañana siguiente empecé a tener un dolor muy fuerte en la rodilla izquierda. Realmente no sabía qué hacer. Mi amiga vino a verme y cuando vio que tenía tanto dolor, me preguntó qué me pasaba. Le dije que lo único que sabía era que la rodilla de pronto me había comenzado a doler mucho. Como me sentía muy preocupada y confusa, llamé a mi mamá, quien trató de tranquilizarme. Yo soy Científica Cristiana y creo en la curación mediante la oración. Así que continué sabiendo que puesto que soy la imagen y semejanza perfecta de Dios, no me podía pasar nada malo.
Mis amigos me ayudaron mucho y varios de ellos me quisieron apoyar mediante la oración. El hecho de estar en la Universidad de Principia rodeada de personas que comparten el mismo enfoque espiritual respecto a la curación que yo, realmente me ayudó. Todos me recordaron que Dios me creó a Su imagen y semejanza perfecta. Continué orando con la idea de la creación perfecta de Dios durante los siguientes dos días. De pronto, me vino al pensamiento un pasaje sobre los ángeles que se encuentra enEscritos Misceláneos por Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana:
“Cuando nos visitan ángeles, no oímos el ruido apacible de alas, ni sentimos el suave toque del emplumado pecho de una paloma; pero reconocemos su presencia por el amor que despiertan en nuestros corazones. ¡Oh, que sintáis este toque! —no se trata del apretón de manos, ni de la presencia de algún ser querido; es más que esto: ¡es una idea espiritual que ilumina vuestro camino!” (pág. 306)
Leí y estudié este pasaje muchas veces, tratando de comprender su significado espiritual. Luego me aferré a la idea de que tenía ángeles, los mensajes sanadores de Dios, junto a mí, puesto que Él está siempre presente.
También pensé en algo que me dijo otra amiga: “Recuerda que caminas libremente, y te mueves libremente”. Por ser una idea de Dios, yo sé que sólo puedo moverme con total libertad. De hecho, un versículo del libro de los Hechos incluso dice que en Él “vivimos, y nos movemos, y somos” (Hechos 17:28). Si yo vivo y me muevo en Dios, nada podía interferir con el libre movimiento de mi rodilla.
A medida que oraba con estas ideas, el dolor fue disminuyendo cada vez más. Al día siguiente, me desperté y cuando caminaba, me recordaba a mí misma: “yo puedo caminar libremente y moverme libremente”. Al día siguiente, ya no sentía dolor alguno. Me sentía totalmente sana, y nunca más he vuelto a sentir ese dolor.
Ese fue el desafío más grande que había superado mediante la oración hasta ese momento. ¡Qué maravillosa oportunidad fue sentir el toque de los mensajes angelicales de Dios allí conmigo!
