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Existir es desenvolvimiento constante

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 28 de octubre de 2013

Publicado originalmente en el Christian Science Journal de Enero de 1941.


Todos por naturaleza deseamos comprender qué es existir realmente, en relación a uno mismo y a todo lo demás. Cuando reflexionamos acerca de la naturaleza del ser espiritual percibimos que existir es desenvolvimiento divino, la Mente infinita o Principio divino expresándose constantemente y por siempre, de acuerdo con su propia perfección invariable. Los escritos de Mary Baker Eddy ponen bien en claro que la naturaleza del ser es desenvolvimiento. Ella escribe: “La progresión infinita es el ser concreto” (Escritos Misceláneos, pág. 82).

Desenvolvimiento implica revelarse desde adentro, la salida a luz de algo innato, ingénito, independiente de las influencias externas. Depende de un impulso nativo; de algo inherente a aquello que se desenvuelve. Como se entiende en la Ciencia Cristiana, se refiere, en su significado absoluto, a la naturaleza inmaculada de todo lo que existe y se está expresando. Esta actividad de la Verdad divina, discernida y demostrada en la experiencia humana, invalida y desplaza las creencias falsas y trae mayor armonía a la humanidad. Aquello que existe, se desenvuelve, y este progreso se manifiesta en los asuntos humanos cuando el pensamiento reconoce activamente que la Mente divina es su origen, y rechaza todo lo que sea desemejante a la Mente, poniendo su pensamiento y su expresión, bajo la ley del desenvolvimiento de la Mente divina. El desenvolvimiento tiene que participar de la naturaleza de la infinitud, porque solo la infinitud puede expresarse de manera inagotable.

Puesto que la infinitud existe, la lógica nos obliga a reconocer que todo lo que se relaciona con la existencia es la realidad que se desenvuelve eternamente; el bien infinito que se revela por siempre en obediencia a su propia naturaleza infinita. Esto quiere decir que la infinitud o el bien consciente y activo que se despliega, es la única realidad que está ocurriendo o puede ocurrir. Debido a su infinitud, la existencia real excluye la posibilidad de que pueda existir cualquier cosa fuera de, o desemejante a, sí misma, que pueda resistir u oscurecer la evidencia espontánea y satisfactoria de esa existencia real.

El desenvolvimiento es el modo en que se expresa la Mente divina. Es la Mente conociéndose y declarándose a sí misma. Para la humanidad aparece, o bien, como la revelación progresiva de la realidad en la experiencia individual consciente, o como la desintegración de un sentido falso de lo que es bueno y deseable, a fin de que el pensamiento pueda tornarse de lo falso a lo verdadero. Es la actividad del Amor haciendo que se manifiesten los hechos divinos en los asuntos humanos; es la demostración al sentido humano, de lo que realmente y continuamente está ocurriendo.

Debe entenderse que el desenvolvimiento divino tiene lugar como unidad, como totalidad. No puede ocurrir aquí y no allá; tampoco puede significar que “esto” se revela y “aquello” no. El progreso divino es universal, tanto como individual. Es cada uno desplegándose con todo, y todo desplegándose con cada uno. No existe un desenvolvimiento privado, porque la Mente, Dios, es única y es todo, y la infinitud que se expresa necesariamente incluye y bendice a todos. La testarudez, la obstinación, el orgullo por los logros o resultados alcanzados, el orgullo por las circunstancias y el orgullo del sacerdocio, ceden a esta revelación divina que brinda satisfacción, cuando la aceptamos. El desenvolvimiento divino incluye todo aquello que puede verdaderamente satisfacer la ambición del intelecto humano o la aspiración del corazón humano; pero primero debemos dejar esos anhelos humanos en suspenso, y buscar en cambio la Verdad por la Verdad misma, antes de poder sentirnos satisfechos.

Desenvolvimiento significa la infinitud expresándose para siempre y de manera ilimitada, y su expresión es la idea infinita, o el hombre, o el universo. Es la experiencia eterna y real del hombre, la única experiencia verdadera que uno pueda tener. Nada puede ser más específico en relación a esto que la declaración de la Sra. Eddy que cité anteriormente: “La progresión infinita es el ser concreto”. No hay nada que ayude más a eliminar el temor, y a demostrar un amor incondicional y libre de críticas hacia nuestro prójimo, que el aprecio correcto y continuo de lo que significa esta declaración.

