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El grandioso corazón del Amor infinito

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 7 de marzo de 2014

Publicado originalmente en el Christian Science Sentinel del 3 de abril de 1948.


 En un poema titulado “Señales del corazón”, Mary Baker Eddy escribe en la segunda estrofa (Poems, p. 24):

“¡Oh Amor divino!, Tu corazón es lo único que necesito para consolar al mío”.

Hoy, como ayer, este grandioso corazón del Amor se expresa en la viviente y palpitante presencia sanadora del Cristo, revelando la naturaleza divina de Dios a los hombres. Está restableciendo a los enfermos, reformando al pecador y resucitando a los muertos a través del apacible ministerio de la Ciencia Cristiana. A medida que se espiritualice el pensamiento, se comprenderá que este grandioso corazón es inseparable del vivificante y animador Principio creador, Dios, que da individualidad y existencia al hombre. Sin el poder gobernante y predominante de este grandioso corazón, el hombre no podría existir ni por un momento. Dado que la coexistencia del hombre con Dios es eterna, nada puede romper esta relación divina. En realidad, el hombre no puede ser desanimado, desalentado o descorazonado, porque Dios ha dicho: “Les daré un corazón, y un espíritu nuevo pondré dentro de ellos” (Ezequiel 11:19).

Alguien podría decir: Todo esto es muy hermoso y da mucha inspiración, pero ¿qué significa esto para mí que estoy tratando de sanar un problema al corazón? Significa esto: que tú también puedes ser sanado de manera permanente de una enfermedad cardíaca, como fue sanado un miembro de la familia de la autora, al comprender y entender la unidad que tienes con este grandioso y vivificante corazón del Amor, por ser hijo de Dios.

Esta mujer había sufrido de una complicación de enfermedades por más de diez años, y su corazón estaba gravemente afectado. Después de haber agotado todos los medios materiales conocidos por sus médicos, ella recurrió a la Ciencia Cristiana con desesperación y fue sanada con la lectura de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por la Sra. Eddy. Ella solía decir a menudo que cuando llegó a las páginas 112 a 116 de este libro de texto, sintió que se estaba produciendo la curación, mientras comprendía que la Ciencia Cristiana era demostrada sobre la base de un Principio divino. Su pensamiento fue receptivo a la ley del Amor divino que gobierna al hombre. Su problema al corazón se disolvió al meditar sobre estas palabras de la Sra. Eddy: “La parte vital, el corazón y alma de la Ciencia Cristiana, es el Amor. Sin esto, la letra no es más que el cuerpo muerto de la Ciencia, sin pulso, frío, inanimado” (ibíd., pág. 113).

Si esto es cierto acerca de la Ciencia Cristiana —razonó la mujer— debe ser cierto acerca de aquellos que aceptan las enseñanzas de la Ciencia Cristiana; y ya que he aceptado la revelación de la Ciencia Cristiana, empiezo a comprender el hecho espiritual de que el Amor es realmente vital para mí. A través de este desenvolvimiento del Cristo sanador, la manifestación de la presencia palpitante y viviente del Amor, anuló el veredicto de muerte, animándola y fortaleciéndola con una vida renovada, y ayudándola a tomar profunda consciencia de la presencia de Dios. Al adquirir una renovada percepción del corazón, derivada del Espíritu en lugar de la materia, ella demostró estos hechos espirituales para sí misma, así como para otros, con total libertad y buena salud durante muchos años. Todo aquel que busque curación puede sentir cómo este mismo poder vivificante impregna su ser y restaura su salud, pues la Biblia nos dice que Dios no hace acepción de personas. Lo que Él hace por uno, Él está listo para hacerlo por todos.

Miles de personas se sienten alentadas, renovadas, regeneradas, revitalizadas y establecidas, al tomar consciencia de la presencia restauradora del Cristo. De esta manera, la naturaleza divina de Dios se manifiesta mediante la comprensión del grandioso corazón del Amor, dando a la humanidad móviles verdaderos, deseos justos, afecto puro, alegría, felicidad, prosperidad y éxito. Al disipar los temores del hombre y destruir las falsas creencias que hacen que el cuerpo enferme y el corazón esté débil, el Cristo disipa también los errores del egoísmo, como son el rencor, la rivalidad, el engaño, la deshonestidad, los celos, la envidia, la venganza y el odio.

El corazón de la humanidad está empezando a conocer a su Redentor a través de la Ciencia Cristiana. Esta Ciencia expone la acción falsa de la mente mortal, que regula todas las funciones y los órganos del cuerpo material, y revela la supremacía de la Mente divina e inmortal como el único poder que gobierna el universo de Dios y al hombre. Esto demuestra que a través de la comprensión del poder de Dios que lo controla todo, la mente mortal es sometida y el cuerpo se vuelve armonioso. San Pablo percibió claramente la verdad de que vivimos en y gracias a Dios, cuando dijo en ese maravilloso capítulo de Hechos que Dios: “es quien da a todos vida y aliento y todas las cosas. …Porque en él vivimos, y nos movemos, y somos” (17:25, 28).

Debe percibirse y aceptarse espiritualmente que no existe sino un solo Dios, una Mente, un Alma, que gobierna al hombre y al universo; entonces la iluminación espiritual revela espontáneamente que no hay sino un solo corazón —el corazón del Amor—, que hace palpitar, impulsa, estimula, energiza, controla y anima al hombre. Su acción es perpetua, inmutable, inagotable, porque es la vitalidad de la Vida y el Amor. Toda verdadera acción y volición procede de esta fuente divina, y nada puede interrumpir la acción siempre continua, constante y armoniosa de Dios, la cual se individualiza en el hombre. Solo hay una causa y efecto, y este hecho es el corazón del cristianismo, uniendo en un solo cuerpo a todos los hombres.

El Padre amoroso mantiene a Su familia universal a salvo de todo peligro en el grandioso corazón del Amor infinito, por siempre fortaleciéndolo y alentándolo todo. Los ángeles de Su presencia están constantemente trayendo consuelo y seguridad a la humanidad, para que todos puedan unirse y decir con la Sra. Eddy:

“¡Oh Amor divino!, Tu corazón es lo único que necesito para consolar al mío”.

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