Quizás pensemos que nuestras perspectivas están definidas por las circunstancias, como el mercado laboral o ciertas situaciones políticas o económicas. Tal vez incluso estemos convencidos de que son estas condiciones las que están limitando nuestras posibilidades. Parecería como que nuestra vida diaria estuviera restringida por la opinión misma que nosotros y otros tenemos sobre el estado actual de las cosas. Sería imposible liberarse de esos conceptos restrictivos acerca de la vida si no fuera por el Cristo.
El Cristo, la idea espiritual de Dios, nos hace tomar consciencia de la realidad de que Dios está aquí, ahora y siempre. El Cristo nos revela que por ser hijos de Dios, nuestra verdadera naturaleza y nuestro ambiente incluyen ilimitada bondad, salud, honradez, estabilidad, justicia, todas las cualidades divinas del ser.
El mensaje del Cristo es que el reino de Dios está dentro de nosotros, como Cristo Jesús enseñó y probó. Este reino permanece para siempre. La oración que Cristo Jesús dio a todo el mundo, conocida como el Padre Nuestro, declara: “Venga tu reino” (Mateo 6:10). Esta oración es un reconocimiento constante de la presencia y el poder eterno de Dios. Hace una clara distinción entre la creencia de que la vida está gobernada por el azar y las circunstancias, y la comprensión cristianamente científica de que verdaderamente vivimos dentro de la perfección de Dios, el Espíritu.
Creer que vivimos fuera de la Vida divina es una tentación mental que bien se ha demostrado y probado que es una mentira. La Vida es la Mente divina, el único creador y causa de la existencia. Comprender que sólo existe una Mente, Dios, siempre ha bendecido y continúa bendiciendo a la humanidad. Esta iluminada demanda en la consciencia humana, es expresada por el Primer Mandamiento: “No tendrás dioses ajenos delante de mí” (Éxodo 20:3).
Comprender que sólo existe una Mente, Dios, siempre ha bendecido y continúa bendiciendo a la humanidad.
Cuando los israelitas prestaron atención a esa instrucción, tuvieron salud, paz, seguridad, provisión y dirección. ¿Cómo lo hicieron? Se apartaron de la creencia de que hubiera otros poderes y confiaron en Dios. Aprendieron que el Espíritu divino es el poder supremo. A través de estas experiencias descubrieron que realmente vivían en el reino de Dios, bajo Su dirección y cuidado.
Como dijo el Salmista: “¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia? Si subiere a los cielos, allí estás tú; y si en el Seol hiciere mi estrado, he aquí, allí tú estás. Si tomare las alas del alba y habitare en el extremo del mar, aun allí me guiará tu mano, y me asirá tu diestra” (Salmo 139:7-10).
Hoy es igualmente importante resistir la tentación de creer en otro poder o lugar aparte de, o junto a Dios, que es el Principio divino del ser. Por ejemplo, si creemos que vivimos en una crisis económica y estamos sujetos a la codicia y a la corrupción de la política o la sociedad, entonces estamos creyendo en otro poder o lugar aparte de Dios.
Tal vez pensemos que los pecados de los demás están haciendo sufrir a la mayoría de la gente —incluso a los inocentes— y que no hay nada que podamos hacer para liberarnos de esas consecuencias.
Pero si sabemos que vivimos bajo el gobierno del Principio divino, entonces podemos empezar a liberarnos de las consecuencias y el sufrimiento de creer que estamos bajo el control del mal, incluso de una crisis económica o personal.
Por ser Sus hijos, Su reflejo, vivimos dentro de la Mente y bajo el gobierno de la inteligencia divina. Cada uno de nosotros está siempre conectado con el bien infinito, y no puede estar sujeto a las maquinaciones políticas o personales. En Dios nos encontramos permanentemente libres de la injusticia, la ignorancia, el odio, la incompetencia y la corrupción. Dentro de su gobierno justo todos poseemos la libertad de expresar móviles y acciones correctas que serán mutuamente útiles. La ley del bien que lo incluye todo está dentro de nosotros, y no aceptamos nada menos para nosotros mismos y para los demás.
Hace muchos años, sentía que alguien dominaba a tal punto mi vida, que sofocaba mi progreso y mi felicidad. Ella se esforzaba mucho por impedir que yo avanzara en mi vida, mi carrera, e incluso en mi libertad de expresar alegría. Esta persona me exigía que viera la vida como ella la veía, miserable, inestable y económicamente limitada. Pero con la Ciencia Cristiana yo estaba prendiendo acerca del reino de Dios en el que todos vivimos. San Pablo declara: “En él vivimos, y nos movemos, y somos” (Hechos 17:28). Comprendí que donde está el Espíritu divino sólo hay lugar para las cualidades del Espíritu —bien, paz, libertad de expresión, progreso y alegría infinitas. Rechacé la tentación de amoldarme a las opiniones distorsionadas de la vida fuera del reino de Dios. Me di cuenta de que yo vivía, me movía y era nutrida y guiada perfectamente dentro del reino, bajo el gobierno de Dios y sus leyes de Vida y Amor divinos. Yo pude continuar adelante con mi vida, y es interesante notar que esta persona también encontró más libertad y alegría en su vida.