La comprensión correcta de la infinitud y de su actividad universal y omnímoda, demuestra lo inútil que es la mera voluntad humana y el esfuerzo humano encubierto, destruye el falso sentido de responsabilidad, y de ese modo alivia la tensión. Esta comprensión fortalece el valor y la expectativa de bien. Simplifica la obediencia a la admonición y promesa de las Escrituras: “Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas” (Proverbios 3:6). El desenvolvimiento revela la simplicidad de la existencia pura, y de esa forma comienza a eliminar las complejidades y ansiedades de la creencia mortal.

A medida que percibimos el hecho de que Dios es Principio, y que este Principio es Amor, comenzamos a ver que todo lo que está ocurriendo o puede ocurrir es el bien progresivo y, como resultado, nuestros temores por el futuro y por nuestros seres queridos disminuyen notablemente. Tenemos la certeza de que la revelación espiritual, que saca el error a luz, al mismo tiempo eclipsará el error. Percibimos que lo que aparece es, o bien, el desenvolvimiento de la Verdad, o alguna fase del error sacada a luz por la Verdad, a fin de que la Verdad pueda disiparla. Por lo tanto, el aumento del bien y la disminución del mal caracterizan naturalmente nuestra experiencia humana. El desenvolvimiento divino es la inteligencia manifestándose, el Amor desplegándose, la Vida expresándose; y cuando aceptamos y afirmamos esa revelación divina como nuestro propio pensamiento, se manifiesta en más salud, felicidad y provisión.

Debe de haber sido la firme convicción de que la existencia es desenvolvimiento lo que le permitió a Jesús defender con valentía y lealtad la perfección del hombre, ante el insistente testimonio de que el mal es real. Él apartaba su atención de las presentaciones falsas del sentido personal, y se afirmaba en la certeza de los hechos armoniosos y su progresiva aparición. Al seguir su ejemplo, los Científicos Cristianos están capacitados para mantenerse impasibles ante las variadas fases que asume el error para desalentarnos —a veces cuando estamos a un paso de la victoria—, y proseguir con una certeza tal de la naturaleza del bien infalible, que a continuación se produce la demostración. En efecto, la Sra. Eddy dice en nuestro libro de texto que “las demostraciones de Jesús separan la paja del trigo, y revelan la unidad y la realidad del bien, la irrealidad, la nada, del mal” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 269). El desaliento no puede existir donde la verdadera naturaleza de la existencia es reconocida, puesto que entonces se comprende que el progreso es inevitable, aunque, como la vegetación que echa raíces profundas, puede que no se vea inmediatamente en la superficie.

La comprensión del desenvolvimiento de la Mente actúa como la presencia y el poder de la Mente misma, porque solo la Mente puede conocer y evidenciar su propia  naturaleza. Pablo pregunta: “¿Quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios” (1° Corintios 2:11). Las verdades incluidas en la Mente son conocidas, no por la mente mortal, sino por el pensamiento que comprende y se acerca a la Mente divina.

El desenvolvimiento divino, o “progresión infinita”, no es algo que está fuera de la consciencia. Es la consciencia misma. Es subjetiva, y se expresa en nuestro propio saber y existencia. Hasta que la Ciencia no es revelada en la consciencia individual, realmente como consciencia individual, y no como mera teoría o algo externo a nuestra identidad, no se percibe claramente que la bondad, el poder y la inmortalidad son innatos en el hombre. Sólo en la medida en que reclamamos nuestra verdadera identidad, encontramos que estas cualidades nos pertenecen a nosotros y a todos los hombres.

Percibir que el desenvolvimiento es la verdadera naturaleza de toda existencia, comienza a eliminar la resistencia, la oposición, la renuencia habitual, el temor, la ansiedad, la incertidumbre, y de esa forma abre el camino para que aparezca la espontaneidad divina en nuestro pensamiento y en nuestras ocupaciones. Es un incentivo práctico y una ayuda en todos los empeños humanos. Pone nuestros negocios sobre un fundamento sólido, puesto que nada puede interferir con el éxito de un negocio o una empresa cuando percibimos científicamente que está basado en la Mente, que expresa el desenvolvimiento de la Mente, y está autorizado a expresarla. Las opiniones personales, las presiones, la obstinación, el aferrarse a un procedimiento establecido humanamente, tienden a oscurecer la acción armoniosa y la evidencia de la Mente, y tenemos que renunciar a ellos a fin de que un progreso totalmente satisfactorio pueda manifestarse en nuestras actividades diarias.