La exigencia perpetua, eterna y todopoderosa que Dios tiene de Su reino es: “En la tierra paz, buena voluntad para con los hombres” (Lucas 2:14). Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, comprendió que la humanidad sólo puede liberarse del mal a través del gobierno de Dios. Ella escribió: “Ciertos elementos en la naturaleza humana quisieran socavar los derechos y leyes cívicos, sociales y religiosos de las naciones y de los pueblos, atacando la libertad, los derechos humanos y el autogobierno —y ¡todo esto en el nombre de Dios, de la justicia y de la humanidad! ... nuestra esperanza se ancla en Dios quien reina, y la justicia y el juicio son el cimiento de Su trono para siempre” (Mary Baker Eddy, Mensaje a La Iglesia Madre para 1900, pág. 10).
La Vida es Dios y dentro de la Vida eterna no existe ningún elemento destructivo. Esto quiere decir que la corrupción entonces no es un elemento del reino de Dios, y necesitamos estar alertas para no aceptar esto como parte “normal” de nuestra vida.
El profeta Habacuc declaró que Dios es demasiado puro para ver la iniquidad (véase Habacuc 1:13). Dios es del todo bueno, y todo Su reino lo refleja. Dios mantiene orden, salud y justicia dentro de Su reino. Por lo tanto, la corrupción de cualquier índole, no tiene forma ni medios que la apoye o la perpetúe.
Nuestras esperanzas más profundas para el progreso, la paz y la salud, individual y colectivamente, se apoyan en el Principio divino.
Temer o tener fe en el mal, no es adorar sólo a Dios. Necesitamos rechazar esta antiquísima sugestión mental agresiva de que existe otro poder aparte del bien supremo. Hacemos esto sabiendo la verdad acerca de Dios y Su universo, incluso el hombre.
Cristo Jesús reveló la verdadera naturaleza de Dios y el hombre. Él mostró que el verdadero carácter del hombre es divino y puro porque Dios es puro. La declaración de Jesús de que los puros de corazón ven a Dios (véase Mateo 5:8) afirma el hecho de que tenemos la habilidad, aquí y ahora, de demostrar que por ser la semejanza de Dios, el hombre es incorruptible. Jesús probó a través de sus obras sanadoras el efecto de la ley divina en la vida y el pensamiento humanos, que limpia, corrige y regenera. Es la operación del Espíritu Santo, la Ciencia divina. Es Dios gobernando el cielo y la tierra.
Jamás nos pueden quitar todo el bien que Dios es y nos da. Nada ni nadie puede agotar o robarnos algo del bien. La justicia divina, la misericordia y la compasión, no la corrupción o la dominación política, rigen dentro de nosotros. Al reflejar la ley divina, somos una ley para nosotros mismos. La voluntad humana no puede circunvenir ninguna ley de la Verdad y el Amor. La Sra. Eddy da una razón muy clara para ello cuando declara: “No se puede abjurar de la justicia y la honradez; su vitalidad involucra la Vida, serena, irresistible y eterna” (La Primera Iglesia de Cristo, Científico, y Miscelánea, pág. 139).
La oración es la acción del pensamiento que cede a la Verdad y el Amor, y tiene un efecto sanador a medida que espiritualiza el pensamiento. Nos muestra el reino de Dios dentro de nosotros, y despierta el deseo de pensar y actuar de acuerdo con el Cristo, nuestra verdadera naturaleza. En Cristo, la Verdad, no hay lugar para ninguna clase de pecado. Como escribe la Sra. Eddy: “Todo es la Mente infinita y su manifestación infinita, pues Dios es Todo-en-todo” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 468).
Por medio de la oración todo aquello que es erróneo en nuestro propio pensamiento, da lugar a la santidad, la verdad, la sabiduría, la bondad y el amor. Esta espiritualización del pensamiento es Su ley en acción, ajustando, eliminando o agregando lo que sea necesario para traer equilibrio y orden a nuestra vida personal y a las entidades políticas.
Nuestras esperanzas más profundas para el progreso, la paz y la salud, individual y colectivamente, se apoyan en el Principio divino y se cumplen dentro del gobierno por siempre activo, benevolente y sabio de Dios, que todo lo abraza.