El hecho de que Jesús haya alimentado a las multitudes, demuestra claramente que el desenvolvimiento es algo natural como modo de expresión de la Mente. Rechazando lo que presentaba el sentido personal, que enceguecía a sus discípulos, el Maestro elevó su mirada al cielo, “el reino del Espíritu; gobierno por el Principio divino”, como se define científicamente el cielo en nuestro libro de texto (ibíd., pág. 587). Reconociendo de esa forma que todo lo que existe es una evidencia de la infinitud, y por lo tanto se desenvuelve infinitamente y para siempre, Jesús tuvo la alegría de ser testigo y ver cómo su percepción espiritual se manifestaba en una provisión humana ilimitada.

Sería bueno que todos reconociéramos y nos regocijáramos de que todo lo grande o pequeño que se manifiesta como bien, ya sea en forma de provisión, de un negocio o empleo, es una evidencia de la expresión eterna de la infinitud. Esa actitud de pensamiento es muy eficaz para liberar los bienes congelados, —ya sean oportunidades, dinero, amistad, libertad o salud—, y para mantener nuestro pensamiento abierto y receptivo al bien. Por lo tanto, cuando salimos en viaje de negocios, a una reunión social o a hacer un mandado, es bueno no centrarnos simplemente en cumplir determinado objetivo, sino mantener nuestro pensamiento abierto a cualquier forma de bien que pueda manifestarse.

Vale la pena reiterar que la infinitud que se desenvuelve es el todo de la existencia, y esto no solo significa que es la única cosa que está realmente ocurriendo, sino que es lo único que ha estado ocurriendo eternamente. Al comprender esto, podemos redimir el pasado tanto como el presente, podemos recuperar el bien de los años que parecieron estar llenos de equivocaciones. Esto demuestra que esa oportunidad está por siempre presente y por siempre disponible, y que científicamente el bien jamás puede llegar demasiado tarde. La oportunidad no es un suceso momentáneo, sino una idea que se revela constantemente.

El desenvolvimiento divino es totalmente bueno. Por lo tanto, todo ser humano tiene el derecho a tener esa expectativa, mediante la comprensión de que sólo el bien puede llegarle, a él y a otros. De la misma manera, tiene el privilegio de negar que él u otra persona haya, en realidad, experimentado el mal alguna vez, y de afirmar y probar que el bien es y por siempre ha sido, su única experiencia, y la única experiencia universal.

De esta forma, podemos erradicar lo que parecen ser perturbaciones del momento actual, porque lo que la creencia humana llama presente es meramente el resultado de lo que esta misma creencia llama pasado acumulativo. A medida que percibimos esto, nuestros pensamientos se vuelven mejores y equitativamente amables, y nos transformamos en mejores amigos y más activos y leales ciudadanos. Comprenderemos que pensar bien, o pensar en el bien, es la actividad mental normal de todas las personas; que el bien constituye la verdadera identidad espiritual de todos; y experimentaremos progresivamente el infinito desenvolvimiento del bien.

El desenvolvimiento divino es la Verdad manifestándose, la Mente revelándose, siempre bondadosa, siempre benévola. Es el Amor en acción, que para siempre satisface. La infinitud, o el existir, necesariamente se desenvuelve de manera infinita y para siempre. La integridad de la existencia es la irresistible evolución espiritual. Incluye toda realidad, todas las ideas, las cuales se desenvuelven juntas incesante y eternamente. Todo se desenvuelve como una unidad, y cada idea se revela de acuerdo con un orden inteligente e infalible. Aprendamos, como Científicos Cristianos, a confiar en este desenvolvimiento, a comprender que esa revelación es infinita, inevitable, espontánea; que actúa de acuerdo con su propio impulso infinito, y que por lo tanto, su consecuencia es el dominio.

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